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La noticia del año


Damas, caballeros, lectores todos, he de lamentar una grandísima pérdida. Me explicaré.

Hace pocos días, leí con gran placer y muchísima admiración la que consideré, sin ningún género de duda, la noticia del día, con ánimo de serlo también de la semana, del mes y del año. La noticia me produjo esa íntima emoción, esa súbita estupefacción, ese destello de alarma que provocan las más grandes e inesperadas noticias.

Decía la noticia que una excursión de abuelitos del IMSERSO al Parque de la Naturaleza de Cabárceno (Cantabria) un poco más y no acaba en tragedia. La culpa había que atribuirla a un hipopótamo. 


Ahí temí lo peor. Porque, no sé si lo saben, el hipopótamo es un mamífero peligrosísimo. Mata a más seres humanos en África que el cocodrilo, en cualquiera de sus variantes. Es un animal malhumorado, grosero, impaciente, que embiste y ataca con ferocidad a cualquiera que se entrometa en sus asuntos o se le acerque demasiado, queriendo o sin querer, lo que ha provocado toda clase de disgustos a los que frecuentan su hábitat. Temía, pues, que el hipopótamo hubiera embestido a los viejecitos y ocasionado una matanza entre los mismos. Pero, no. El hipopótamo se había limitado a tirarse un pedo.

Un pedo. Tal cual. Se tiró un enorme y sonoro pedo, decía la noticia, y al instante tres de los abuelitos, en primera línea del disparo, cayeron fulminados por las emanaciones gaseosas del gigantesco estómago hipopotámico. ¡Pam! y tres abuelitos prácticamente asfixiados, que, gracias a Dios, pudieron recuperarse de la intoxicación así les dieron un poco de oxígeno y los sacaron de la zona afectada por el cuesco.

Contaba el magnífico relato que el cuidador de semejante bestia dijo que el hipopótamo llevaba unos días con retortijones y flatulencias y que... En fin, liberó sus males en un peer monumental que se llevó por delante las ánimas del personal.

Ya me frotaba yo las manos queriendo comentar semejante noticia, tan buena se mirase por donde se mirase, cuando llegó a mis manos la confirmación de su falsedad. ¡No era cierta! El hipopótamo, en efecto, se tiró y sigue tirándose sonoros pedos, pero ninguno provocó el efecto descrito. La noticia, me cuentan, se publicó en un medio humorístico llamado Aquí Hay Noticia.

Más exactamente, aquí:

Pero la noticia saltó a la prensa, que la tomó por buena y la publicó acto seguido. Tal cual.

En fin... Que no era cierto. Pero ¡qué risas!

Alucinante



Tengo que confesarles que ya llevo dos intentos de escribir una novela de humor basada en la Cataluña contemporánea... y dos sonoros fracasos. Hagan lo que hagan mis personajes, por muy imbécil que sea, por muy absurdo que pueda parecer, queda en nada cuando, al día siguiente, me enfrento con los periódicos y las noticias del día. 

Hasta tal punto me superan los acontecimientos que he abandonado la idea, dándola por imposible. Si me limitara a describir apenas una parte de lo vivido estos días o durante los últimos cinco años, el disparate sería tan mayúsculo que ningún editor se atrevería a publicarme y los lectores profesionales argumentarían una falta de verosimilitud absoluta. Con razón, además, porque yo mismo no podría dar carta de crédito a tanta barbaridad y tan seguida.

Si no fuera por el daño que ha hecho, hace y seguirá haciendo a mi gente y a mi país, es para morir desternillado de risa o asfixiado de pasmo. Es alucinante. Más todavía si consideramos al público, que baila al ritmo que le marcan desde el disparate nacional, lo que me resulta todavía más alucinante. ¿Toda esa gente no se da cuenta...? No, no se da cuenta. Ay.

Ya no corresponde preguntar si este señor, o esa señora, bebe o fuma, sino dónde compra esa sustancia que toma, porque ha de ser la pera. Porque sí, porque visto lo visto ha de ser la pera, la pera limonera, y cabe investigar si no será algo que le echen al agua del grifo. En serio, no atisbo otra explicación.

La independencia de la independencia


Leo que la Vall d'Aran se pronunciará en breve (quizá este lunes) y solicitará independizarse de Cataluña. Simbólicamente, lo sé. Con la intención de seguir siendo española, digo yo, aunque no se descarta que quiera sumarse a la colección de microestados. A estas alturas del cuento, me lo creo todo. 

Que alguien se quiera independizar de la independencia lo entiendo, ¡cómo lo entiendo! Es un coñazo. Me gustaría poder hacer lo mismo y hay días en los que me pregunto por qué no nací portugués.

La luz al final del túnel


Hoy se ha dado carta de autenticidad y se ha corroborado una vez más que la estupidez es mucho más dañina que la maldad. Ahí vamos y a ver quién arregla esto.


El primer sable roto


Ayer, ay, rompí mi primer sable. Además, por la espiga. Me quedé con la empuñadura en la mano, tal cual, después de un choque de cazoletas. El arma llevaba conmigo un año y diez meses y me había dado muy buen servicio. Nadie sabe muy bien por qué o cómo, se había curvado ligeramente, como un sable de caballería ligera francés AN XI, que tanto me gusta. Pero ¡bueno! Otra hoja sustituirá a la hoja perdida, es ley de vida.

El incidente me recordó famosas roturas de sables, entre las que destacan las famosas roturas de los generales y mariscales de Francia durante las guerras napoleónicas, que no ganaban para hojas. Dicen que Ney en Waterloo rompió cinco sables y reventó a tres caballos, o fueron cinco caballos y tres sables... Ay... Da lo mismo, una barbaridad.

Aquí tienen al general Lasalle.

Sin embargo, el beau sabreur por antonomasia es el general Lasalle, todo un personaje. ¡Anda que no rompió sables...! O los perdió. Uno en concreto lo perdió y lo volvió a recuperar, y la historia es como sigue:

Lasalle marchó a Egipto con Bonaparte en 1798 como coronel del 7.º de Húsares y en la batalla de las Pirámides consigue cortar la retirada de los turcos (mamelucos). Esa hábil y muy arriesgada maniobra le valió el ascenso a general de brigada. Fue entonces, seguramente, cuando se hizo con un magnífico sable mameluco y siempre más llevaría uno consigo en vez del sable de reglamento. Además, lo puso de moda.

Cerca de un mes más tarde, cuando acompaña al general Desaix en su avance hacia el sur en su ascenso por el Nilo (en el Nilo se asciende yendo hacia el sur), se enfrenta de nuevo a los turcos en la batalla de Salalieh. Y es ahí donde pierde y recupera su sable.

Era un 21 de agosto, en Egipto. Calor aparte (y no sería poco), los franceses se enfrentaron a los mamelucos una vez más. Como dijo Napoleón, un mameluco vencerá a un francés; diez contra diez, el asunto acabará en tablas; cien contra cien, la victoria francesa será aplastante, y la razón es la organización de la caballería francesa contra el arrojo caótico de los mamelucos. Digo esto porque no sería fácil intentar sobrevivir en una melée contra la tropa mameluca, sablazo va, sablazo viene, en ese justo momento en el que no vale para nada toda esa organización de la que tanto presumía (y con razón) Bonaparte y predomina el temido caos.

Ahí estaba Lasalle, en primera línea, como siempre. En éstas, ay, un sablazo le corta la correa que sujetaba el sable a la muñeca y el sable le cae al suelo. (Sería, seguramente, un bello ejemplar de sable mameluco, quiero imaginarlo así.) ¿Qué hace Lasalle? ¡No se lo pierdan! En medio del fregado, desmonta, va de aquí para allá buscando su sable (¿Ha visto usted un sable por aquí, joven?), da con él, lo empuña, vuelve a montar y continúa donde lo había dejado, ante la estupefacción del personal. No hay ni que decir que venció. 

Esa muestra de valor suicida provocó una grandísima admiración entre amigos y enemigos y se ha convertido en leyenda. Ahí la dejo, para uso y disfrute del personal.

Cuatro príncipes



Leí, en otra parte, hace un tiempo, que los primeros años del siglo XVI fueron la Época de los Césares. Ese autor citaba a Carlos, el primero de aquí y quinto de allá, y a Solimán, el Magnífico, enfrentados el uno contra el otro por el control del Mediterráneo. En la madurez del Renacimiento, en efecto, la monarquía europea y sus más inmediatos vecinos adquirieron un aspecto imperial y hablar de césares me parece muy acertado. También, cómo no, hablar de príncipes, título muy renacentista.

Por eso John Julius Norwich, segundo vizconde de Norwich... Qué bueno, un vizconde... Por eso, decía, este ensayo relativamente breve, pero muy interesante, se titula Cuatro príncipes. Publica la obra Ático de los Libros, muy bien editada, y promete más obras del señor vizconde, lo que nos alegra muchísimo.

Estos cuatro príncipes son cuatro personajes que marcaron una época, un estilo, bajo cuya influencia cambió (o comenzó a cambiar) Occidente de una vez y para siempre. Cuatro personajes, además, interesantes en sí mismos. Juzguen, si no: Carlos, el primero de aquí y quinto de allá, el príncipe más poderoso de la Cristiandad, aunque visto de cerca...; Solimán, el Magnífico, de la siempre poderosa, exótica y misteriosa Turquía de los sultanes; Francisco I de Francia, un rey renacentista de pe a pa y más francés que una baguette; Enrique VIII de Inglaterra, que no necesita casi presentación, aunque sorprenderá a muchos. En suma, resumen y consecuencia, un caramelo para los aficionados a la historia.

El señor vizconde, un gran erudito, escribe historia como sólo saben hacerlo algunos ingleses, con una naturalidad y una habilidad que proporciona a la lectura de un ensayo la emoción de una novela. La confrontación de estos cuatro personajes, obligados a compartir el escenario, celosos uno del otro, adversarios, aliados, enemigos, según el día, es fascinante. Si además está narrada como en este caso, es un placer conocerla.

Un servidor de ustedes no deja de maravillarse por los costosos alardes de vanidad de unos y otros. El encuentro entre Enrique VIII y Francisco I, las excentricidades del sultán y su monumental maquinaria militar, la campaña de Carlos para obtener el título de emperador... Es un empezar y no parar de lo que parece un corral con pocas gallinas y demasiados gallos. Y es, por eso mismo, de lo más entretenido. ¡Qué personajes! Ya no hay personajes así.

Recomiendo la obra tanto a los entendidos en esta clase de asuntos como a los simplemente curiosos. Es una obra accesible que dice cosas muy interesantes, las dice muy bien y resulta un obsequio para el lector.

Entrevista en RNE


Estoy que no paro, y ¿saben qué les digo? Que me gusta.

Ahí va la última entrevista, para hablar de mi libro, en RNE, en el programa Un mundo feliz.

Fue un placer.

http://www.rtve.es/alacarta/audios/en-un-mundo-feliz/mundo-feliz-23-10-17/4266498/


¡Yo también quiero el 155!


Hace unos días que se habla de lo que harán o dejarán de hacer con la aplicación del artículo 155 y es evidente que a más de uno le tiemblan las piernas. Yo no las tengo todas conmigo y rezo para que no sea peor el remedio que la enfermedad, aunque, vista la enfermedad, ¿qué otro remedio queda? 

¡Al grano! La cuestión es que el Gobierno de España ha puesto el ojo en la CCMA (Corporación Catalana de Medios Audiovisuales), el gran aparato de propaganda del prusés. Meter mano en TV3 ha hecho saltar todas las alarmas y un nutrido grupo de directivos y tertulianos fijos han puesto el santo al cielo porque les va el caviar en ello. ¡Ay, que se acaba el momio!

Y en éstas saltan los consejos de informativos de TVE. ¿Qué dicen? Básicamente, que les apliquen a ellos también el 155 de marras. Tal cual. Ahora verán por qué. Su argumentación es bonísima. Dicen:

Sin entrar en valoraciones que no nos competen, sí creemos oportuno subrayar la paradoja que supone querer intervenir TV3 para "garantizar la transmisión de una información veraz, objetiva y equilibrada, respetuosa con el pluralismo político", cuando en RTVE no se está cumpliendo dicho mandato.

Olé. En toda la cara. Y ahora viene lo bueno:

Lo consecuente sería aplicar esa misma línea en todos los medios públicos, incluido el estatal, toda vez que se ha aprobado recientemente una ley que pretende garantizar dicho objetivo y que debería ser llevada a la práctica de inmediato.

¿Y saben qué les digo? Que tienen razón. Como dijo Charlton Heston en El planeta de los simios, en versión original: Take your stinkin’ paws off me, you damn dirty ape! O, para que se entienda, eso de: ¡Quita tus sucias patas de encima mono asqueroso!

Eso vale para el gobierno de aquí y el de allá. 


Ciao, ciao... (Gran Premio de los EE.UU. 2017)


Este fin de semana, el Circo corrió en los EE.UU., donde la Fórmula 1 es vista con escepticismo y no atrae demasiado. Los americanos son más simples y buscan más el ruido y el espectáculo que no el refinamiento de la Fórmula 1, tecnológicamente muy superior, pero dramáticamente mucho menos interesante.


Sin embargo, hubo drama. En Red Bull, por ejemplo. Uno de ellos rompió el motor, Ricciardo, y el otro, Verstappen, protagonizó una espectacular remontada. Llegó a quedar tercero a poquísimo del final, después de adelantar a un Ferrari, el de Raikkonen, pero los jueces le hicieron perder unos segundos y no pudo subir al podio. Ferrari quedó en segunda y tercera posición y Mercedes-Benz en la primera y la quinta. Ganó Hamilton y si en la siguiente carrera queda entre los cinco primeros, ya ha ganado el Campeonato del Mundo, tal cual. 

En fin: otro año será. Pero nos lo hemos pasado bien, ¿no?

Entrevista con Radio Voz Galicia



Ayer me entrevistaron en Radio Voz Galícia. Les adjunto el enlace del podcast:


Me citan en el minuto 83, entonces habla el escritor Javier Marías de su novela, citan los libros más vendidos por ahí y luego vengo yo, en directo, en el minuto 87. ¡Que sea leve!

Hablo, naturalmente, de mi libro, de filosofía y de cosas parecidas. 


Entrevista en Radio Castilla-La Mancha



Aquí les paso el enlace del Podcast de Radio Castilla-La Mancha. Me entrevistó Vega Hernández en el programa La Colmena, y me trató muy bien. Salgo alrededor del minuto 21 de programa.

Hablamos, cómo no, de mi libro.


Con vosotros


Fotografía de Helio Madeiras, bombero portugués.

Estos días, nuestro país vecino, Portugal, y las provincias gallegas, asturianas y leonesas padecen el castigo del fuego, que, además de arrasar miles de hectáreas de bosque, se ha llevado por delante la vida de docenas de personas. Vaya mi saludo a quienes se enfrentan a esta tragedia y a los valientes que la combaten, y mi más sentido pésame a quienes han perdido algún ser querido.

Un otoño calentito


Cuando un amigo mío me dijo que íbamos a tener un otoño calentito no creí que se refería a esto.



Propuesta utópica


Leí no hace mucho las reflexiones de unos politólogos sobre la importancia de las ciudades (mejor dicho, de las conurbaciones urbanas) en el mundo que viene y dejaron ir un dato interesante, que traslado para que el público lector piense y decida por su cuenta. 

Contaban los escritores que en los países más avanzados de Europa, el gasto público se divide, aproximadamente, de la siguiente manera:

Un 40% corre a cargo del gobierno del Estado.
Un 20% (normalmente, menos), a cargo del gobierno regional, cuya principal ocupación es proveer de servicios a las poblaciones que no pueden proveerselos por sí solas, aparte de invertir en asuntos que atañen a más de un municipio o de encargarse de la recaudación de impuestos.
El 40% restante lo gastan directamente las ciudades y municipios, que tienen grandes responsabilidades en áreas como la protección social, la educación, la sanidad pública, etc.

Se trata, pues, de una administración pública muy descentralizada y próxima al ciudadano, que da poder a las ciudades, que son las principales dinamizadoras económicas, sociales y culturales del país. Y más que lo serán en el futuro.

En cambio, en España (y Cataluña no es una excepción), el gasto público que depende de las ciudades es de apenas un 15%. El resto se reparte a partes más o menos iguales entre el Estado y las Comunidades Autónomas. Con un agravante, que no existe una fórmula de reparto fija y no discrecional, quizá el principal problema del sistema autonómico, que no es corresponsable del gasto público, o no demasiado.

Esto tiene consecuencias. Pongamos a Barcelona y su área metropolitana como ejemplo. En esta área se reúnen dos tercios del total de la población de Cataluña, que generan más de un 80% (a veces, casi un 90%) del PIB catalán. Podemos decir, sin exagerar, que Cataluña es Barcelona y alrededores, y que existe un gran contraste entre esa Barcelona y el resto, político, cultural y social. Es lo de siempre: la ciudad y el campo, liberales y carlistas, etc., en versión contemporánea.

Además, la Generalidad de Cataluña no ha invertido nunca (nunca) más de dos tercios de su presupuesto en esta área metropolitana, mientras recibe del Estado una inversión más o menos a la par. Si el poder presupuestario (y político) de Barcelona y su área de influencia fuera como el de una ciudad equiparable en Alemania, otro gallo cantaría (o hubiera cantado).

Como nos esperan años de volver a empezar y pensar qué queremos, seriamente, esta vez, quizá convenga darle vueltas a este asunto. Sé que caerá en saco roto y que suena a propuesta utópica, pero ¿es tan mala idea?

¡También es casualidad!


La primera vez que alguien mencionó el 155, así, tal cual, creí que me hablaban de un modelo de Alfa Romeo, el 155 (el Tipo 167 en el código interno de Alfa Romeo). Fue un coche que causó sensación en su época, más que nada por su diseño (un gran volumen interior y una aerodinámica notable), aunque su mecánica provocó polémica, al ser un tracción delantera (algo que provocó incomodidad en los más fanáticos alfistas), por no hablar de su fiabilidad (algo de lo que los alfistas nunca hablan demasiado). El modelo marcó una época de transición y merece ser recordado.


Pues el 155 se presentó al mundo en Barcelona, en 1992. El 155, el otro, es casi seguro que también se presentará en Barcelona, en breve. Veremos qué tal es su diseño y su fiabilidad y cómo lo recibe el público. Crucemos los dedos.

La magia del asunto


La política, la gestión de la res publica, ha de ser llevada a cabo con la ayuda de la razón y el raciocinio. Tendría que ser así y desde que los griegos inventaron la democracia, incluso antes, este punto se subraya una y otra vez, no se nos vaya a olvidar, no vayamos a dejarnos arrastrar por la pasión y perdamos de vista que la política es el resultado de una discusión de argumentos, no de sentimientos, basados en hechos, no en creencias. Digo es, pero, ay, resulta que hoy es un tendría que ser y no es. Salta a la vista.

Bajando a los hechos, tenemos un ejemplo en el asunto que trae de cabeza a los catalanes; esto es, quién coño nos manda, qué coño está haciendo y por qué. Las consecuencias las estamos pagando y las pagaremos todos, pero merece una especial atención la magia del asunto, y no se trata de una expresión metafórica, sino realmente de magia.


Ciertamente, las relaciones entre el prusés y la magia y el esoterismo merecerían un estudio desapasionado y objetivo, que sorprendería a muchos. 

Cabe recordar que el pujolismo (y con él, todo el follón) se inició en un movimiento nacional-católico (como el franquista, pero con otra bandera) llamado Crist-Catalunya, donde se mezclaba la religión con la política (versión identitaria-supremacista), lo que siempre, siempre, resulta en una mala combinación y nunca, nunca, entra en el terreno de la discusión razonable sobre hechos objetivos. El señor Pujol se aficionó a la mística y no tardó en pillarle el gusto a la magia, porque quien cree en una idea rara puede creer perfectamente en dos, y ya puestos, en tres o cuatro.

Sólo recordaré el caso de la bruja Adelina, que en su día mereció algunos apuntes de El cuaderno de Luis. Pasen y vean el género de padre de la patria que nos ha tocado en suerte. Si no los leyeron en su día, léanlos ahora, cuando tengan un poco de tiempo.

La bruja Adelina
La fraudulenta sociedad del señor Pujol y la bruja Adelina
Declaraciones de la bruja Adelina

Desgraciadamente, añado, el caso de la bruja Adelina no es exclusivo del pujolismo. Tenemos a Martita, la echadora de cartas, de la que hablé en su día (poco, en verdad), aquí:

Dios mío, qué panorama tenemos...

Pero otros protagonistas del asunto tienen también conexiones mágicas y místicas. Para ello, nada mejor que la Iglesia, actor muy principal en el prusés, aunque de tapadillo. Las reuniones del señor Junqueras en la abadía de Montserrat con los padres benedictinos merecería una investigación. También, sus relaciones con el cuerpo cardenalicio del Vaticano, mencionadas, pero nunca exploradas en profundidad. ¡Llamen a los vaticanistas!

Los discursos del orondo dirigente republicano parecen sermones y su afición a decir que él es bondad y amor, entre jipíos y lagrimones, y que quien no esté con él sólo puede ser contrario al Señor nos muestran, en primer lugar, un preocupante desequilibrio emocional en situaciones tensas y, en segundo lugar, una fe y un arrobamiento místico que ciega la razón, asunto que también invita a considerar el tema de la magia, el misticismo y la psiquiatría en todo esto, o el pronto ingreso en un seminario del líder republicano, para que pueda abrazar su verdadera vocación.

La mujer del señor Mas (y el mismo señor Mas) es también de la cuerda nacional-católica, muy nacional y muy católica. ¿Se acuerdan del discurso de las peras y las manzanas de la señora Botella de Aznar? Pues más o menos en aquel entonces la señora del señor Mas hizo unas declaraciones en televisión sobre el matrimonio homosexual (en BTV) que dejaban las de la señora Botella de Aznar muy, pero que muy atrás. En Cataluña nadie se hizo eco de ellas; fuera del país, no le importaron a nadie. Pero su intransigencia con el pecado contra natura, que dijo, me puso los pelos de punta y ya no hablo de lo que exclamaron los colectivos ésos de tantas letras (LGTB y no sé cuál más). Fue terrible. Acto seguido, largó sobre la patria y la religión como un todo que, la verdad, me provocó escalofríos y me recordó más a Calvino, a Savonarola o a un imán integrista que a un católico normalito. Supongo que, si las buscan, en algún lugar estarán estas declaraciones. Más magia al saco.

Pero, claro, también tenemos a un ministro del Interior con un ángel de la guardia llamado Marcelo... En fin, que hay para todos.

El que faltaba en la comedia es el señor Puigdemont que, ay, también es aficionado al esoterismo. De hecho, hace ya meses que se publicó (y no se ha desmentido) que su señora considera seriamente que tiene poderes psíquicos; es decir, que es un poco vidente y tal, ese tipo de cosas. No lo dice por hacer broma, sino que, al parecer, cree en ello y se lo toma en serio. El matrimonio, visto lo visto, se sumaría a la larga tradición pujolista con creencias religiosas aderezadas con magia y esas cosas tan guays del Veo, veo.

Finalmente, hacer notar que el día del referéndum del uno a cero el Virolai (el himno mariano catalán por excelencia) fue uno de los cánticos más recurridos por los manifestantes, que lo entonaban como si fueran esos cristianos de la película Quo Vadis? arrojados a los leones, que hacen exclamar a Nerón (un magnífico Peter Ustinov): ¿Por qué cantan? El paralelismo es, si quieren, casual, pero muy acertado. Ahí estaban, prestos al martirio, cantando a la Virgen María, mientras sus apóstoles a saber dónde estarían, pero no, desde luego, en primera línea.

Todo esto, madre de Dios, en la Comunidad Autónoma con más ateos de España y con menos gente que acude a misa. ¿Será verdad que a falta de una fe el público busca otra y se abrazan a ella? De verdad, de verdad, que esto merecería un estudio muy serio, pero que muy serio, sobre algo tan tremendamente surrealista. Nos hemos vuelto todos locos.

Oportunidades perdidas


Lamentarse por lo pasado y por lo que pudo ser es inútil, porque no será, aunque el recuerdo sirve como experiencia y sirve para prevenir, no siempre con éxito, la que nos espera. En este caso, son cinco años de prusés (en minúsculas, porque no merece mayúscula), final apoteósico (y todavía inacabado) de treinta años de pujolismo con Pujol y sin Pujol. ¡Cuánto daño nos ha hecho! El daño que nos caerá a partir de ahora sólo podemos imaginarlo y rogar por que sea pequeño, cosa que veo difícil. ¿Cuál será el balance de cinco años de prusés? La ruina moral, social y económica del país, que puede ser más de lo que vemos o quizá no tanta como tememos, pero que, grande o pequeña, ruina será. Por no hablar del daño a las instituciones y la política, que deja la puerta abierta al diablo.

No es éste ni el momento ni el lugar para hablar de lo que a mí, personalmente, me ha hecho daño, y no ha sido poco, ese daño, en lo económico, en lo personal. Justo cuando comenzaba a recuperarme, han conseguido que el fanatismo se haya inmiscuido entre mis amistades, provocando daño sobre daño, y han arruinado la capitalidad editorial de Barcelona. Mi patria son los libros y mi trabajo, en parte, también, así que imagínense mi ánimo. Gracias, cabrones. Os la guardo. Pero lo que me ha pasado a mí no importa, es una anécdota, no marca tendencia, es un hecho aislado.

Lo que realmente importa es lo que ha sucedido en estos últimos cinco años dominados por un populismo de derechas, porque no es otra cosa, el prusés. Digan lo que digan, no es otra cosa y es perfectamente equiparable al Front National francés, al UKIP británico, a la Lega Nord italiana o semejantes, que infestan Europa con discursos nacionalistas, supremacistas e intolerantes, amagando en su interior gérmenes muy nocivos, que se activan en tiempos de crisis y que alimentan odios fanáticos. ¡Mal asunto!

Como se venden las banderas como progresismo, nadie mira debajo de ellas. Un solo dato basta para mostrar la magnitud de la tragedia: los recortes en educación y sanidad pública y en servicios sociales dependientes de las Comunidades Autónomas. Entre 2009 y 2015, esos recortes fueron de un escalofriante 14,53% del presupuesto, de media, en toda España. En Cataluña, fueron del 26,26%. Recortes hechos con total impunidad, porque el público miraba las banderas, no lo que ocurría detrás de ellas. Esos recortes fueron activados por CiU y apoyados primero por el PP, pero luego por ERC y la CUP, incluso cuando CiU pasó a desaparecer y se mutó en PDECat. Izquierdas... Sin ir más lejos, en las últimas dos semanas, el Gobierno de la Generalidad de Cataluña ha suprimido las ayudas a la contratación de personas con minusvalía. Nadie ha dicho nada. ¿Qué les parece?

Tanta gente no puede estar equivocada, argumentan algunos, señalando a las muchedumbres con bandera y de uniforme. Pues, lo siento, sí que puede equivocarse. Toda esa gente y mucha más, y equivocarse de medio a medio. Sobran los ejemplos, en todos los ámbitos, y creo que alguien tenía que decirlo. Mi argumento en contra es que si toda esa gente se hubiera movilizado bajo la bandera de la justicia y los derechos sociales, y no una de colorines, otro gallo nos hubiera cantado. Imagínense cuál hubiera sido el resultado. Pero imaginar ahora no sirve de nada. Hemos perdido. Todos. Ahora queda levantarse, para volver a empezar. Si nos dejan, claro.

De entrevista en entrevista



Estos días me están entrevistando a menudo en la radio. En este mismo cuaderno pueden haber visto la entrevista en la radio de Sant Vicenç dels Horts, pero en una semana tengo cuatro entrevistas más, lo que no está mal, no está nada mal, para, como dijo aquél, hablar de mi libro. Muy bien, ¿no?

Sí... pero no


Ayer mismo...






Fotografías de Reuters y comunicado de EFE.

En estos tiempos que corren...



Me cuentan que en estos tiempos que corren lo de pensar está mal visto. Especialmente, con sentido crítico, sentido común y de manera razonable. Luego, así nos va.

A esto se ha llegado


Traduzco:
#ningunestadonosharalibres
LA DEMOCRACIA
DURA LO QUE
DURA
LA OBEDIENCIA
La lucha es el único camino.

La delgada línea roja


Aquí y allá se habla una y otra vez de la delgada línea roja. Es una expresión que se emplea para decir que hasta aquí hemos llegado, que no podemos permitirnos pasar de aquí. Lo que mucha gente no sabe es que se trata de una expresión de origen militar, que tuvo su origen en la batalla de Balaklava, el 25 de octubre de 1854, durante la Guerra de Crimea.

Balaklava era un puerto que abastecía a las fuerzas turcas, francesas y británicas en su particular guerra contra el imperio ruso. La defensa de este puerto (que no reunía ninguna de las características deseables para un puerto con tal misión) era vital  para sostener la guerra y la defensa de Balaklava, por lo tanto, una prioridad militar. Por eso, se construyeron una serie de reductos de artillería defendidos por los turcos y los británicos alrededor de la plaza. 

La batalla de Balaklava tuvo cuatro fases. De la primera no suelen hablar los británicos, porque los rusos los pillaron con los calzones bajados y tomaron los reductos con pasmosa facilidad, rompiendo la línea defensiva aliada. La segunda fase fue la delgada línea roja (de la que ahora hablaré); la tercera, la carga de la Brigada Pesada (caballería), que desbarató a la caballería rusa; la cuarta es quizá la más famosa, la carga de la Brigada Ligera, que se desbarató a sí misma en una carga heroica, que quiere decir inútil y sangrienta. Acabó como empezó.

La cuestión es que los rusos habían roto las líneas y la caballería rusa recibió una orden muy poco definida, una orden de ataque que tanto podía referirse al campamento militar, al puerto, a los almacenes de suministro o al primero que pilles por delante... Unos cuatro mil jinetes rusos decidieron, pues, avanzar hacia Balaklava, sin saber muy bien para qué, exactamente. Mientras, en el lado aliado cundió el pánico. La única fuerza entre Balaklava y la caballería rusa era el 93.º Regimiento, escocés (i.e., con faldita), a las órdenes de Colin Campbell, primer barón de Clyde. En total, unos quinientos hombres.

Representación idealizada de la delgada línea roja.
En verdad, ni siquiera vieron la cara a los rusos, que no llegaron a acercarse tanto.

El coronel se puso heroico y dijo que de ahí no se movía nadie, que no habría retirada posible y esas cosas que suelen decirse, regadas con palabrotas e improperios (que luego son convenientemente censurados en los libros de historia). En vez de formar a sus hombres en cuadro (la costumbre frente a la caballería), los hizo formar en línea de dos de fondo (la delgada línea roja). Si la caballería llegaba a tocar la línea, adiós, porque no podría resistir la carga. Pero (atención) los escoceses estaban armados con los nuevos fusiles Enfield de ánima rayada, que empleaban balas Minié, capaces de tirar con precisión a unos trescientos metros y de alcanzar distancias mucho mayores. Eso era algo que un antiguo mosquete no podía hacer.

No suele hablarse mucho de los turcos que se sumaron a las filas británicas, procedentes del campamento a sus espaldas y de los que habían sobrevivido al ataque de los reductos, que llegaban asustados y desarmados. Campell los sumó a la línea. Entonces, la caballería rusa los vio, ahí desafiantes, y enfiló hacia ellos. No toda ni muy decidida, pues creía que se enfrentaba a una distracción, sólo algunos escuadrones.

Hubo varias descargas cerradas. La primera, a 600 metros de distancia. La segunda, a unos 350 metros; la tercera, a unos 150, y ya no hubo más. Con los fusiles anteriores al Enfield, las descargas se hubieran iniciado a los 150 metros y sin tanta puntería. Fue suficiente, porque, aunque apenas produjeron bajas entre los rusos, sí que detuvieron su avance. Les pilló por sorpresa que pudieran disparar desde tan lejos. Fue entonces cuando, sin saber muy bien hacia dónde ir, se les echó encima la Brigada Pesada (unos mil quinientos hombres de la mejor caballería británica) y los desbarató del todo, con una carga de caballería de manual, casi perfecta.

Para disimular las torpezas del despliegue militar británico y sus errores en el campo de batalla, se cargaron las tintas en el heroísmo, que siempre queda bien. La Brigada Ligera, estúpidamente sacrificada, se llevó la palma, pero la expresión de la delgada línea roja (acuñada por un corresponsal de The Times, un tal Russell) tuvo mayor éxito. Su exageración del éxito y la fortuna de la delgada línea roja formada por el 93.º (y a los turcos, que les den) fue notable y así hasta hoy.

En cuanto a los turcos, merece contarse una anécdota. Los turcos que entonces había en el campamento corrieron a formar la línea junto con los escoceses, pero cuando vieron a la caballería rusa volverse hacia su posición, se lo pensaron mejor y entraron en pánico y comenzaron a abandonar la línea. Entonces salió del campamento la señora del oficial turco al mando, escoba en mano (sic), y pilló a su señor marido en plena retirada. Allá mismo, delante de todo el mundo, lo corrió a escobazos y le tiró de las orejas (sic) hasta que dio media vuelta y volvió a la línea. Con él, el resto de los turcos, que no paraban de ser insultados por tan brava mujer. 

Aunque los fusiles turcos no eran Enfield, se sumaron al ruido de las descargas y seguro que tal cantidad de pólvora provocó que los rusos se lo pensaran dos veces antes de seguir avanzando en esa dirección. Desgraciadamente, el nombre de tan feroz señora no ha quedado registrado en los libros de historia, pero sí su meritoria acción.


Adiós (Gran Premio de Japón 2017)



Ahora va y rompe el motor... El Ferrari de Vettel, me dicen, ha tenido fallos en el sistema de encendido (una bujía, mira tú por dónde) y ha tenido que retirarse. De todos modos, el Mercedes-Benz de Hamilton parecía intratable y no ha cometido fallo alguno. Así que ¡adiós! Será muy difícil superar en cuatro carreras que quedan los 57 puntos de diferencia entre uno y otro, sobre todo cuando la mecánica de Ferrari llega al final en peores condiciones. Pero ¡no ha ido tampoco tan mal! Como han dicho en Maranello, hoy, pese a todo Forza Ferrari!

La mejor crítica


Hace un par de días recibí el siguiente mensaje de uno de mis lectores:

Hoy vuelvo a leer.
Y a reír.
Gracias.

Ni les cuento lo contento que me puso.


Fresas



Tengo en lo más alto de mi consideración lectora a Roth, a Joseph Roth. Nunca me ha defraudado y alguna vez me ha elevado a lo más alto. Tiene obras mayores y menores y ¡fíjense! quizá sea en las menores en las que apunta sus mejores maneras.

Lo digo porque Acantilado acaba de publicar, magníficamente traducida por Berta Vias Mahou, Fresas, de Joseph Roth. Es una obra inacabada y es, sin embargo, redonda y perfecta en su imperfección. Podría haber tenido más o menos páginas y creo que daría lo mismo. Cada página es, en sí misma y en relación a las demás, una pequeña (gran) demostración del oficio de la escritura y un verdadero placer de lectura.

Roth nos traslada a un pueblo del este de Europa que tiene mucho que ver con el pueblo en el que nació y nos presenta a una serie de personajes que serán recurrentes en algunas de sus obras. Se expresa en un tono levemente humorístico, a ratos irónico, evidentemente nostálgico, que comparte el recuerdo de un mundo perdido para siempre, víctima del tiempo y las circunstancias. Poco más o menos lo que nos pasa a todos, que añoramos el paisaje de la infancia, o lo añoraremos, si todavía no se ha dado el caso. Pero nadie añora como Roth, nadie.

Malos tiempos para la lírica


Me han llegado por varios amigos y conocidos noticias de compañías de teatro y gentes de la farándula que, con independencia de su postura política y afición por uno u otro bando, contemplan con preocupación el acontecer de estos últimos días y de los días que se avecinan. No estoy hablando de política, sino de teatro. Más allá de una crisis institucional, de una población enfrentada y una masa poseída por una pasión enloquecida, aparte del siempre poco recomendable dominio de la emoción sobre la razón en las cuestiones políticas, sin olvidarnos de la posibilidad de recibir palos en cualquier momento, dejando a un lado todo eso, la gente no va al teatro.


"El teatro está en la calle", me dice una. "De un tiempo a esta parte, las salas están más vacías de lo normal", señala otro. "Son tantas cosas que la última vuelve a ser el teatro", se lamenta una tercera persona. Incluso me he tropezado con un aficionado pesimista que, irritado, observa que el resultado evidente de todo este follón es que tendrán que prorrogarse los presupuestos del Estado y que, en consecuencia, el 21% de IVA que soporta el teatro seguirá vigente, una vez que habían prometido rebajarlo. "También es mala suerte", añadía, al final. Esta queja tiene un punto egoísta, pero no deja de ser cierta.

¿Qué hacer? Una compañía ofrece descuentos a las parejas que asistan a la función, por ejemplo, y otra pone un día del espectador de más, con entradas más baratas. Es inútil apelar a la publicidad, porque el ruido mediático es tan alto estos días que pasaría desapercibido cualquier anuncio. Muchos echan mano de las redes sociales y envían guasaps a sus amigos, por ver si así consiguen alguna cosa, a tal extremo ha llegado su impotencia.

Quizá convenga regresar al teatro, descubrir que existe vida más allá de las banderas, dejarse llevar por emociones trágicas o cómicas que nada tengan que ver con patrias o cuestiones de fe, ésas que dividen más que unen. Un escritor ruso (soviético, en verdad), Vasili Grossman, dijo algo así, que se quedó grabado en mi memoria: Siempre que alguien predica el Bien acaba haciendo daño. No creo en el Bien. Creo en la bondad. Seamos bondadosos, por favor.

Suena cursi, lo sé, es cursi... ¡Con lo poco que me gusta la cursilería...! Entono el mea culpa y no sirve como excusa que viva malos tiempos. Eso sí: al menos agradezcan que no sume gatitos a la propuesta. Y vayan al teatro.

Fundamentos de la comunidad política


La comunidad política ha de establecerse alrededor de los derechos (y deberes) políticos de las personas (básicamente, sus libertades) y la justicia social (que ha de permitir ejercerlas), en relación con la república (la res publica, lo que es de todos). De esta máxima se deduce que el gobierno ha de basarse en la democracia (por lo general, representativa) y en la separación de poderes, diseñada para impedir que la voluntad de una mayoría no suprima los derechos políticos de las minorías. Lo de siempre, nada nuevo bajo el sol. Lo he resumido, pero creo que ya se ve por dónde voy, por una sociedad abierta a la alteridad.

Si la comunidad política se establece alrededor de la identificación con una creencia, ideología o sentimiento, que suele ser ajena a lo objetivo y se mueve en el terreno de la fe, no en el ámbito de la razón, en el que ha de moverse lo concerniente a la república, si es así, digo, la minoría que no crea, piense o sienta lo que cree, piensa o siente la mayoría está vendida y sus derechos se verán amenazados, y sus personas. Incluso si el gobierno es democrático será así. La república deja de ser de todos para convertirse en un coto privado de los que comparten una fe que no atiende a razones, por definición. Es una sociedad cerrada a la alteridad.

Dicho esto, soy partidario del primer caso, el de una sociedad abierta. A partir de ahí, habrá que ponerse a trabajar para mejorar lo que es de todos y procurar más justicia, libertad y felicidad a las personas, aunque el sistema, ay, nunca será perfecto y la justicia, la libertad y la felicidad nunca sean del todo completas. Pero para eso estamos, para mejorar y progresar, ¿no?

Entrevista en 10contra1


Ayer me entrevistó Rafa Gamboa, del programa 10contra1 de Radio Sant Vicenç (90.2 FM). La verdad es que me lo pasé muy bien y ¡mira por dónde! No sólo me grabaron el sonido, sino también la imagen.



Los archivos de sonido están en:

Triste


En tiempos de los grises, uno recibía la primera comunión el día que por primera vez recibía una hostia (un porrazo) de los grises. Hoy tengo amigos que han celebrado la primera comunión, y amigos entre las fuerzas del orden, amigos que han acudido a los colegios electorales y amigos que se han encerrado en casa, helicópteros sobrevolando mi barrio, un lío enorme en la calle y odio a paletadas por todas partes. 

Estoy triste. Hace ya un tiempo, pero ahora mucho, mucho más que antes, vivo silencios incómodos, no puedo discutir (como tanto me gusta) de política, ni mucho menos llevar la contraria (algo que me encanta), porque luego tengo amigos y conocidos que frecuento desde hace cuarenta años que me han gritado fascista en la cara y quienes han organizado todo esto siguen arrojando bilis y mentiras por todas partes, regando la tierra en la que crece un fanatismo estúpido. Veo supremacismo por aquí, ceguera por allá, irresponsabilidad por todas partes y me encuentro solo, desamparado. Es lo que siento, qué quieren, y creo que mi situación la comparten algunos. El fanatismo asusta a la razón y aborrece el humor. Ni reír se puede. Mal asunto.

Mi posición política no creo que importe demasiado. Es pública, además. Tengo mis razones para pensar como pienso. Algunas son personales y sentimentales, circunstanciales, pero intento que prevalezcan las razonables y objetivas y defiendo mi punto de vista con argumentos, esperando que el otro haga lo mismo, para que ambos podamos aprender y comprender. ¿Para ponernos de acuerdo? No tiene por qué, pero sí para ser mejores. Lamentablemente, hace ya mucho tiempo que las discusiones no hacen más que envilecernos a todos, porque ya no se atiende a razones.

A quien lo ha hecho posible, gracias. Ojalá te duela.

Ahí seguimos (Gran Premio de Malasia 2017)


Ahí seguimos, sí, pero no da para tirar cohetes. Ferrari sigue plantando cara, pero con problemas en el motor. Concretamente, me dicen, en el turbocompresor. De hecho, Raikkonen ha tenido que abandonar la carrera (ni la ha empezado) porque el motor no empujaba y Vettel ha tenido que salir último porque ha tenido que cambiar el motor, lo que tendrá mucha importancia en las carreras que quedan. Todo y salir último, ha acabado cuarto, ha marcado no sé cuántas veces la marca de velocidad de la pista y ha dado de qué hablar. No ha ganado Hamilton (Mercedes-Benz), pero ha quedado segundo. Ahora les separan 36 puntos. Son muchos, pero todavía... Siempre queda un rayito de esperanza.

Y justo acaba la carrera, esto.