Soplan las chirimías. El estridente sonido vuela para anunciar el evento: ¡comienza la procesión de San Bartolomé! ¡Atención, suburenses! ¡Vamos allá!
Arrancan las chirimías que van por delante, las de gigantes y cabezudos. Soplan a rabiar, abren paso al santo. Un rumor de aplausos persigue las notas fugitivas de estas dulzainas catalanas. Ha empezado el baile, y nunca mejor dicho.
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