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En orden de magnitud: 80, 15, 5

Ayer se aprobó en Cataluña la Ley de Acogida de las Personas Inmigradas y las Retornadas a Cataluña. Sí, han leído bien: personas inmigradas. Supongo que dicen personas inmigradas porque no pueden decir inmigrantes e inmigrantas, pero es un suponer. La cuestión es que la ley, por primera vez en España, regula una Acreditación de Integración. Hasta ahora, algunos ayuntamientos, por su propia cuenta y riesgo, otorgaban estas acreditaciones a las personas que habían superado unos cursos de integración. La ley establece a partir de ahora los mínimos de estos cursos y ha provisto un fondo de muchos millones de euros para facilitar la integración de las personas inmigradas. No tenemos que olvidar que esta acreditación sirve para facilitar la obtención de la nacionalidad española.

Hay dos cosas que me dan grima. La primera, el uso de la palabra integración, que no se sabe muy bien qué significa. Según unos, la persona integrada será la que se comporte de una determinada manera (que se considera correcta o propia). Pero recuerden que los poderes públicos no pueden (ni deben) exigir a nadie nada más que el cumplimiento de la ley vigente, punto. Además ¿qué manera es la correcta? ¿La de ellos? ¿Por qué no la mía? ¿Y qué hay de la del vecino? Lo siento, me parece una intromisión en mis derechos y libertades. Por eso desconfío siempre que alguien utiliza esta palabra, por norma.

La segunda cosa que me da grima es el contenido del curso. Serán 135 horas de catalán, considerada lengua vehicular, 20 horas de historia, geografía, leyes, obligaciones y derechos, costumbres, idiosincrasia y demás del lugar de acogida y 10 horas más sobre el ordenamiento jurídico del mercado de trabajo. Allá queda eso. El 80% de la integración se relaciona con el uso de los pronoms febles y el pluscuamperfecto; el 15% se relaciona con lo que un recién llegado tiene que saber de las leyes, usos y costumbres del país; el resto, un 5%, sirve para intentar que no le tomen el pelo con un contrato de trabajo. El aprendizaje del español será voluntario, por mucho que la acreditación del curso sea para la obtención de la nacionalidad española.

Aprobaron la ley entre vítores y aplausos. Ellos se aplauden mucho a sí mismos, en general, y es otra de las cosas que me da grima. Pero, en fin, será una costumbre local... Luego fueron todos al campo del Barça a celebrarlo. Qué raro que no conste en el curso nada sobre el balompié... ¿o sí? Ay, que no me integro.

4 comentarios:

  1. Lo que se debe ser es buen catalán. Punto y pelota.

    Carlos Basté (de los Basté cuyo apellido se pierde en Barcelona en 1636. ¡Por Dios! ¿Estoy lo suficientemente bien acreditado?)

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  2. Por cierto, cuándo vuelva a Barcelona, ¿me podrán dar una subvención? Al fin y al cabo, seré una persona retornada a Catalunya. Yo traeré conmigo tres nuevos "catalanets" que, aunque no hablarán catalán, sentirán como nadie los colores (a los rotuladores Carioca me refiero)

    ¡Ojalá, a ver si por una vez, en lugar de pagar, puedo trincar un poquito!

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  3. Ve con cuidado, Carlos, que todavía te cobrarán un peaje por importación de churumbeles.

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  4. En cuanto a los antecedentes, los míos se remontan al día en que nací. De lo que pasó antes no me siento responsable. Pero si me chuleas de antepasados, ¡cuidado! Hasta donde tengo noticia, los míos se remontan a Adán y Eva.

    En fin, así nos va. Tantos años echando el té por la borda y decapitando reyes, por combatir la tiranía y los derechos de sangre, y ahora andamos examinando el pedigrí. Ya dijo Marx, o fue Engels, que andar preocupándose por el derecho de los pueblos es una excusa para olvidarse del derecho de las personas.

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