Me siento ciudadano antes que mujer


Doña Clara Campoamor, dirigiéndose a las masas a través del micrófono.

Clara Campoamor tenía derecho a voz, pero no a voto. Era diputada en las Cortes Generales de la Segunda República Española por el Partido Republicano Radical. El 1 de octubre de 1931, desde lo más alto del estrado dijo, alzando la voz: 

Me siento ciudadano antes que mujer. 

También dijo, ahí es nada: Sólo aquél que no considere a la mujer un ser humano es capaz de afirmar que todos los derechos del hombre y del ciudadano no deben ser los mismos pra la mujer que para el hombre. 

Se discutía el sufragio universal para los mayores de 23 años, fueran varones o mujeres. En otras palabras: la mujer ¿tendría derecho a voto en la Segunda República Española?

Doña Victoria Kent, uno de los mejores políticos de la Segunda República Española. Quiso retrasar el sufragio femenino unos años, para liberar a las mujeres de la influencia de la Iglesia y los conservadores.

Qué paradoja. Las izquierdas veían con malos ojos conceder el voto a la mujer. Estaban convencidas de que las mujeres eran conservadoras (por no decir reaccionarias), más contrarias al progreso que los varones. Por eso, la principal adversaria de la señora Campoamor fue doña Victoria Kent, del Partido Republicano Radical Socialista, que dijo (cito): 

Por hoy, señores diputados, es peligroso conceder el voto a la mujer. 

También se opuso don Roberto Novoa Santos, de la Federación Republicana Gallega. Dijo lo mismo que la señora Kent, que las mujeres van a convertir España en un Estado conservador y teocrático (sic). 

Roberto Novoa (o Nóvoa) Santos, antifeminista, médico patólogo, catedrático y partidario de las teorías de Freud sobre la histeria femenina.

Afirmó: [...] Es posible o seguro que hoy la mujer española, lo mismo la mujer campesina que la mujer urbana, está bajo la presión de las instituciones religiosas. [...] ¿Cuál sería el destino de la República si en un futuro próximo, muy próximo, hubiésemos de conceder el voto a las mujeres? Seguramente una reversión, un salto atrás. [...] ¿Nos sumergiríamos en el nuevo régimen electoral, expuestos los hombres a ser gobernados en un nuevo régimen matriarcal, tras del cual habría de estar siempre expectante la Iglesia Católica española?

También empleó argumentos biológicos (sic). Dijo: [...] Y es que a la mujer no la domina la reflexión y el espíritu crítico; la mujer se deja llevar siempre de la emoción, de todo aquello que habla a sus sentimientos, pero en poca escala en una mínima escala de la verdadera reflexión crítica. [...] Se haría del histerismo ley. El histerismo no es una enfermedad, es la propia estructura de la mujer; la mujer es eso: histerismo y por ello es voluble, versátil, es sensibilidad de espíritu y emoción. Esto es la mujer. [...]

Después de tantos argumentos y discusiones, se aprobó por 161 votos contra 121 el siguiente artículo de la Constitución: 

Artículo 36. 
Los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de veintitrés años, tendrán los mismos derechos electorales conforme determinen las leyes.

Hace 80 años, en las elecciones generales del 19 de noviembre de 1933, las mujeres participaron, por primera vez en la historia, en un sufragio universal. ¡Felicidades!

Postdata: Muchos historiadores han señalado desde entonces al voto femenino como responsable del triunfo de la derecha. ¿Fue así? Lo cierto es que venció la CEDA de José María Gil-Robles (115 diputados) y el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux (102 diputados), además de la Lliga de Francisco de Asís Cambó (24 diputados). A los dos años que siguieron se los llamó bienio radical-cedista, aunque es mucho más conocido como bienio negro por las izquierdas. A esta tesis se responde con la pregunta: ¿Se quedaron las mujeres en casa cuando venció el Frente Popular?

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