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Die Varusschlacht


A mediados del siglo XIX, el nacionalismo nacía como doctrina política, como nacía también la necesidad de corromper la historia para demostrar que Alemania venía de lejos y que Francia no se quedaba atrás. Esta manía se extendió por el resto de Europa y se nos ha quedado impregnada en la ropa, como un mal olor. Es en esta carrera por ver quién la tenía más grande, la historia, quiero decir, tenemos que examinar el caso de die Varusschlacht, la batalla de Varo.

Los franceses habían sacado pecho con los Comentarios a la Guerra de las Galias, de Julio César, y habían levantado una estatua al héroe Vercingetórix, padre de lo francés con bigotes. A los prusianos les dio mucha rabia que los gabachos les tomaran la delantera y no quisieron quedarse atrás. En medio de la fiebre nacional, alguien recordó que en el 9 dC Varo y tres legiones fueron prácticamente exterminadas en Teutoburgo, a manos de los antepasados de la Gran Alemania. De esa matanza se quejó Augusto toda su vida, y cuentan que gritaba en sueños ¡Varo! ¿Qué has hecho de mis legiones?

Lo que había hecho de sus legiones ya lo sabemos, dejar que las matasen, pero ¿dónde? El hecho era histórico, innegable, pero no se sabía con precisión dónde había sucedido. Hasta que alguien encontró unas monedas romanas cerca de la ciudad de Detmold, en el sur del bosque de Teutoburgo. No se lo pensaron dos veces y declararon el lugar como el sitio de la victoria de la Gran Alemania contra los franceses... eh... quiero decir, contra los romanos.

En 1841 se inició la construcción de un monumento colosal, de 52 metros de alto, sobre una colina que se eleva 385 metros sobre el bosque. Los estados alemanes pusieron un capital, pero la obra no avanzó hasta que Prusia puso el resto. La broma les salió por un ojo de la cara y se acabó en 1875. Hermann, el héroe, un tipo de 29 metros de alto, no mira desafiante hacia Roma, a la que derrotó, sino que mira ¡hacia París!

A nadie le importó que las monedas de Detmold no fueran de la época de Augusto. Lo importante era que los alemanes ya tenían un campo de batalla del que presumir, un lugar de culto nacional. Pero Mommsen, uno de los más grandes historiadores que parió madre, aunque alemán, puso en duda que la Varusschlacht fuera precisamente en Detmold. Señaló hacia otra parte, hacia Kalkriese. Se lo tomaron por el pito del sereno, por decirlo suavemente.

Muchos años más tarde, en 1987, el teniente Clunn, del Royal Army Medical Corps, acuartelado en la vecindad, pidió permiso para explorar la zona de Kalkriese con su detector de metales en su tiempo libre. Era un aficionado que había leído a Mommsen, pero ¡cuidado con los aficionados! El doctor Schlüter autorizó la exploración del oficial médico y pronto se llevó una sorpresa. A los pocos días, apareció el teniente Clunn con un denario de plata de la época de la batalla, y pronto aparecerían más monedas aquí y allá, puntas de lanza, cascos, balas de plomo para las hondas... ¡Habían dado con die Varusschlacht! ¡Mommsen tenía razón! Todavía prosiguen las excavaciones, el hallazgo es de primera magnitud.

Hoy podemos visitar el Museo de la Batalla de Varo en Kalkriese. También, si nos apetece, la estatua de Hermann chuleando a Francia, que es impresionante, aunque, nunca mejor dicho, fuera de lugar.

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