The Drac Queen

Sólo queda la última procesión. Falta poco, los bailarines, los grallers, los timbaleros, todos corren de un lado al otro. Más que la procesión en sí, esta media hora previa destila la verdadera esencia de la Fiesta de San Bartolomé.

En medio de todo este revuelo, me detengo a fotografiar la cabeza del Drac. El bicho contempla las prisas con la calma de quien ha vivido ya casi un siglo de fiestas y pólvoras. Sin embargo, parece inquieto. Me confiesa, en voz baja, que su nueva imagen le preocupa.

Ha oído voces que no están de acuerdo con devolverle el azul con que nació. Esas voces reclaman la piel escamosa del reptil, el verde predominante, el rojo y el amarillo que dibujaban la figura de un dragón apegado a la tierra firme, fogoso y terrible. Esos indígenas no han conocido más piel que ésa, y la primera les parece una novedad innecesaria.

--En el fondo, uno se pregunta qué es la tradición--, me dice el Drac, que es animal sabio y prudente, aunque no lo parezca. --Yo mismo, prosigue, mudé la primera piel a los dos años, y andaba de muda en muda un año sí y otro también. Abandoné la piel de anfibio durante la Guerra Civil, y nací reptil en los años cuarenta. Las escamas surgieron en los años cincuenta y no fue hasta que me tragué un petardo, sesenta años más tarde, que no me devolvieron la primera piel que tuve. Pero ¿no es tan digna de conservación la piel que año tras año fue creando el pueblo como la que, cuando nací, pintó para mí un pintor iluminado?

No sé qué responder.

--Las dos me parecen dignas de cuidado--, digo, por decir.
--Bah, lo peor no es eso--, suspira.

No imagino qué puede ser peor que una crisis de identidad en una fiera flamígera, que no sabe si en verdad es anfibia o terrestre. Pero no digo una palabra, porque, en estos casos, lo mejor es dejar que el otro hable.

--Me llaman el Drac Queen. Por estos colorines, ya ves.

Me quedo de una pieza.

--¿Quién puede llamarte así?--, me quejo.
--Tú mismo, ganapán--, me descubre, irritado--, que te crees que no presto atención a lo que se dice a mis espaldas... Pues, que sepas que soy un dragón muy machote--, ruge.
--Nunca lo he puesto en duda.
--Entonces ¿a qué eso de Drac Queen? ¿Crees que me hace gracia?
--Es cariñoso...
--¿Cariñoso? ¡Un cuerno! Desde que la gallina (señala hacia la Àliga) se ha enterado, que no para de tomarme el pelo.
--Te pintarán de rosa, cuco, y te sacarán en Carnaval--, oigo que dice la gallina, perdón, la Àliga.
--Es que me dan ganas de...

Me retiro con discreción. Estos asuntos indígenas superan mi capacidad como forastero.

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