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Ingenio hidráulico


Roma es la ciudad de las fuentes. Provista de acueductos y agua abundante, los papas creyeron oportuno alegrar los ojos y los oídos de Roma con fuentes monumentales de toda clase y condición. La más concurrida es la Fontana de Trevi, que parece el metro en hora punta, pero un paseo por Roma vendrá jalonado por fuentes, fuentes y más fuentes. Unas, monumentales; otras, modestas. Así tenemos neptunos, tritones, musas, angelitos, peces, monstruos, conchas, delfines, un gigantesco Moisés, cocodrilos, tortugas, elefantes, leones y un largo etcétera de bestias que miccionan, escupen, expelen o expulsan litros y litros de agua cantarina por toda la ciudad.

Sin embargo, son las fuentes de caño las que alegran la vida del turista sediento. Fuentes provistas de ingenio. Observen las dos fotografías. El agua cae por el caño, como es normal, y el turista convencional se agacha para meter su cara bajo el chorro. Saciará su sed, pero con esfuerzo, pues tendrá que doblegar su espalda, si no arrodillarse, para echar un trago. Pero si prestan un poco de atención, verán que el caño tiene un agujerito en la parte del medio, justo donde se dobla el caño. Tanto el romano como el turista avezado saben para qué sirve. Con un dedo tapan el caño principal. El agua sale entonces por el agujerito, a gran velocidad (principio de Pascal). Es un chorrito que calma al sediento ahorrándole el esfuerzo de doblar (tanto) la espalda. Desde el punto de vista de un ingeniero, es brillante.

2 comentarios:

  1. Además, los romanos, tan prosaicos ellos, cuentan que el agujerito evita tener que poner los morros a pocos centímetros de donde lamen los perros... que no tienen dedos para servirse del ingenio a la manera de los humanos

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  2. Caue canem!, que decían los romanos de antes.

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