La epidemia de sarrampión


El sarrampión lo provoca un virus altamente contagioso y no existe un tratamiento específico contra ese virus. Es decir, si uno pilla el sarrampión, tiene que soportar los días que dure como buenamente pueda y rezar para que no se complique el cuadro clínico.

No existe un tratamiento, pero existe una vacuna. Las campañas de vacunación masivas han logrado aislar el sarrampión hasta el punto que en poblaciones donde prácticamente todo el mundo esté vacunado siempre puede salir algún idiota reclamando el derecho a no vacunarse... y en muchos casos no le pasará nada. Será así porque, viviendo entre vacunados, no tendrá contacto con el virus. A él le salva que los demás estén casi todos vacunados, no otra cosa. Las altas tasas de vacunación de la triple vírica permiten que los antivacuneros sigan vivos. Si aumenta el número de antivacuneros... la hemos liado.

Y si uno de estos irresponsables se va de viaje a según qué país puede ocasionar alguna desgracia, especialmente si visita un país pobre, porque podrá convertirse fácilmente en portador del virus.

El sarrampión parece inofensivo, pero las complicaciones durante el desarrollo de la enfermedad son muy comunes. La más frecuente, una diarrea. Pero también se mencionan neumonías, encefalitis e incluso ulceraciones o abrasiones de la córnea. Estas complicaciones son mucho más severas si el afectado es un adulto.

En un país desarrollado, el sarrampión mata a uno de cada mil enfermos. En aquellos países con servicios sanitarios deficientes, donde el sarrampión es más común, la mortandad es de un 10%. Un paciente inmunodeprimido tiene una probabilidad entre tres de morirse de un sarrampión. Como ya he dicho, en la mayoría de los casos el sarrampión lo contagia un imbécil que no quería vacunarse por defenderse de no se sabe qué conjura de las empresas farmacéuticas, o cualquier otra tontería por el estilo.

Todo esto porque en Sevilla ya van por casi seiscientos casos de sarrampión y la Consejería de Salud está tomando medidas de urgencia para detener el brote de la enfermedad. Más de cien pacientes han tenido que ser hospitalizados. La mayoría no se habían vacunado, porque eran todavía bebés o porque a su edad todavía no se vacunaba a la población, enfermando, pues, los grupos de mayor riesgo.

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