Menos caca, que no llega

Existen pruebas documentales sobre el uso de papel higiénico en China, en el siglo VI aC. En la Edad Media, la lechuga cumplía la función higiénica del papel, hasta que algún tipo con mucha hambre descubrió que era comestible (la lechuga, quiero decir). Pasaron siglos de ensaladas y extrema porquería hasta que alguien descubrió el papel higiénico moderno.

Sea como sea, no es broma: los directores de los colegios de Barcelona recibieron, a finales de septiembre, una carta titulada, copiaré, establecimiento de ratios máximas de consumo de papel secamanos, higiénico y otros, que remitía el Jefe del Servicio de Limpieza de la Dirección de Construcciones y Mantenimiento Escolar del Consorcio de Educación de Barcelona (su tarjeta de visita debe de ser en cinemascope). En el Consorcio de Educación de Barcelona mandan la Generalidad de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona, y responde de los colegios de la ciudad.

El jefe de tan largo título explicaba en esa carta que, por respeto al medio ambiente, por inscribirse en la Agenda 21, se veían obligados a ahorrar papel higiénico. El personaje explicaba que muchos centros consumían un nivel asumible (sic) de papel, pero señalaba que el consumo de papel variaba mucho de un centro al otro, y esto, señores, no puede ser. Así que, sin pensárselo dos veces, el personaje anunció normas igualitarias de consumo. Eso quiere decir que se limita el consumo de la siguiente manera:

-- 25 metros de papel higiénico doméstico por mes y alumno.
-- 22 metros de papel higiénico industrial por mes y alumno.
-- 11 metros bobinas secamanos por mes y alumno.
-- 15 metros de toallitas zigzag por mes y alumno, que serían 20 en las escuelas especiales.

Esto da para hacer caca una vez al día, y no mucha, y limpiarse las manos una vez sí y otra no después de hacerla.

Sea como sea, el jefe de tan largo título amenaza (es un decir) a los directores de los colegios, pues tiene en sus manos las estadísticas y sabe quién consume más o menos. Así que cuidadito, que sé quién eres y donde vives. Eso sí, el jefe de tan largo título reconoce que existe un consumo de papel debido a otras variables (sic). Los maestros también hacen pipí y caca, el personal de limpieza tira de los papeles, etcétera. Hay que poner freno a tales desmanes.

Una segunda carta, con el mismo remitente, contenía una tabla que ponía los pelos de punta. En una columna, el consumo de metros de papel por alumno y mes del centro. En la otra, el que tenía que obtenerse. Para que no haya confusión, negro sobre blanco.

En algunos casos, el problema es serio. El País menciona un centro de educación especial que gastaba mucho papel higiénico doméstico (199 metros por alumno y mes) y demasiado papel de bobina (casi 43 metros por alumno y mes). El problema del centro es que no recibe papel higiénico en bobina industrial, ni ningún otro tipo de papel al por mayor; sólo pueden tirar del papel higiénico doméstico, porque no tienen nada más. Considérese ahora que sus alumnos especiales realizan actividades (eso que antes se llamaban clases) de cocina, de artes plásticas y demás, donde se ponen perdidos de harina, pinturas, huevo, arcilla... Si un niño normal se pone como se pone, un alumno especial se pone al cubo. El gasto de papel es considerable, si uno quiere devolver un niño reconocible a su familia.

Lo mejor del caso es el cinismo. La excusa del Consorcio de Educación de Barcelona es, ya lo hemos dicho, ambiental. En ningún caso, aseguran, se trata de una medida restrictiva y no puede incluirse entre los famosos recortes, sino en, cito, la normalización del consumo y su correcto control. Asegura el consorcio que las cantidades fijadas son más que suficientes para el uso habitual. Sea como sea, la partida para comprar papel higiénico se ha reducido en algunos casos en más de un 40%.

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