Posando para una fotografía

Los tambores de las colles de dimonis son imprescindibles, casi tanto como las pólvoras. Su percusión rítmica y grave anuncia el paso de los demonios, cubre la retaguardia. Si las chirimías proporcionan una melodía para el baile, los timbalers marcan el ritmo de la procesión. Nada se les resiste.

Comparen las dos fotografías. En una, los dimonis posan en solitario. En la otra, se amontonan los timbalers.

Fíjense un poco y descubrirán la maza de Lucífer. Es el líder de la colla, el que contesta los versos que recitan todos los diablos y sentencia la suerte del pecador, y el protagonista indiscutible de la quema de petardos, pues su maza es, pardiez, depósito de mil estruendos y caja de resonancia de explosiones y estallidos.

En una de las fotografías es fácil distinguir al caballero que representa a la señora de Lucifer, la Diablesa. Les daré una pista: se cubre las más de las veces con una capa azul (en imitación a la Virgen María). La Diablesa tiene un papel importante en los versos satíricos de las colles de dimonis, donde salen a relucir los pecados del pueblo, y suele ser interpretada por un varón. Hace de señora de su casa y propone maldades a Lucifer.

Como ven, hay mucho más de lo que se ve a simple vista. Lo que parece ser un montón de gente que quema petardos sin ton ni son resulta amagar un intríngulis de simbología, interpretación y logística (que no falten petardos, tabaco y cerveza) que escapa las más de las veces a los turistas menos avezados.

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