Cuentan que los músicos del Orfeó Català se sienten decepcionados. La burguesía catalana, también, y la clase política. La prensa se suma a la decepción, y los intelectuales, esos señores que tanto sirven para un roto como para un descosido, no iban a ser menos, y mentan todos la decepción por aquí y la decepción por allá.
Según la RAE (http://www.rae.es/), decepcionado es el participio de decepcionar, y decepcionar es desengañar, desilusionar. Se entiende por decepción el pesar causado por un desengaño.
Oh, qué penita pena que me entra en el cuerpo, cuando descubro que ese granuja (bribón, pícaro), ese palomo (propagandista o muñidor muy diestro en estos oficios) y ladrón (que hurta o roba), y no presunto, sino confeso, ese sinvergüenza (dicho de una persona: que comete actos ilegales en provecho propio, o que incurre en inmoralidades), ese Millet, decía, y sólo por poner un ejemplo, iba por ahí con un Mercedes Benz que costaba 6.000 euros al mes de leasing, que pagaba la fundación de la cual era presidente, según cuenta El País (http://www.elpais.com/). Esto, a plena luz del día y con permiso del personal. Lo otro que hacía sin permiso y tan ricamente, ni les cuento, y suman millones por año.
Ese canalla (persona despreciable y de malos procederes) de Millet no me decepciona, la verdad. Me irrita, me exaspera, me pone de los nervios, me repugna, me asquea, me ofende, me insulta, me ultraja, me lastima... pero ¿decepcionarme? ¿A mí? Ese animal mezquino, falso, avariento y de malas mañas (i.e., ruin) no puede desengañarme. Acaso mostrarme la madera de la que están hechos esos burgueses, esos políticos y esos intelectuales que, sabiendo lo que sabían, acaso sospechándolo, se han tapado las narices y han mirado hacia otra parte, no fuera a salpicarles la mierda (en la que seguramente ya están metidos).
Con los músicos no me meto, pobrecitos, que no se lo merecen ni se lo han merecido nunca. Para ellos, mis respetos y ¡ánimos!
Y perdonen el arrebato (furor, enajenamiento causado por la vehemencia de alguna pasión, y especialmente por la ira). No servirá de excusa, pero no es para menos, oigan.
Según la RAE (http://www.rae.es/), decepcionado es el participio de decepcionar, y decepcionar es desengañar, desilusionar. Se entiende por decepción el pesar causado por un desengaño.
Oh, qué penita pena que me entra en el cuerpo, cuando descubro que ese granuja (bribón, pícaro), ese palomo (propagandista o muñidor muy diestro en estos oficios) y ladrón (que hurta o roba), y no presunto, sino confeso, ese sinvergüenza (dicho de una persona: que comete actos ilegales en provecho propio, o que incurre en inmoralidades), ese Millet, decía, y sólo por poner un ejemplo, iba por ahí con un Mercedes Benz que costaba 6.000 euros al mes de leasing, que pagaba la fundación de la cual era presidente, según cuenta El País (http://www.elpais.com/). Esto, a plena luz del día y con permiso del personal. Lo otro que hacía sin permiso y tan ricamente, ni les cuento, y suman millones por año.
Ese canalla (persona despreciable y de malos procederes) de Millet no me decepciona, la verdad. Me irrita, me exaspera, me pone de los nervios, me repugna, me asquea, me ofende, me insulta, me ultraja, me lastima... pero ¿decepcionarme? ¿A mí? Ese animal mezquino, falso, avariento y de malas mañas (i.e., ruin) no puede desengañarme. Acaso mostrarme la madera de la que están hechos esos burgueses, esos políticos y esos intelectuales que, sabiendo lo que sabían, acaso sospechándolo, se han tapado las narices y han mirado hacia otra parte, no fuera a salpicarles la mierda (en la que seguramente ya están metidos).
Con los músicos no me meto, pobrecitos, que no se lo merecen ni se lo han merecido nunca. Para ellos, mis respetos y ¡ánimos!
Y perdonen el arrebato (furor, enajenamiento causado por la vehemencia de alguna pasión, y especialmente por la ira). No servirá de excusa, pero no es para menos, oigan.
[Nota: Todas las definiciones, en http://www.rae.es/.]
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