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Las autoridades


¡Anda con las autoridades! El señor alcalde y los señores regidores todavía se creen que mandan en la fiesta. Hasta que tropiezan con los designios del señor rector, que en la procesión no se toca un pelo sin el permiso de los curas, que por algo es el paseo de San Bartolomé, y santas pascuas, que quien sabe de santos es quien es y no ése. Ya pueden llamarla, si quieren, procesión cívica, que será cívica, pero de San Bartolomé. Y lo de un Estado laico se lo pasan todos por el forro, porque el día que el señor alcalde no vaya tras el santo, se arma la de Dios es Cristo y la tenemos liada.

Durante todo un año, las autoridades civiles y eclesiásticas no tienen otro remedio que ponerse de acuerdo para ver por dónde pasa San Bartolomé y quién baila en honor del santo. Esa es la versión oficial, porque de verdad, de verdad, quien manda es la colla de gegants, dice uno. No, no, la de gegants, no, dice otro, sino la cofradía de no sé quién o la colla de no sé qué. Qué va, hombre, qué va, protesta un tercero. Quien manda en la fiesta es Fulanito, que es cuñado de Menganito, ése que toca la chirimía en la colla del de más allá, el mismo que se ha casado con Fulana, la hija del primo del sobrino de ese otro... Ah, Fulana, la que se entendía con el hermano del que tocaba el timbal en la colla de dimonis. No, no esa Fulana, sino esa otra que tuvo un lío con aquél que era amigo del secretario. Etcétera.


Las autoridades se limitan a verlas venir desde el balcón, que es lo que les toca.

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