No sé si saben ustedes que el pulpo Paul, justo antes de pasar a mejor vida, posó para la diseñadora rumana Oana Felipov. El resultado de esta colaboración entre el cefalópodo y la diseñadora ha sido el pulpo Karakiri, un fenómeno cultural de primera magnitud. Lo que comenzó como un pulpo de peluche amable y simpático se ha convertido en algo que va más allá. El pulpo Karakiri se vende como churros en Alemania, donde añoran tantísimo a Paul, y también se vende muy bien en Grecia, en Italia, en los EE.UU. y ¡atención! en España. Lejos de convertirse en un reclamo conservero, el pulpo Paul, alias Karakiri, se dedica al cuidado y goce de los más pequeños, cosa que le honra.
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