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Después de volver al trabajo, se siente...

En este cuaderno nos aficionamos a hacer algua encuesta de vez en cuando, una pequeña encuesta que no tiene nada de significativa, pero que sirve como excusa para hablar de cualquier cosa. Esta vez, con la perspectiva de casi todo el mes de septiembre, hemos preguntado Después de volver al trabajo, se siente...

La mayoría se siente... fatal, para qué mentir. El regreso a la oficina es sentido así por dos de cada tres lectores. Uno de cada seis, además, se siente... aburrido y añorado.

Una minoría se siente... felicísima, exultante de alegría. Me ahorraré los comentarios, pero esta minoría es carne de psiquiatra. Esto ¡no es normal! Son poquitos, uno de cada dieciséis.

Quiero destacar un grupo de lectores pragmáticos, que a la vuelta de vacaciones se sienten... sobre una silla. No sé si se trata de una declaración objetiva o de un rechazo cínico. Quizá sea una humorada, quizá una respuesta obvia, o que necesitan gafas para leer. No sé yo.

El caso es que el síndrome post-vacacional no es un malestar, sino un conjunto de malestares, que pueden manifestarse todos, algunos o pocos, y que tienen una causa ambiental: la oficina y todo lo que implica. Estos malestares pueden darse el primer día o mantenerse algunos días, incluso semanas, y son el producto de una manifestación de rechazo y defensa. Sin ánimo de exhaustividad, los síntomas pueden ser: depresión, irritabilidad, astenia, tristeza, apatía, ansiedad, insomnio, dolores musculares, tensión, nauseas, palpitaciones, taquicardias, sensación de ahogo y dolor de tripas, asociado a episodios de mala digestión o diarreas.

Los tontorrones que escriben libros de autoayuda afirman temerariamente que estamos así porque queremos. Aplican el dicho que dice que el ambiente no es lo importante, sino lo que uno siente dentro, y que, por lo tanto, si uno se pone enfermo es porque quiere. Se trata de afrontar el reto de manera positiva, de convertir esa vivencia social en un motor de oportunidades, dicen. Se trata, una vez más, del discurso new age neoliberal que afirma que la culpa es nuestra, no de las personas que nos amargan la existencia o nos ponen las cosas difíciles. Algo de culpa tendremos, no diré que no, pero recuerden que el trabajo es una maldición divina y que griegos y romanos consideraban el trabajo propio de bestias, no de personas.

4 comentarios:

  1. Ya estamos. Pues claro que depende del trabajo. Si a uno le gusta pintar y vuelve al taller... ¡qué felicidad! Si a uno es asistente social y vuelve a ver a sus "clientes", ¿no puede sentirse bien? Está el trabajo por vocación y el trabajo que se hace por dinero. A los que unen trabajo y felicidad no les llamaría tontorrones, sino santos hombres y mujeres del arte de vivir, dignos de toda nuestra envidia.

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  2. Cara Sandra,

    Los tontorrones no son los que disfrutan con su trabajo (benditos ellos), sino los autores de la doctrina de la autoayuda que "venden" la mentira del "éxito", afirmando con mucha osadía que uno tiene "éxito" porque quiere, y que si no "triunfa" es porque no lo desea lo suficiente. Este discurso es muy tramposo, y viene cargado de malas intenciones. De entrada, si uno se queja de una injusticia puede ser acusado inmediatamente de tener una perspectiva "negativa" del asunto, y de no saber explotar convenientemente esa nueva "oportunidad". Quien haya padecido semejante modelo de gestión, ya sabe de qué hablo. Recomiendo leer "La corrosión del carácter", de Sennet, para ilustrar un tanto el asunto.

    Pero, bien pensado, tontorrones, tontorrones, lo que se dice tontorrones... No lo serán tanto si escriben esas cosas tan infumables y viven del cuento como marajás... ¡Caramba!

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  3. Ah, pues es lo que iba a comentar también y se me pasó escribirlo. Pero pienso igual: son lo que en Italia -¿por qué me habrá salido en italiano?- llaman "un furbo", un listo... Son muy listos, estos tipos del auto-ayuda. ¡Yo también quiero ser como ellos! Y cuidadín que no me lance yo también. Soy de naturaleza envidiosa, ya ves -de los siete pecados capitales, ¿cuál me falta?-.
    Pero puedo testificar ahora mismito que, ciertamente, no siempre se triunfa sólo por desearlo. Pero lo que pasa es que muchas veces medimos mal lo que es el triunfo. Lo confundimos con la retribución salarial, la importancia de la empresa en la que trabajamos, los libros que vendemos...
    Pues a mi me parece que el mayor éxito es ser coherente con uno mismo. Eso es dificílisimo. Porque la coherencia pasa muchas veces por apartarse de lo socialmente establecido como éxito...

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  4. Ciertamente, el concepto de "éxito" es otro invento de los reyes de la autoayuda. Sustituye a otra leyenda semejante (que en la práctica servía para lo mismo): el conformismo.

    Qué difícil es la vida y cómo nos la complicamos sin ayuda de nadie...

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