Relojes de automóvil



Decimos que nuestro coche está lleno de relojes, pero en verdad está lleno de tacómetros, taquímetros, velocímetros, termómetros, voltímetros y niveles varios. También suele haber un reloj, es verdad. Fíjense que, hoy en día, estos aparatos están dispuestos de manera estándar en la mayoría de los automóviles. Hubo un tiempo, sin embargo, que no era así.

Los primeros automóviles se carrozaban por encargo. Los propietarios solicitaban tal o cual indicador, y éste aparecía en el salpicadero donde le venía en gana: el velocímetro podía ser grande o pequeño, podía colocarse a la izquierda, a la derecha, arriba o abajo; el termómetro del aceite, lo mismo; el taquímetro se confundía con el voltímetro; etcétera. Es curioso, pero sólo el reloj solía situarse en un lugar determinado, justo en el centro del salpicadero, entre el chófer y el pasajero de delante.

Así nacieron los relojes de automóviles. Es curioso señalar que la mayoría de los relojes de automóviles que se diseñaron a finales del siglo XIX y principios del siglo XX eran relojes llamados de ocho días. Se llamaban así porque la reserva de marcha duraba ocho días: sólo era necesario darles cuerda una vez por semana. Como el automóvil era un instrumento de recreo de los señoritos, solía emplearse solamente los días de fiesta. Los primeros conductores perdían un tiempo precioso antes de rodar por la carretera revisando el nivel del aceite, la presión de los neumáticos, rellenando el radiador con agua destilada... y dándole cuerda al reloj.

Otro elemento destacado era el tamaño de los números en relación con la esfera; a poder ser, grande, para facilitar la lectura. La mayoría de las esferas eran blancas, con manecillas y números en negro, para verse mejor. Sólo algunos fabricantes de relojes se atrevieron, después de algunos años, a montar esferas negras con números y manecillas en blanco.

Otra característica común en algunos de estos relojes era su forma achatada. Como el usuario no lo miraba de frente, sino de lado (pues era el pasajero o estaba conduciendo y el reloj estaba en medio), se intentaba corregir la deformación de la perspectiva ensanchando la distancia entre las nueve y las tres y acortando la distancia entre las doce y las seis. Estos relojes de automóvil ovalados son muy apreciados por los connaisseurs. Algunas marcas modernas tienen modelos de pulsera que los imitan.

En los automóviles deportivos, se podía instalar un reloj cronómetro, o dos, o un reloj y un cronómetro, uno al lado del otro. Hay que notar que el cronómetro está siempre en el lado del pasajero, porque el que conducía ya tenía bastantes problemas con mantener el coche en la carretera. Como la mayoría de los coches deportivos de la primera mitad del siglo XX tienen el volante a la derecha (para que el chófer evitara las cunetas), el cronómetro suele ir a la izquierda, excepto en los automóviles ingleses, japoneses y checoslovacos, que iban al revés.

Finalmente, cabe señalar otras características curiosas. La mayoría de las coronas de los relojes de automóvil antiguos no están en las doce, sino en las seis, a veces en las nueve y alguna vez incluso detrás (entonces, se sacaba el reloj del salpicadero para darle cuerda). Algunos fabricantes de relojes crearon relojes de bolsillo que se adaptaban a un hueco hecho a propósito en el salpicadero... o relojes de automóvil que se adaptaban al bolsillo, no me queda muy claro.

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