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¡Qué noche!

Barcelona parecía el plató de una película de miedo. Nada, nadie, un silencio espectral. Silencio, y digo silencio.

Tomaba el fresco en el balcón cuando la ciudad... ¿explotó? No sé si es éste el verbo adecuado. Pero el grito de ¡¡¡ GOOOOL !!! llenó el aire de la ciudad. Por lo que pude oír, tengo algún vecino que habrá servido en la Legión, porque bramó un Vivas...PAÑA !!! que se pudo oír desde Pernambuco. La gente salió a la calle, literalmente. Petardos, bocinas, trompetas, timbales, banderas, un follón tremendo. La gente gritaba en los balcones vivas a España, al Barça y a la madre que los parió, a lo primero que les venía a la cabeza, y aquello del oe-oe-oe-oeee... Como mi habitación da a la calle, doy fe de los bocinazos hasta las tantas de la madrugada... justo cuando se me averió el ventilador. Entre ruidos y calores, me cagué en sus muertos, y perdonen la expresión. No han parado en toda la noche. Camino de la oficina, regresaban a su casa gentes con banderas españolas y camisetas coloradas. Estaban tan cansados que no acertaban ni a sonreír.

¡Si al menos hubiera ganado Ferrari...! Pero me alegro por todos.

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