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Relojes eróticos


Celebrar el amor en febrero tiene raices sajonas. Pero celebrarlo como el señor Breguet, la verdad, tiene bemoles. Mejor dicho, escapes, engranajes, balancines y demás. No sé si fue el primero, pero sí el que luego imitaron todos después.

Abraham Louis Bréguet, el más famoso relojero de su tiempo y uno de los más celebrados desde entonces, contó con el favor de Luis XVI y María Antonieta. Para facilitar las labores propias del matrimonio real y la fertilización de la austríaca, Breguet ideó unos cuantos relojes eróticos, por ver si el rey se animaba a cubrir a la reina. Luis XVI, aficionadísimo a la mecánica, comprendió el intríngulis y puede decirse que fueron los relojes con secreto del maestro Breguet (más una operación de fimosis) los que salvaron la monarquía francesa... hasta que el señor de Guillotin presentó su máquina en sociedad.

Hoy, los coleccionistas matan por un Breguet con sorpresa original, pero otros muchos relojeros de prestigio sacan a la venta (muy discretamente) unidades eróticas para coleccionistas y aficionados. Normalmente, la escena erótica está en el reverso y nadie, excepto el propietario, sabe lo que esconde la máquina. Si se le da la vuelta al reloj... Voilà! Al ritmo del tic-tac, unas figuras animadas (nunca mejor dicho) van dándole a la matraca y ejecutan cabriolas sorprendentes. Lo más habitual es una pareja, varón y mujer, pero hay relojes eróticos homosexuales y los hay con tres, cuatro o más actores, ya me entienden.

El de la fotografía se llama Lit D’Amour Prouvarelle a Paris, No. 1, fabricado hacia 1820. Es un repetidor (toca campanillas al dar la hora) y escondida en una cubeta del reverso aparece la escena erótica que da nombre a la máquina, que se anima con las campanillas y admite un accionamiento aparte. Por lo demás, la esfera es blanca, con numeración tipo Breguet, manecillas de oro escocesas, etcétera. El precio de salida en cualquier subasta es superior a los seis mil euros.

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