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«Fascisti? Tutti!»



Giovanni Agnelli fundó la FIAT en 1899. Hijo de agricultores con tierras y posibilidades, nadie esperaba una cosa así, pero creó en pocos años un imperio del automóvil, una fortuna inmensa, una saga familiar digna de un novelón de Dumas y tanto poder que chasqueaba los dedos y acudían los ministros para ver qué quería. Sin embargo, en los años veinte, el fascismo italiano se había hecho con el poder, y Mussolini se había convertido en el primer ministro.

La historia de Agnelli y Mussolini daría para mucho, porque, sabiendo lo que sé, no creo que se llevaran muy bien. Eso sí, chanchullos, mangoneos, trampas, sobornos, lo que les venga en gana, a porrillo y alguno más. Agnelli temía una nacionalización de la FIAT, pero también se beneficiaba (y mucho) de los planes de expansión colonial y militar del Duce. Mussolini, por su parte, sabía que la oposición de Agnelli sería una pesadilla y un inconveniente muy serio para su poder político, pero se beneficiaba de los éxitos de la FIAT y de sus ingenieros, que publicitaba como propios del Estado Fascista, a falta de nada mejor.

En la fotografía (que publica en internet el Centro Documentale Lampi Neri), se ve Mussolini recién llegado al poder tras la marcha sobre Roma, en 1923. Justo entonces, el fascismo necesitaba como nunca el soporte, al menos la neutralidad o la indiferencia, de los empresarios italianos. Mussolini es el caballero del sombrero de copa, y más de uno de ustedes se sorprenderá al verlo así vestido. Agnelli, a su lado, lleva un bombín. En la otra fotografía, se ve cómo llegan ambos a la fábrica, mientras los trabajadores reciben a los dos tiranos con uniforme, como en un desfile. El auto es un FIAT, por supuesto, no podía ser de otra manera.

Se cuenta una anécdota de esta visita. Mientras visitaban la fábrica (entonces la más moderna de Europa), Mussolini preguntó por la orientación política de los trabajadores de la FIAT. Agnelli se lo pensó dos veces antes de responder: Excelencia: Un tercio son comunistas. Otro tercio, socialistas. El resto, anarquistas. Mussolini se picó. ¿Y fascistas? ¿No hay fascistas?, preguntó irritado. Agnelli, muy serio, respondió: ¿Fascistas? ¡Todos!

La historieta me parece muy divertida, y abierta a toda clase de interpretaciones. En Italia la cuentan como un chiste. ¡Bien pudiera ser cierta! En todo caso, resume muy bien a los dos personajes.

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