Cinicus Baudilius



Había escrito un artículo incendiario sobre la infame intervención de don Baudilio, a. Bío Ruiz, en la comisión sobre sanidad pública del Parlamento de Cataluña, pero un problema informático, ay, me la ha borrado toda.

Me da tanta pereza volverme a enfadar, volver a transcribir la burla y el cinismo de don Baudilio, volver a percibir la maldad y el desprecio con que nos regala a todos, que, sinceramente, ahí se queda y lo doy por escrito. No nos merecemos esto, concluyo. De verdad que no.

Cambios en el callejero de Sitges


Los indígenas suburenses engendran multitud de historiadores locales aficionados. En este caso, aficionados quiere decir que sienten mucha afición, que se apasionan, que echan el resto en dotarse de una erudicción que muchos quisiéramos y poquísimos alcanzamos. Su especialidad histórica es Sitges misma y los indígenas que la habitaron. Saben más de ellos que ellos mismos y más allá de este universo mundo no existe nada digno de interés. Tal es su credo, no hay más, y tiene algo enfermizo en su naturaleza.

El Eco sí que merece que le pongan una calle, caramba.

Se toman tan a pecho sus investigaciones, echan tanta leña al fuego, que los debates académicos se convierten en peleas a cara de perro por saber si can Pere era can Pere o can Perico. Hay que ir con mucho cuidado al abrir El Eco de Sitges, centenario periódico local de rancio abolengo y medio de expresión de la intelectualidad indígena, porque vuelan los puñales. Que can Pere era can Pere, no can Perico, dice uno, y que no, salta el otro, que era can Perico y no can Pere, y de ahí a estirarse de los pelos, un paso. La anécdota del atizador de Wittgenstein (con el que éste quiso agredir a Popper delante de Russell, qué reunión aquélla) queda corta ante la virulencia de estos debates locales. No los conozco iguales.

Uno de los temas que desata más pasiones es el del callejero de Sitges, porque conviven en una misma calle un nombre institucional (oficial, registrado en los libros), a veces un nombre que tuvo y dejó de tener (en tiempos de la República o de Franco, por ejemplo) y un tercero (a veces hasta un cuarto) que también tuvo, pero que no tenía nada de oficial: era puramente popular.

Ocurre que Sitges fue hasta hace un siglo un lugarcito pequeñajo e insignificante, y esta frase es más que suficiente para provocar la ira del gremio de los historiadores locales, que querrán quemarme en plaza pública previo escarnio y vergüenza. Les ruego que no lo tomen a mal. Quiero decir que era un pueblecito. A medida que aparecían calles y plazas, el público prescindía de los nombres del callejero oficial y tiraba por los motes y los sonsonetes, hasta por nombres de toda la vida que nada tenían que ver con el urbanismo. Ésta es costumbre ancestral de las gentes de pueblo y boina y Sitges y sus indígenas no iban a ser una excepción.

Luego llegan los historiadores locales y la tenemos liada. Porque tal calle (nombre oficial) era (en verdad) la calle de can Pere... o can Perico. Vuelven los artículos incendiarios a las páginas del Eco, ya ven por qué fruslerías.

Pero quizá no sean cosas tan banales, porque los indígenas suburenses de pura raza y rancio abolengo emplean a veces (cada vez menos) tan pintorescos patronímicos. El suburense impuro e inmigrante, el que no tiene como mínimo siete bisabuelos suburenses, no sabrá qué calle es ésa de can Pere (o can Perico) porque el tal Pere hace ya siglo y medio que murió aplastado por culpa de un mal tropezón del gegant en la Festa Major, pongamos por caso.

A principios del siglo XX, Sitges comenzó a aparecer en el mapa gracias a los veraneantes. En concreto, a dos de ellos. Se trataba de un americano podrido de dineros y un tanto tarambana (Deering) y de una tropa de artistas modernistas pobres (Opisso, Casas, etc.) que corrían detrás de un artista modernista con dinero (Rusiñol), que le dió por asentar sus reales ahí mismo. Gracias a esos dos, se montaron unas juergas notables y la fama del pueblo se acrecentó allende los mares (es decir, más allá de Vilanova i la Geltrú por abajo y hasta Barcelona por arriba). Fue entonces cuando, haciendo gala de modernidad y progreso, de estar a la última, pusieron de nombre España a calle y plaza. Olé.

No sabemos por qué. Unos dicen porque el alcalde de entonces había oído hablar de la Piazza di Spagna en Roma y dijo ¡Ahora verás tú que plaza de España me montó yo en casa! Otros, que querían llamar la atención de los Madriles, por ver si el rey Alfonso (juerguista irredento) se sumaba a las orgías modernistas del momento (algo que no sucedió).

La CUP dice que lo de España surgió de (cito) un consistorio poco democrático, debido al voto censitario vigente en aquellos tiempos y a las fuerzas centralistas preponderantes. Bueno, es otra manera de verlo.

Calle y plaza son famosas porque en septiembre siempre se lia parda y las riadas se llevaban los coches aparcados derechitos a la mar. Las riadas también se llevan los meados de los turistas acumulados durante la temporada estival. Esas avenidas de agua eran la señal del fin de las vacaciones para muchos que, como yo, veraneábamos entre tan curiosos indígenas. ¿Vamos a ver cómo el agua se lleva los coches? ¡Vamos!

Las avenidas de agua de la calle España, legendarias.
Ahora serán las avenidas de la Bassa Rodona, ya ven qué cambio.

Ahora, hace poco, como mandan en el pueblo indígenas cebolludos, de los que llaman barretina al gorro frigio, por no llamarle boina, se ha querido resucitar aquellos nombres de antaño, de los que nadie se acordaba, la verdad sea dicha. Con la de problemas que tiene el pueblo, y no se les ocurre nada más que hacer que suprimir Espanya del callejero, porque es nombre que hace feo. Coño: la calle del Nofollar... digo... del Fonollar también suena fatal. Pero, ya digo, sobre gustos no hay reglas.

Los historiadores locales han acudido a la llamada de la reacción y han resucitado los viejos nombres de la gente de boina y pueblo de cuando no existían las bombillas, que son plaza del Pou Vedre para la plaza de España y calle de la Bassa Rodona para la calle de España. Por lo visto, el lugar, entonces a las afueras del pueblo, servía para dar de beber a bestias e indígenas, pues estaba provisto de un pozo (pou, en catalán) y una charca (bassa), algo muy útil en una villa que siempre ha tenido problemas con el agua potable.

Como el nombre de España llegó de la mano de munícipes poco propensos a la democracia, que representaban a una minoría centralista y mala, muy mala, CiU y la CUP han querido convertir el cambio del callejero en una lección de democracia descentralizada, para que se vea muy clarito que las cosas aquí las hacemos diferentes y como siempre, mejor.

Sólo CiU y la CUP, siete regidores que representan al 15,2% del censo electoral y a una tercera parte del Pleno Municipal, han votado por el cambio en el callejero. Como los demás han optado por la abstención o la oposición, se ha aprobado la moción. Que no se quejen si no les gusta el resultado.

Luego (luego, después), para que no se diga, han preguntado al pueblo mediante una consulta no vinculante. Repito: no vinculante.

Los votantes tenían cuatro opciones, en cada caso.

Opción A, el nuevo nombre.
Opción B, mantener el mismo nombre.
Opción C, mantener el mismo nombre con una referencia al nombre que tuvo antaño (por ejemplo, calle de España, antes calle de la Bassa Rodona).
Opción D, la más divertida, el voto en blanco (sic).

En el caso de la plaza de España, el 60,2% de los votos emitidos (612) se inclinó por la opción A; en el caso de la calle de España, el 61,3% (de 607 votos).

Como el censo electoral de Sitges era, en 2011, de 18.173 personas, se ha aprobado el cambio por una amplia mayoría del 2,01% del censo electoral, que no ha dejado lugar a dudas. Los munícipes, contando con tan amplio soporte popular, han procedido a cambiar el callejero con la legitimidad democrática correspondiente. Para unos será suficiente y para otros, una mamarrachada. Se cruzarán puñaladas en las páginas del Eco y los indígenas suburenses aparecerán con un hueso en la nariz en los telediarios de Intereconomía o 13TV o compartiendo santidad con Bartolo y Tecla en las páginas de El Punt-Avui. C'est la vie! La cuestión es que hablen de uno, aunque sea mal, por ver si vienen turistas.

Qué nombre le ponemos.

Aportaré un granito de polémica al debate. Ahora, con los nuevos patronímicos, los turistas ebrios se mearán y vomitarán en los portales de la Bassa Rodona, en vez de hacerlo en España. Mírenlo así y no les parecerá tan buena la idea del cambio a los que estaban a favor ni tan mala a los que estaban en contra.

Noches de insomnio



Adormecido por el zumbido del ventilador, con aires de ceniza en las calles, pasa el tiempo despacito a través de cortinas inmóviles.

Repartiendo banderitas


Véanme aquí a punto de partirme la crisma en la piscina. ¡Voy p'allá!

Estos días de bochorno veraniego, la gente se zambulle en las piscinas. En Barcelona, para competir en los Campeonatos Mundiales de Natación, que se celebran en la ciudad. Todo un honor y un presupuesto crecidito que corre a cargo del Ayuntamiento de Barcelona, del Gobierno de España y en mucha menor medida, de la Generalidad de Cataluña. Bueno, esto último es un decir, porque el Gobierno de los Mejores dijo que pondría cinco millones de euros para eso de la natación y resulta que no los ha puesto, que no ha pagado todavía. ¡Manda güevos...! Crece, una vez más, la deuda de la Generalidad de Cataluña con el Ayuntamiento de Barcelona y si te he visto, no me acuerdo.


Stand de los morosos.
Así, pues, se cuelgan las medallas sin poner un duro y encima tienen un stand en los cuarteles generales del campeonato mundial. No sé por qué ha de tener un stand en tal sitio la Secretaría General de Deporte de la Generalidad de Cataluña, que ni ha pagado ni pinta nada en los Campeonatos de Mundiales de Natación. Fíjense que ni siquiera ha subvencionado a los deportistas catalanes que salen a la piscina.

Bandera de la Societat Civil.
Las cuatro barras simbolizan el 4%.

Eso sí, reparten banderitas que pagamos usted y yo, con dinero público. Con el lema La natación por la independencia, le regalan a usted una banderita estrellada, llamada cubana, la que representó en su día a los (tristemente) famosos escamots de Estat Català, nuestras camisas pardas particulares y locales, convenientemente sepultadas en el olvido. Puestos a escoger banderitas, podrían haber escogido la del Estado del Ampurdán de la República Federal Española (lean Incerta glòria, de Sales, y verán por qué). Pero, en fin, también hay gentes que sacan al fresco las banderas españolas con la gallina, que viene a ser lo mismo. Pero ¡no con dinero público!

¡No vamos a denunciar a uno de los nuestros!


El País publica un artículo que pone los pelos de punta. (Pueden leerlo aquí.) Jesús García, el periodista, se pregunta por qué el Palau de la Música y las fundaciones y organizaciones afines (ya saben: la Fundación, el Orfeón, etc.) insisten en librar de culpas a Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) en el caso Palau. El periodista recuerda que se presentaron como acusación particular y que el juez acusa a CDC de haber birlado 5,1 millones de euros.

Pues ¡qué cosa más extraña! Los abogados del Palau de la Música ya van tres veces que liberan de toda culpa a CDC. En primer lugar, fíjense, se opusieron a que se abriera una línea de investigación sobre el cobro de comisiones ilegales a través de los tejemanejes del Palau de la Música, el señor Millet et altri. En segundo lugar, llevó la contraria al fiscal del caso y concluyó que no había indicios de financiación ilegal de CDC. ¡Carajo! ¿Cómo que no...? En fin, que queda una tercera intervención, de hace dos semanas. En un escrito al señor juez sobre su posición en el caso, oh, maravilla, no mencionaron en parte alguna la posible (sólo digo posible) participación de CDC en el robo de tanto dinero.

A tal extremo ha llegado la ceguera de los abogados de la acusación particular que, asegura el periodista, algunos personajes del Palau de la Música se han mosqueado. ¿Quiénes? Es difícil de saber quién tiene la mosca subida a la nariz, porque la mayoría de los mandamases del Palau de la Música siguen siendo gente de bien, i.e.: del Barça y de CDC. Es decir, cómplices por activa o por pasiva. Eso sí, cualquiera de ellos con un mínimo de vergüenza tendría que cagarse en los muertos de CDC, porque CDC se llevó lo que pudo y quizá, más, y eso es cierto. Que baje Dios y lo vea, que es así. Lo sabe usted y lo sé yo; otra cosa es lo que vaya a salir en el juicio.

Triadú, el Conseguidor, recién fichado por PWC.

La clave del misterio es que la acusación particular ejerce de defensa encubierta. El periodista nos recuerda que los abogados del Palau de la Música son los de Price Waterhouse Coopers, PWC. PWC contrató al señor Triadú, antiguo consejero de los gobiernos de Jordi Pujol y miembro de la Fundación Lluís Carulla, de los Carulla de Agrolimen y el Palau de la Música, ésos que defraudan tanto a Hacienda, ya saben. A lo que íbamos: ¿por qué PWC contrató al señor Triadú?

Se dice por ahí que el señor Triadú es un abogado mediocre (si no malo), pero conseguidor de contratos públicos. Cuentan (yo sólo transcribo) que cuando ganó CiU las elecciones de 2010, pidió al bufé Garrigues, donde trabajaba, que le subieran el sueldo, porque ahora que habían ganado los suyos (sic) iba a conseguir más contratos con la Generalidad de Cataluña. ¡Toma...! Garrigues no le subió el sueldo, pero PWC le hizo una proposición más interesante (mejor pagada). A fin de cuentas, se dice por ahí que el señor Triadú fue el que arregló los pagos de comisiones con Ferrovial y quizá sea cierto, no lo sé. Sólo he escrito lo que he leído en los periódicos, a la vista están para comprobarlo.

Pregúntense ahora qué proyectos lleva PWC entre manos con la Generalidad de Cataluña y ustedes mismos juzguen si tantos y tan feos rumores pueden tener fundamento. PWC está detrás del plan de privatización de la sanidad pública catalana y del despido de un par de miles de empleados públicos, tirando por lo bajo. A estas alturas del cuento, me da pereza seguir contando todas estas cosas. ¡Consulten las hemerotecas! Por ejemplo, aquí, aquí, aquí, aquí, etc.

Qué sed (Gran Premio de Hungría 2013)


Los pilotos de Fórmula 1 ya no son lo que eran. Ahora llevan un tubito que les da de beber en medio de la carrera. Un gin tonic, no, supongo, sino agua con sales minerales, azúcar y tal y cual, ésas cosas que beben los deportistas tan chachis y tan guays. Pues va y a Alonso, de Ferrari, paf, se le avería la maquinita que le da de beber. Así que ha tenido que hacer la carrera bien bebido, y no me interpreten mal. Ha acabado con la garganta seca.

Dando vueltas y vueltas sin poder beber ni hacer pis. Qué suplicio.

No es la causa, pero sí un síntoma. Ferrari tiene problemas. El coche no tira. No tira tanto como los demás, quiero decir, y Red Bull, Mercedes o Lotus le pasan por delante. La carrera en Hungría ha sido otra vez más de lo mismo: Ferrari en quinta y octava posición. Ha ganado Hamilton (desde que Mercedes hizo aquellas pruebas de neumáticos en Montmeló, cómo han cambiado las cosas...). Segundo, Raikkonen, un señor carrerón, bravo. Tercero Vettel... En fin, que no estamos ahí delante, aunque se intenta.

Dicen que será el túnel de viento, quién sabe. Parece ser una cuestión aerodinámica. Son las piezas, que no funcionan. En todo caso, no será por ganas. En fin, que vienen tres semanas sin carreras y a ver si vuelven más colorás. Forza!

La extravagante clase M


El M1 en aguas costeras. Observen su cañón de 12 pulgadas.

Los submarinos alcanzaron la mayoría de edad durante la Gran Guerra. Consiguieron suficiente autonomía y tamaño para poder abandonar las aguas costeras y su flotabilidad pasó de un peligroso 10% a más de un 25%. Es decir, pudieron navegar a mar abierto y además dejar de hundirse caprichosamente. Se amplió su espacio interior al situar los tanques de lastre en el exterior de la quilla, se aislaron los gases venenosos y corrosivos de las baterías, se consiguieron motores diésel fiables y se consiguió algo parecido a un buque sumergible, capaz de permanecer hasta doce horas bajo el agua.

Como arma de combate, sin embargo, todavía dejaba mucho que desear. Es cierto que cosechó muchos éxitos imprevistos y que revolucionó la guerra naval, pero los torpedos de 1914 no eran ninguna maravilla. Su cabeza explosiva era tan potente que podía hundir casi cualquier cosa, pero acertar al buque enemigo... Ah, amigo, ahí te quiero ver.

El Almirantazgo británico había redactado un informe donde decía que un torpedo disparado contra un buque en movimiento a más de mil yardas de distancia (que son unos 900 metros) era un torpedo desperdiciado. A decir de los marinos británicos, para darle a un buque con un torpedo uno tenía que echársele prácticamente encima. ¡Qué faena!

En ese momento de desánimo, un marino inglés recordó que se estaban desguazando los acorazados de la clase Formidable. Esos acorazados llevaban cañones Mk. IX de 12 pulgadas (305 mm de calibre). ¿Por qué no montar uno de esos cañoncitos en un submarino?

Lejos de considerar el caso una solemne estupidez, el Almirantazgo aplaudió la idea. El cañón tira más lejos que un torpedo y es más preciso. Además, la munición es más barata. Cierto que un obús de 12 pulgadas no tiene tanto poder destructivo como un torpedo, pero también hace mucho daño. Al principio, se pensó en un submarino-monitor, apto para la defensa costera, pero luego se cambió la idea y se promovió su uso ofensivo.

El cañón provenía de un desguace y el casco, de un submarino inacabado. En efecto, la Royal Navy había cancelado la orden de varios submarinos de la clase K, propulsados por un motor de vapor (sic). El Almirantazgo propuso aprovechar un submarino de la clase K, adaptarlo un poco por aquí, un poco por allá, montarle un par de motores diésel y el cañón y... C'est voilà!

Así nació la clase M. El buque desplazaba 1.594 toneladas en superficie, tenía una eslora de poco más de 90 m y daba 15 nudos en superficie y 8 nudos bajo el agua, gracias a dos motores diésel de 1.200 caballos y a dos motores eléctricos de 800 caballos. Llevaba 62 personas a bordo, un cañón de 12 pulgadas y 50 obuses.

El M1, el arma secreta y definitiva de la Royal Navy.

Se suponía que podía disparar el cañón a profundidad de periscopio. El capitán giraba el periscopio y el cañón giraba con él. Ajustadas las miras, allá donde el capitán ponía el ojo, ponía la bala. Luego ¡pum! Eso sí, para cargar el cañón tenían que subir a la superficie, porque, si no, si uno habría la recámara bajo el agua, entraba el mar por el agujero y comenzaban los apuros. Se tardaban cinco minutos en cargar un nuevo obús.

Se ordenaron cuatro submarinos de la clase M, pero sólo el primero, el M1, pudo servir durante la Primera Guerra Mundial.

Lo de servir es un eufemismo. Después de las pruebas de rigor en alta mar, a cargo de las mejores tripulaciones, la Royal Navy declaró que tenía entre manos un arma magnífica. Tan buena, de hecho, que tenía miedo de emplearla contra el enemigo. Se corrió la voz: si el M1 ataca a los alemanes, éstos quedarán impresionados. La idea del gran cañón a bordo de un submarino es tan buena y original que no tardarán en imitarla. Pronto nos encontraremos con una legión de submarinos alemanes cañoneros. ¡Bastante dolores de cabeza nos dan ya los submarinos torpederos para, encima, tener que luchar contra esta nueva amenaza! Así que, concluyeron, mejor que el M1 se convierta en un arma secreta.

En secreto permaneció toda la guerra, en el puerto de Alejandría, bien lejos de las miradas indiscretas de los espías alemanes y lo más lejos posible de cualquier escenario bélico. Tan bueno era el M1 que no pegó un tiro en toda la guerra.

El M1 se hundió en unas maniobras, en 1925, con toda la tripulación, al ser abordado por un buque carbonero en el Canal de la Mancha. En 1999 se descubrieron sus restos a 72 metros de profundidad.

Voto para menores


¿Por qué no otorgar el derecho a voto a los bebés republicanos?

Sé que mi postura levanta antipatías. Lo siento. Pero soy partidario de reservar la ciudadanía a los mayores de 25 años. Es decir, para que se me entienda, me gustaría que nadie pudiera votar ni ser votado hasta haber cumplido 25 primaveras. Votar o ser votado son derechos que exigen experiencia, responsabilidad y madurez.

Otra cosa es la mayoría de edad, o la edad mínima que pueda exigirse para conducir, tener una cuenta corriente, mantener relaciones sexuales consentidas o lo que se tercie. Esto y el derecho al voto no son lo mismo. Es cierto que personas de 18 años son mucho más maduras y sensatas que algunas otras que ejercen cargos públicos, es muy cierto. Pero la mayoría, no.

Es cierto: en muchos casos la madurez no se corresponde con la edad.

Por eso, cada vez que un político se llena los pulmones de populismo y luego pide el voto a los 16 años, me entran picores. Si además los chavales son víctimas de nuestro sistema educativo... ¿Cómo puede votar alguien que no sabe ni leer ni escribir? Vale, vale, soy un carca y un antipático, pero ¿por qué 16 años? ¿Por qué no 15? ¿Qué tal 14? ¿Por qué no?

El derecho al voto es el derecho a ser votado. Si no, no es derecho al voto de verdad. Por lo tanto, pregúntense si les gustaría que un chaval de 16 años, pero no uno excepcional, sino uno cualquiera, fuera el alcalde de su pueblo. Es cierto: el que hay ahora es un canalla y un sinvergüenza, pero imagínenselo con 16 años y no diré más.

Por eso, me entra una urticaria cuando me entero que ayer el Parlamento de Cataluña votó una propuesta de resolución que pide avanzar hacia el reconocimiento del derecho a voto a partir de los 16 años.

Ay... El PP votó en contra (mira por dónde, qué rabia). Ciutadans se abstuvo, no sé por qué, porque se está a favor o en contra, no hay más. CiU, ERC y la CUP votaron a favor, porque les gustaría que los adolescentes votaran en una consulta no referendaria que haga las veces de referendo, que ya vienen adoctrinados. El PSC e ICV-EUiA votaron a favor porque confunden la velocidad con el tocino, es decir, las izquierdas con lo chachi.

La Bola Escritora de Nietzsche


La Skrivekluge modelo 1878, número de serie 125.
La Bola Escritora de Nietzsche.

Uno de mis lectores me ha enviado un enlace hacia esta fotografía. Es, atención, la máquina de escribir de Friedrich Wilhelm Nietzsche, el filósofo. Mi sorpresa es mayúscula, pues, hasta donde yo sabía, Nietzsche escribió a mano todas sus grandes obras y consideraciones intempestivas. Por eso, investigué.

Tendremos que mencionar al señor don Rasmus Malling-Hansen, que no era de Cuenca, sino danés y francmasón, además de inventor de mucho renombre y enjundia. ¿Quién no ha oído hablar de Rasmus Malling-Hansen? Era un tipo de mente brillante e inquieta y patentó en 1870 la llamada máquina de bola o bola escritora (Skrivekluge, en danés), la que muchos (particularmente, los daneses) consideran la primera máquina de escribir del mundo. En 1874 volvió a visitar la oficina de patentes para modificar el invento, reduciendo su tamaño y mejorando lo presente. Sucesivas modificaciones hicieron de la Skrivekluge de Malling-Hansen una máquina magnífica, y la única verdaderamente portátil en aquel entonces.

El primer modelo de Bola Escritora de Malling-Hansen, de 1870.

Dieter Eberwein, vicepresidente de la International Rasmus Malling-Hansen Society ha restaurado recientemente la Skrivekluge modelo 1878 con el número de serie 125 que había pertenecido a Nietzsche. Sus investigaciones sobre el particular se han publicado en un libro titulado Nietzches Schreibkugel, publicado por Typoscript Verlag, una editorial especializada en asuntos de máquinas de escribir. El asunto es apasionante.

En 1881, Nietzsche estaba muy enfermo. Bien, eso no es ninguna novedad, pues Nietzsche rara vez estaba sano, pero esta vez perdía la vista por momentos. Escribió a su hermana (la antisemita). Le explicó que iba a comprarse un aparato para poder seguir escribiendo, incluso ciego. Había hablado, dijo, con el inventor de la máquina de escribir, el señor Malling-Hansen de Copenhague.

Recibió la máquina en 1882. Nietzsche había probado antes la Remington modelo 2, pero era un trasto enorme, que no podía llevarse con el equipaje. La Skrivekluge, en cambio, sí. Eso decidió a Nietzsche, que se quedó con el aparato danés.

Pero, ay... Por lo que dice el señor Eberwein en su libro, la máquina sufrió desperfectos durante el viaje de Copenhague a Génova. Nietzsche la llevó a reparar a un mecánico, pero el mecánico no había visto una Skrivekluge en su vida y en vez de arreglarla, acabó por estropearla del todo. Una máquina sólida y bien construída se convirtió en un aparato delicado y caprichoso. Por eso mismo, Nietzsche la empleó en tan contadas ocasiones, y nunca para escribir sus libros más famosos. En total, Nietzsche escribió unas sesenta páginas con su máquina de escribir y el señor Eberwein las recoge todas en su libro.

Finalmente, un poema inédito de Nietzsche, escrito con la Skriveluge número 125 de Malling-Hansen. Ahí va:

Schreibkugel ist ein Ding gleich mir: von Eisen
Und doch leicht zu verdrehn zumal auf Reisen.
Geduld und Takt muss reichlich man besitzen
Und feine Fingerchen, uns zu benuetzen.


Que, traducido muy libremente, será:

La Bola Escritora es como yo: de acero
Que fácil se resiente ---especialmente, cuando viaja.
Hay que tener tacto y paciencia en abundancia
Así como delicados deditos para usarnos.

Para saber más, véase:

Pésame


El Cuaderno de Luis quiere hacer llegar sus condolencias a los familiares y amigos de las víctimas del accidente de tren de Santiago de Compostela y dar ánimos a las personas que han quedado heridas en el mismo, esperando su pronta recuperación. También quiere agradecer el esfuerzo y el trabajo de cientos de personas que trabajan en los bomberos, la policía o los servicios sanitarios, funcionarios y empleados públicos que han dado lo mejor de sí intentando salvar las vidas de los viajeros del tren. A todos, un fuerte abrazo.

La Tierra vista desde Saturno


El verano es parco en noticias. Quiero decir, parco en las noticias de siempre, que son siempre las mismas. Las vacaciones de la política y el descanso de tertulianos dejan la vía libre a las noticias realmente interesantes. Ésta, por ejemplo, no puede compararse, ni de lejos, al tostón de los corruptos y a la murga de las corrupciones envueltas en banderas de colores y titulares de escándalo que tanto nos quita el sueño.


Ésta es la Tierra y ésta, la Luna. Son dos puntitos, ya ven. El punto mayor, la Tierra; el menor, la Luna. Salimos tan pequeños porque la fotografía la tomaron desde 1.440.000.000 km de distancia. La luz que reflejaba nuestro planeta tardó casi 5 segundos en llegar a la cámara fotográfica de la sonda Cassini-Huygens, que anda dando vueltas por el espacio por ver qué hay ahí afuera.

La sonda se lanzó el 15 de octubre de 1997 y costó la friolera de tres mil y pico millones de dólares. Para llegar a Saturno, que es donde está ahora y donde queríamos que estuviera, hizo un viaje largo y complicado. Una parte de la sonda, la Huygens, aterrizó (se escacharró, más bien) sobre Titán hace ocho años. La otra parte, la Cassini, allá la tenemos, de guardia, echándole el ojo al gigante de los anillos.

No deja de causar pasmo y maravilla que una de nuestras cafeteras espaciales ande tan lejos de nosotros. Porque 1.440.000.000 km es algo más lejos que de aquí a Teruel. Y eso no es nada, que las distancias en el espacio son cosa de quitar el hipo, que la estrella más cercana al sol cae 12.614.400.000.000 de veces más lejos que Saturno, que es como ir de aquí a la esquina.


Fíjense en esta otra fotografía. Los de la NASA, muy amablemente, han añadido una flechita. Ese puntito mínimo y brillante somos nosotros. Todos nosotros, quiero decir. La Tierra. Ahí salgo yo, ¿no se me ve?

¡Qué pequeñitos que somos! ¡Qué poca cosa! Da gusto vernos así, más cerca de lo que somos en verdad de lo que creemos que somos. ¡Sólo así nos damos cuenta! Ante esta evidencia, andar con banderas y odios y pretender ser más que el vecino se antojan enfermedades del cuerpo, no virtudes del alma.

De verdad que el puntito visto desde Saturno sobrecoge el ánima, el ánimo y lo que venga.

El voto con arraigo


El eterno debate sobre el sexo de los ángeles.

En Cataluña queremos inventar la sopa de ajo y ahora nos da por volver a plantear cómo tendría que ser el derecho al voto, quién podría ejercerlo y tal. Una manera como cualquier otra de perder el tiempo. Parecemos los teólogos bizantinos discutiendo del sexo de los ángeles, mientras el Turco, tijera en mano, recorta todos nuestros servicios sociales, la sanidad y la educación públicas, entorpece la justicia, roba y saquea a destajo y alimenta el debate sobre la pilila de los angelitos para tenernos distraídos.

Precisamente, el discurso de la pilila de los angelitos... perdón, el discurso sobre el derecho al voto en la ley sobre consultas no referendarias que quiere aprobar el Parlamento de Cataluña para convocar un referendo (sic) ahora se centra alrededor de quién podría votar en esas consultas no referendarias que harían las veces de referendo.

Así, por ejemplo, si usted vive en Olot y busca trabajo, lo encuentra en Vic y se traslada a Vic a vivir y trabajar, perderá el derecho a voto en Olot, por haberlo abandonado, y no lo conseguirá en Vic, porque no se le considerará todavía arraigado.

El alcalde de Vic, populista arraigado.

¿Quién sostiene semejante barbaridad? ¡El alcalde de Vic! El señor Vila d'Abadal exige cierto arraigo en Vic para que pueda usted votar en Vic, ahí es nada. ¿Qué entiende el señor Vila d'Abadal por cierto arraigo? Quizá tendríamos que preguntar a sus amigos de Plataforma per Catalunya, en los que se inspira desde hace tiempo.

En democracia, el sufragio es universal. Pero los partidarios de la sopa de ajo con cebolla niegan la universalidad. Dicen que sólo votamos nosotros, pero ¿quién dice quiénes somos nosotros? ¿Cuáles son las condiciones de la nosotrosidad? ¡Las que imponemos nosotros! responden.

Varias veces a lo largo de estos últimos años se ha intentado regular este arraigo para discriminar entre nosotros y ellos. El señor Vila d'Abadal, con el aplauso de sus amigos populistas y racistas, pretendía no incluir en el censo a los recién llegados y pasado un tiempo, incluirlos si y sólo si demostraban (cito) un arraigo en las costumbres y sentimientos del país. Si siente y piensa como nosotros, votará como nosotros. Ergo, tendrá derecho a voto. Si no siente o no piensa como nosotros, no estará arraigado y no podrá votar, que igual votaría contra nuestro parecer.

Como vemos, el señor Vila d'Abadal defiende tesis populistas, racistas y es además presidente de la Asociación de Municipios para la Independencia. No cree que estar incluído en el censo (que se corrige dos veces al año y siempre antes de unas elecciones) sea suficiente para poder votar en su pueblo, Vic. Cree que el nuevo votante tiene que demostrar su arraigo. Por activa y por pasiva, no es sólo una cuestión de preguntarse cuánto tiempo ha vivido en Vic, sino que tendría que saberse si cae bien a los vecinos... perdón, si se ha integrado plenamente en la sociedad que le ha acogido. Una barbaridad.

El señor Pifarré. Observen la cantidad de trabajo que tiene sobre la mesa.

Comparte esta opinión con más gente notable. El señor Pifarré, secretario general de la Asociación Catalana de Municipios (ACM, en la línea de CiU) defiende la misma postura. No puede ser que una persona dada de alta en el censo pueda votar al día siguiente, afirma. Eso se tendría que regular. Les traduzco: No puede ser que una persona que cumple los requisitos legales para poder votar pueda votar. Eso es lo que ha dicho. No ha dicho lo que todos sabemos que ha querido decir: No tendría que votar si no es uno de los nuestros.

En la misma línea se ha manifestado la Asamblea Nacional Catalana (ANC), que exige, para poder votar, un mínimo arraigo nacional. Ahí queda eso. Si no te gustan las seques amb botifarra, te jodes y no votas.

La opinión se ha repetido innumerables veces los últimos años. Busquen en los periódicos y la verán en boca de los máximos dirigentes de CiU y ERC (y alguno más). El trámite administrativo del arraigo basado en el lugar de residencia quiere convertirse en un método de discriminación basado en la integración (nacional). El señor Mas quiso proponer un examen de catalanidad (sic) antes de incluir a nadie en el censo, una gilipollez que ha sido convenientemente olvidada, pero que está ahí, en las hemerotecas. ¡Búsquenla!

Propuesta de informe de arraigo.

Es decir, si les dejaran organizar el derecho al voto a CiU y ERC sin tasa ni freno, se encontrarían con alguna desagradable sorpresa. Un cambio de domicilio les dejaría sin derecho a voto. Es más, para recuperarlo tendrían que esperar meses, quizá años, y superar una prueba de catalanidad donde le preguntarían por el Barça (sic) o por la conjugación de verbo ésser. Vayan con cuidado, que jugando con fuego se quema uno.

Hagan cuentas


Bárcenas, el Osàcar del PP.

Pongamos que el caso Bárcenas afecta a toda España. Lo que acumulan las cuentas de Bárcenas en Suiza sale a 90 céntimos por español. Los jueces creen que lo robado en comisiones para el PP sería equivalente a unos 20 céntimos por español. Todavía no se han escrito las conclusiones de la instrucción, pero ahora mismo por ahí van los tiros.

Osàcar, el Bárcenas de CiU.

Pongamos que el caso Millet afecta a todos los catalanes (y sólo a los catalanes). Lo robado por Millet y compañía serían 4 euros con 70 céntimos por catalán (o 75 céntimos por español). A decir del juez de instrucción, CDC se llevó el equivalente a alguna cifra entre los 70 céntimos y los 2 euros por catalán (lo que es lo mismo, entre 11 y 30 céntimos por español). Las cifras son las que da el juez de instrucción, concluida ésta.

C'est voilà! Millet mediante, CDC ha robado a los catalanes entre 3,5 y 10 veces lo que nos ha robado el PP, Bárcenas mediante. A las cifras me remito, que son públicas.

Dicho esto, pueden seguir discutiendo sobre cuántas rayas colorás ha de tener un trapo amarillo, si les place, aunque bien harían en discutir sobre asuntos de mayor importancia o cuanto menos, más urgentes... incluso menos aburridos. Les ruego, por favor.

Intemperie



Bravo. ¡Bravo! Jesús Carrasco merece nuestro aplauso y nuestro agradecimiento. Acabamos de leer Intemperie, su opera prima. De ahí los vítores.


No atiendan a razones propias o ajenas. Lean Intemperie. Léanlo, tal cual. Pero ¡léanlo! No se hagan ilusiones ni vayan con ideas preconcebidas. Me han dicho esto, me han dicho lo otro... No, no, no. No lean lo que otros han dicho de él. Léanlo y ya está.

El texto se teje alrededor de una historia simple, la huida de un niño. El escenario ¿es el de una España rural y miserable? Seguramente, pero podría ser el sur de Italia, un desierto mejicano, un lugar caluroso, seco, que ha conocido curas, motocicletas y ferrocarriles. Podría ser tanto Badajoz como Lérida, quiero decir. O un pueblecito en mitad de Calabria. No diré más, no quiero decir más. Descubran el resto ustedes mismos.

Algunos lectores se aminalarán ante el empleo de un lenguaje rico y a veces poético. Rico porque emplea un vocabulario propio del campo que es capaz de apabullar a los cobardes. Bah, no creo que sea necesario acudir al diccionario, aunque les sobrarán razones, si se ponen a ello. El dominio del lenguaje es impresionante y merece una mención especial en nuestra alabanza.

No todo serán virtudes. Para que no se diga, muy tímidamente, pidiendo perdón por adelantado y disculpas después, sólo me atrevería a señalar alguna expresión que quizá no precisaba de tanto lirismo y tanto gongorismo descriptivo, pero si me preguntan, no he dicho nada y ya me está bien así como está.

El papel, blanco y el bolígrafo, rojo


El público considera que los escritores tiemblan ante el papel en blanco. A veces es cierto, pero el pánico se da cuando se enfrentan al bolígrafo rojo que paseará por sus palabras.



The Last Battle



Han llegado a mis manos varias reseñas de un libro titulado The Last Battle (La última batalla), de Stephen Harding, editado por Da Capo Press (www.dacapopress.com). El título completo es The Last Battle: When U.S. and German Soldiers Joined Forces in the Waning Hours of World War II in Europe, que ya da muchas pistas de su contenido. En Amazon lo venden a 17 dólares para Kindle y algo más en forma de libro con tapa dura.

Narra una pequeña batalla de finales de la Segunda Guerra Mundial en Europa. El suceso es completamente verídico y ocurrió en un antiguo castillo medieval en el Tirol austríaco, el castillo de Ittler. Es éste, en origen, una fortaleza del siglo XIII que el nazismo había convertido en un anexo del campo de Dachau después de haber sido el centro administrativo de la política antitabaco del III Reich (sic). El castillo había conocido mejores tiempos, desde luego.

El castillo, en una postal de 1913. En 1945 no había cambiado casi nada.

Las SS habían confinado en el castillo a políticos y militares franceses de alta graduación. Entre ellos, antiguos primeros ministros (Reynaud, Daladier), sindicalistas (Jouhaux) y comandantes en jefe del ejército francés (Weygand, Gamelin). Clemenceau (hijo) arrestado por la Gestapo por oponerse al Gobierno de Vichy, tenía que compartir prisión con Jean Borotra o Francois de La Rocque, que habían participado en ese gobierno. Muchos de los presos compartían su suerte con sus esposas o amantes (en algún caso, con sus esposa y amantes, no sé si me explico). Las desavenencias políticas y los líos de faldas en el castillo provocaron toda suerte de episodios que van de lo trágico a lo ridículo.

Estos caballeros compartían prisión con los llamados presos-número. Éstos procedían de Dachau y se encargaban de la limpieza y el servicio en el castillo. Las SS les habían tatuado un número en el brazo y ésa era toda su identificación. Recordemos: Dachau era un campo de exterminio. Hay que señalar que los presos franceses no hicieron muchos esfuerzos para comunicarse con estos presos invisibles. Durante años, estos presos desgraciados y maltratados fueron, además, olvidados en las memorias de franceses tan ilustres. Pero estuvieron ahí, y ahí vivieron y lucharon por su libertad, como pronto veremos.

La historia comienza poco después del suicidio de Adolf Hitler, en medio del caos de los últimos días. La mayor parte del ejército alemán huye a la desbandada, pero se suceden episodios de pillaje y barbarie y algunos grupos de fanáticos cometen toda clase de desmanes. Puestos a morir, prefieren morir matando. Estos días ven las marchas de la muerte, donde los SS sacan a la carretera a cientos de prisioneros para avanzar mezclados con ellos, emplearlos de rehenes y así poder huir.

Una marcha de la muerte con prisioneros rusos y judíos de Dachau.
Los guardias del campo (SS) marchan con ellos para poder escapar.

En la zona del Tirol, la 17.ª Panzergrenadier-Division de las SS (conocida como Götz von Berlichingen) estaba haciendo de las suyas. El 29 de abril de 1945, en Moosburg, el comandante de la división (el SS-Oberführer Georg Bochmann) ordenó tomar el Stalag VII-A, el mayor campo de prisioneros de guerra (aliados) en Alemania. Su intención era bastante siniestra. Pretendía convertir a los prisioneros de guerra en rehenes, para ganar tiempo en su retirada hacia el río Isar.

El Oberführer Bochmann, último comandante de la 17.ª SS Panzergrenadier-Division.

El plan llegó a oídos de los aliados. La 14.ª División Acorazada (EE.UU.) improvisó un grupo de combate, bloqueó el puente sobre el Isar y liberó el campo de prisioneros. El resto de la división avanzó hacia Moosburg, donde se hallaba el cuartel general de la división SS. Se libró una batalla breve y muy dura. Acabó con la toma de la ciudad y un gran número de prisioneros alemanes (cerca de 7.000). Hay que añadir que a lo largo de su avance por el sur de Alemania y Austria, la 14.ª División Acorazada (EE.UU.) liberó a más de 200.000 prisioneros de guerra, a más de 250.000 refugiados civiles y también una parte del complejo de Dachau. Desde entonces, sus soldados lucen una insignia donde se lee Liberators.

Soldados alemanes hechos prisioneros en Moosburg.
Éstos son niños de 13 a 16 años, procedentes de las Hitlerjugend.

Pese a la derrota en Moosburg, la 17.ª SS-Panzergrenadier Division todavía podía oponer una seria resistencia. Peor todavía: sus fanáticos oficiales estaban dispuestos a todo y no tenían nada que perder.

En el castillo de Ittler, mientras tanto, todo se había puesto patas arriba. El comandante en jefe de Dachau, ante la proximidad de los americanos, se había volado la tapa de los sesos con su pistola reglamentaria y los vigilantes del campo se habían dado a la fuga. En el castillo, también. Los presos tomaron las armas que habían abandonado sus guardianes y se liberaron a sí mismos, pero sabían que corrían un grave peligro porque los granaderos panzer corrían por ahí cerca y temían todos por sus vidas.

Un preso-número alemán corrió a informar de la situación a los aliados. Tropezó con el comandante Gangl y los pocos hombres que le quedaban. Tuvo suerte, pues Gangl no era un nazi y no lo mató ahí mismo. De hecho, el comandante y su tropa iban a entregarse a los americanos. Al saber del castillo, se presentó ante los oficiales de la 12.ª División Acorazada (EE.UU.) y se presentó voluntario para tomar el castillo de Ittler y defenderlo contra las SS. Se le sumaron la mayor parte de los hombres que iban con él. Los americanos, oh, sorpresa, aceptaron el ofrecimiento.

El comandante Gangl, un aliado inesperado.

Se formó entonces un grupo de combate en verdad extraordinario e inaudito: dos carros de combate americanos del 23.º Batallón (12.ª División Acorazada) a las órdenes del capitán John C. Lee (fumador, bebedor, juerguista y poco dado a cumplir normas y reglamentos) y un kübelwagen (un automóvil) y un camión lleno de soldados alemanes voluntarios a las órdenes del comandante Gangl (uno de esos militares cultos, estirados y aristócratas tan típicos y tópicos). Avanzaron a toda prisa hacia el castillo de Ittler, cincuenta kilómetros más allá. Los presos celebraron la llegada de los americanos, pero se asustaron al ver que eran tan pocos. Cuando vieron que la mayoría de sus protectores iban a ser los soldados alemanes a las órdenes del comandante Gangl... Ni les cuento.

Tres capitanes del 23.º Batallón de la 12.ª División Acorazada (EE.UU.)
El capitán Lee, a la derecha del todo.

No tuvieron tiempo de discutir aquella situación. Los granaderos de las SS avanzaban hacia el castillo y pronto abrieron fuego con armas automáticas. Un puñado de americanos, otro de soldados alemanes, una colección de relevantes figuras políticas francesas (y sus mujeres), algunos presos desnutridos y desquiciados, todos armados con lo que pudieron encontrar, sin demasiada munición, tenían que vérselas con los restos de la 17.ª SS Panzergrenadier-Division. Los SS estaban dispuestos tomar el castillo y matarlos a todos en un ataque de fanatismo homicida.

Cinco días después del suicidio de Hitler, pues, comenzó la batalla que narra Harding con gran talento. Entre los defensores del castillo hubo actos de heroísmo (el viejo Clemenceau, con setenta años, se pasó el día arrojando granadas de mano contra los asaltantes, por ejemplo), pero también bajas (Gangl murió alcanzado por un francotirador). Los defensores perdieron los dos carros de combate y se retiraron tras los muros del castillo.

Les fue de muy poco. Tan pronto como los SS derribaron las puertas del castillo con un lanzagranadas y ya se veían dentro, llegaron los refuerzos del ejército americano y la 17.ª SS Panzergrenadier-Division (lo que quedaba de ella) tuvo que retirarse, pies para qué os quiero.

Presos de Dachau, recién liberados.

Los restos de esta división de las SS se rindió al día siguiente a los soldados de la 101.ª División Aerotransportada en Rottach-Egern, al sur de Kufstein, el 6 de mayor de 1945. El capitán Lee se ganó una medalla de Servicios Distinguidos (DSO) y los franceses escribieron unas memorias donde celebraron su valentía en la defensa del castillo.

Hasta donde yo sé, la historia es inédita en lengua española e inglesa (hasta ahora), aunque el episodio es bastante conocido en Alemania y Austria, donde la figura del comandante Gangl se ha convertido en un símbolo de la resistencia contra el nazismo.

Niña-noche-perdida


Mientras Los Magnomenes en peligro, una película de Claudio Basté, triunfa allende los mares en festivales internacionales, una brevísima película de su hermana Matilda podría repetir tanto éxito. Matilda Basté ha contado con el mismo equipo técnico y la colaboración de Sofía Basté en algunos momentos de la narración.

Aunque las similitudes son evidentes, no podemos dejar de notar lenguajes muy diferentes entre una y otra película. Así, Niña-noche-perdida emplea un sincretismo narrativo mucho más acusado que Los Magnomenes en peligro y puede permitírselo porque el hilo narrativo es estructuralmente más simple a la vez que conceptualmente más complejo. 

Se suceden los episodios dramáticos y queda tiempo para un espeluznante flash-back, de ésos que quita el hipo. Los huecos en el guión los cubre la sublimación emocional y situacional, que hace las veces de efecto y explicación narrativa. Paradójicamente, esa no-narración suple con creces el simple relato de algo imposible. También hay que añadir que los efectos especiales adquieren un protagonismo del que carecían en la película de Claudio Basté, pero se ven apartados a un segundo o tercer plano por la carga trágica y estremecedora de las primeras líneas del relato.

En fin, habrá que preguntarse si, visto lo visto, nos enfrentamos a los futuros hermanos Coen o Guachosqui (o como se digan). Quizá ¡a los hermanos Warner! Sea lo que sea, prepárense al abracadabrante relato de Niña-noche-perdida. Agárrense, que ahí va.



El consejero torero



Cuenta un columnista de El Periódico que estuvo en Céret, Francia, en una corrida de toros el día de la Fiesta Nacional de Francia (14 de julio). Allá celebran las corridas de toros con el consuelo de la protección de la República Francesa y como un acto de reivindicación de las más nostradas tradiciones catalanas (sic). Véase, si no.

El periodista dice, en su artículo (copio): [...] Así que me senté junto a Pedro en la barrera de la pequeña plaza de Céret y la primera sorpresa de la tarde fue escuchar a la banda interpretando Els Segadors con el público puesto en pie. A continuación las cuadrillas hicieron su paseíllo y los areneros y monosabios aparecieron en el albero tocados con barretinas rojas y fajas y alpargatas. ¡Madre de Dios!


A lo que íbamos: los aficionados del norte de Cataluña acuden desde hace muchos años a las corridas de toros en Francia, no van a acudir, pero ahora también acuden porque no tienen otro remedio: el Parlamento de Cataluña prohibió las corridas de toros.

Por eso llama la atención que ese columnista de El Periódico que estuvo en Ceret, Francia, para ver correr unos toros saludara en la plaza a un conseller del actual Gobierno de la Generalidad de Cataluña. El consejero en cuestión se sinceró con el periodista.

Copio: Entre los asistentes veo a un conseller. Me acerco y nos abrazamos como el alguacilillo abraza al diestro antes de darle un trofeo. Le digo que tal vez harían bien en revocar la ley que fuerza a los catalanes a una emigración dominical. Me responde: "A ver si el Constitucional nos hecha una mano". Queda claro que el conseller es ante todo un aficionado.


Ahí va, la de Dios. Que un consejero de los Mejores (segunda edición) sea un aficionado a los toros no tiene por qué extrañarnos. El yerno del señor Mas organizó una juerga torera, sin ir más lejos. No, no, no me sorprende. Sus comentarios sobre el Constitucional, tampoco. Si el Tribunal falla contra la prohibición, podrá ver correr toros en casa con tranquilidad y rasgarse las vestiduras en público, acusando de varias maldades inefables y horrendas a las gentes de Madrid, que no nos quieren. Le irá de perlas.

¿Saben qué me sorprende? Que el nombre del consejero se mantenga en el anonimato. Que el periodista no diga quién es. Que no se atreva. Que no tenga lo que hay que tener. Eso es lo que, más que sorprender, me irrita. Ésta es nuestra prensa y así nos va.


No se aceptan gordos


El deporte siempre fue visto como una preparación para la guerra.

Los antiguos decían mens sana in corpore sano, dando a entender que uno sólo podía ser un buen ciudadano si podía atender a sus deberes militares. Luego se torció el sentido original del dicho, dando a entender que sólo aquél que cuida de su cuerpo sabrá cuidar de su mente, y viceversa. Esta segunda interpretación se leería en Roma como la negación del alma: eres un cuerpo y nada más que un cuerpo; si el cuerpo enferma, enfermarás tú; lo moralmente (socialmente) indecente es ser tullido, feo o inútil, pues tal será tu cuerpo, tal será tu mente.

Damos fe, Sócrates era feo.

Además, Nietzsche estaba chiflado.

Es un lema cruel. En el basa Nietzsche su famosa refutación a Sócrates: Sócrates era feo (a fe que lo era, feísimo). A ojos de un ateniense, lo que dijera Sócrates sólo se antojaba ridículo, argumentó Nietzsche, porque era feo, contrahecho, deforme. Que los griegos hicieran caso a Sócrates en vez de burlarse de él no provocó la decadencia de Grecia, sostiene Nietzsche, sino que Grecia ya era decadente y por eso fue posible que Sócrates se hiciera oír.

¿La insignia de las Hitlerjugend?
¡No! ¡La insignia de la BSA!

No sé qué piensan los Boy Scouts of America (BSA) de Sócrates, de Nietzsche o de la grandeza del pensamiento clásico. Sólo sé que no toleran ni gordos ni maricones entre sus filas, y perdonen ustedes la manera de decir las cosas. Porque tanto unos como otros echan por tierra esa identidad entre la salud del cuerpo y de la mente. El juramento scout obliga al juramentado a mantenerse físicamente fuerte, mentalmente despierto y moralmente recto. Excluye a gordos, bonachones y maricones, a los libros de Baden Powell me remito. El colmo de un scout es uno gordo, tontorrón y medio niña. Nada hay que aborrezca más un boy scout.

¿Dónde empieza la caricatura y dónde acaba el ideario de la BSA?

Hace poco, los Boy Scouts of America (BSA) se atragantaron con el abuso de menores por un lado y la discriminación de los homosexuales en sus filas por el otro. Pueden ampliar ambos asuntos en:

Ahora les toca el turno por meterse con los gordos.

La obesidad es un problema en los EE.UU. El 17% de los menores lo son. Faltan hábitos saludables y medios para sostenerlos, pues el problema azota especialmente a las clases menos favorecidas. El pobre de los EE.UU. es, por regla general, un gordo. No puede acceder a la alimentación más sana (más cara), no puede apuntarse a un gimnasio ni tiene tiempo de practicar deporte, vive hacinado en apartamentos y no en casitas con jardín, es discriminado laboral y personalmente por su aspecto... y por los boy scouts.

La Jamboree de 2013 no es apta para gordos.

Fíjense. Cada cuatro años, los BSA celebran un Jamboree, una especie de congreso scout. Se juntan miles de chavales de la organización paramilitar y juegan a correr por el monte y disparar contra el enemigo. Uno de los juegos de este año será caminar cinco kilómetros hasta la cima de un monte donde (cito) les espera una suntuosa barbacoa.

Pero los gordos no podrán jugar. No queremos llevar hasta el cansancio a nuestros participantes, dice la BSA. Como los gordos se cansan, les estará vetada la barbacoa, correr por el campo y pegar tiros. Por motivos de seguridad, dice la BSA. Requerimos a los participantes que tengan un estado físico saludable, añaden. Porque (cito de nuevo) queremos enseñar la importancia de llevar una vida equilibrada y sana. Así es: si no se lleva una vida equilibrada y sana (de cuerpo y alma), a la puta calle. Aquí sólo juegan los guapos. Así se van a enterar, seguro.

Jamboree de Nuremberg, los años treinta. Ni un gordo, fíjense.

Tampoco se ven gordos en las jamborees soviéticas.

La BSA dice que (cito) con esta medida deseamos que los Scouts disfruten del aire libre y se desafíen a cada paso, y claro, añado yo, con un gordo no se puede. Siempre soplando, bufando, jadeando y quejándose. Es el portavoz de la BSA añade: Queremos subrayar la importancia de las tres ces, corazón, carácter y ciudadanía, y queremos enseñarlo estos días. Pero los gordos no tienen corazón, sólo piensan en lo mucho que les cansa correr como burros de arriba abajo; tampoco tienen carácter, porque si lo tuvieran, no estarían tan gordos; en cuanto a ser buenos ciudadanos, ¿qué puede esperarse de alguien tan egoísta y caprichoso como un gordo? ¡Que les den!

No se lo van a creer. No han sido los niños gordos los que se han quejado, sino los padres.

Quedarse sin el campamento scout este verano es la liberación de un niño gordo. Es librarse del maltrato físico y mental al que uno se ve sometido por los flacos. Es dejar de pasar vergüenza, es evitar constantes humillaciones y dejar se sufrir la crueldad de quien tendría que ser tu amigo. Cuando los scout gordos se han enterado, han sonreído para sus adentros.

Club de lectura de verano para niños, en EE.UU.
Aquí no se discrimina por volumen.

Los padres, no. Los padres se han sentido humillados. Sus hijos han sido señalados y por ahí no pasa un padre como Dios manda. Un portavoz de los padres (ofendidos) de niños gordos ha dicho que los organizadores de la BSA deberían permitir que los chicos con sobrepeso participaran, al igual que hicieron hace poco con los niños homosexuales (sic). Ser gordo ¿es como ser homosexual? En cualquier caso, ¿por qué podrá jugar un maricón a soldaditos y mi hijo, que sólo está gordito, no? ¡No hay derecho!

La ley americana dice que la BSA, al ser una organización particular, puede discriminar a quien le dé la gana, pero que si ejerce la discriminación por razón de sexo, creencia religiosa, orientación sexual, etc., no podrá gozar de ninguna ayuda pública. Muchas empresas americanas niegan el patrocinio a las organizaciones que practican algún tipo de discriminación. La financiación de la BSA ya están sufriendo por culpa de los homosexuales y los pederastas ¿y ahora salen con los gordos? Discriminar a los gordos ¿aleja las subvenciones públicas? Ay.


Ojalá se dé cumplida venganza a tantos miles de niños que han sufrido vejaciones, burlas y acoso por parte de sus compañeros exploradores, ya sea por ser gordos, llevar gafas, ser canijos, torpes o melindrosos, tener granos en la cara, cecear, tartamudear, tener miedo alguna vez, ser poco espabilados o más inteligentes que la media y un largo etcétera de razones que convirtieron los campamentos de verano o las clases de gimnasia en un suplicio. Los que han pasado por experiencias semejantes a manos de supuestos amigos y compañeros aplaudirán este deseo y suscribirán mi alegría. ¡Que les den! ¡A ellos!