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Las orejas y el rabo


Tarragona estrena plaza de toros. La remodelación de la plaza de toros, mejor dicho, porque la plaza ya estaba ahí y era uno de esos edificios modernistas tan celebrados. Pero modernista o no, la han dejado que no la conoce ni su padre. El gran qué de la reforma es una cúpula que la cubre toda. Una señora cúpula: son noventa y dos metros de diámetro de plaza, no está mal. La cúpula tiene dos partes, una fija o exterior y otra retráctil, de cuarenta metros de diámetro que puede abrirse o cerrarse en unos doce minutos. La de Tarragona es, ahora, una plaza de toros descapotable que da para cinco mil asientos y un aforo máximo de diez mil personas si se ocupa todo el coso. La llaman Tarraco Arena Plaça (TAP, que en catalán quiere decir tapón).

El segundo gran qué ha sido que se han gastado en remodelar la plaza de toros unos 16 millones de euros (algunas fuentes ya mencionaban 20 millones en 2008), con un presupuesto inicial de 11 millones. Más gafe: estrenan la plaza de toros a pocos días de prohibirlos. Pero la Diputación de Tarragona, que ha corrido con los gastos, ya dice que ahí no se va a torear. Evidente, porque acaban de prohibir el toreo, pero lo han dicho igualmente, para que quede muy claro.

Ahora mismo, el único uso previsto de la plaza de toros es un concurso bienal de castellers. Como ustedes saben, los castellers son unos acróbatas que levantan torres humanas de varios pisos a toque de chirimías, y ocupan los pisos más altos con niños y demás menores de edad. En caso de caída, los niños quedan expuestos a lesiones graves, parálisis e incluso la muerte (estamos hablando de chavalines que todavía no han hecho la primera comunión), pero la práctica está permitida porque no pone en riesgo la vida de ningún animal. No me meteré yo con las costumbres de nadie, allá ellos, pero esa tradición me da mucha grima y la considero una barbaridad.

Lo que quería decir es que después de haberse gastado una pasta en la plaza de toros resulta que: uno, no pueden celebrarse corridas de toros; dos, no puede cerrarse del todo la cúpula porque existen problemas de ventilación (sic) y, tres, la Diputación de Tarragona, visto el percal, quiere convocar un concurso público y externalizar la gestión de la plaza (privatizarla) lo más pronto posible. ¡Así se hacen las cosas! ¡Olé! Ahora ¿a quién le cortamos las orejas y el rabo?

(La fotografía es de la edición digital de El Periódico, de Xavi Moliner, tomada el 2009.)

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