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De ayudas, subsidios y otras estrategias para vivir del cuento y pasarse el día en la taberna

Ya dije que el señor Duran dijo en público que los campesinos andaluces y extremeños se pasan el día en la taberna viviendo del cuento, cobrando una renta que paga con sus impuestos el pobre y sufrido campesino catalán, que tiene muchísimos problemas para vender sus productos en el mercado. Los primeros, campesinos andaluces y taberneros se definen como vagos; los segundos, catalanes y productores de bienes que no tienen una buena salida comercial, unos mártires. Lo ha dicho no una vez, sino dos, o tres. No sé cuántas, porque he perdido la cuenta. Se exalta gritando tópicos, se le pone colorada la calva y la voz se le aproxima al gallo.

Añade además el señor Duran en sus ponencias que los inmigrantes son culpables del bajo nivel de la enseñanza, del fracaso escolar y de la depreciación de las inversiones inmobiliarias de los nativos. Observa, sin embargo, que el problema de la inmigración puede evitarse llevando a los niños a un colegio concertado. Por lo visto, todavía hay clases y los pobres, que se jodan.

Este profundo conocimiento del problema de la inmigración tiene una explicación cuanto menos sorprendente, pues el señor Duran repite, dándoselas de gracioso, que sólo sabe de la inmigración lo que le cuenta la chacha.

El señor Duran no es la primera vez que se pone racista. Al señor Duran le pierden las ganas y le puede el cuerpo serrano. El caballero tira de populismo y bajeza cuando necesita jalear al personal. Porque, señores míos, las palabras del señor Duran arrancan aplausos allá donde se dicen. Si ya es triste que un diputado sea tan mezquino, más triste es que le aplaudan por serlo.

También es triste, más triste todavía, que el Gobierno de la Generalidad de Cataluña esté a favor de lo que dice el señor Duran, palabra por palabra, añade hoy mismo. Eso dice muy poco del Gobierno en cuestión, y muy poco del país que lo soporta. Si dice esto y se va de rositas, sin el varapalo de la prensa o la repulsa de los ciudadanos, paren esto, que me bajo.

El principal argumento que gastan estos personajes para criticar a los campesinos andaluces es que no les gusta la cultura del subsidio, porque el subsidio es desincentivador, dicen, y obran en consecuencia, retirando subsidios a diestro y siniestro, ¿verdad? Pregunten a los pobres que cobraban la renta mínima de inserción, si no me creen.

Pero me parece que tiramos del tópico y no salimos de ahí. Examinemos las cifras que nos proporciona el Gobierno de España, la Junta de Andalucía, la Generalidad de Cataluña y la Comisión Europea. Veamos cuánto dinero nos roban los jornaleros andaluces que se pasan el día en la taberna. Números.

El Plan de Empleo Rural, PER, hace ya unos años que no existe, aunque el señor Duran no se dé por enterado. Sí, es cierto, todo el mundo habla del PER, aunque ahora se llama AEPSA (Acuerdo para el Empleo y la Protección Social Agrarios), y es un programa que pretende, copio textualmente, evitar el abandono de las tierras y el despoblamiento de las zonas rurales. Se aplica en zonas desestructuradas, donde los propietarios del campo son pocos y la mayoría del sector agrícola lo forman jornaleros. Son zonas pobres, sin infraestructuras, que no tienen más medio de subsistencia que una agricultura extensiva.

AEPSA subvenciona proyectos capaces de crear puestos de trabajo de larga duración, pero también cubre un subsidio de desempleo a favor de los trabajadores eventuales del Régimen Especial Agrario (en cristiano, jornaleros), que no tienen otra fuente de ingresos que los trabajos eventuales. Se trata de un subsidio equivalente al subsidio por desempleo que cobran otros trabajadores de otros sectores productivos. Esta renta no supera los 426 euros al mes ni puede pagarse durante más de seis meses seguidos. Para cobrar el subsidio, se ha de haber trabajado y cotizado veinte días y cumplir ciertas condiciones relacionadas con la edad (mayor de 35 años o menor de 25 con una familia a su cargo), la situación familiar y el nivel de ingresos.

Este subsidio se paga en ocho Comunidades Autónomas. El presupuesto de AEPSA suma poco más de 200 millones de euros al año, que incluyen no sólo los subsidios, sino también la ayuda a empresas capaces de generar empleo estable. Es posible que se beneficien de las ayudas alrededor de 200.000 jornaleros en toda España. En otras palabras, este plan no llega al 4% del total de los fondos de la Política Agraria Común (PAC) que recibe España de la Unión Europea para subvencionar el campo y las actividades agrarias.

Los campesinos catalanes, como son casi todos propietarios de su tierra y no jornaleros, no cobran este subsidio del PAC ni de ninguna otra parte. El señor Duran sabe, pero no dice, que en Cataluña el jornalero es un inmigrante que, la mayor parte de las veces, es contratado irregularmente (eufemismo). Por lo tanto, ese esclavo contemporáneo vive en la más absoluta precariedad, no tiene derecho a ningún subsidio ni ayuda y cobra con penas para comer.

Pero, eso sí, los campesinos catalanes reciben del PAC casi 900 millones de euros al año... sólo por ser propietarios de sus tierras, sus vaquitas y sus ovejitas. Las personas que trabajan en el sector agrario en Cataluña, trabajadores, autónomos y empresarios, reciben, de media, más del doble en subsidios del PAC per cápita que los trabajadores, autónomos o empresarios del sector agrícola andaluz o extremeño. ¡Cómo calla el señor Duran este pequeño detalle!

¿Quieren más? En marzo de este año, el Gobierno de la Generalidad de Cataluña otorgó 285 millones de euros de ayudas directas a 60.000 agricultores catalanes. ¿Para qué? Para, cito, evitar el abandono de las tierras y el despoblamiento de las zonas rurales. ¡Exactamente el mismo texto, el mismo, que se emplea en el Acuerdo para el Empleo y la Protección Social Agrarios!

El señor Duran quiere suprimir las ayudas al campo andaluz. Bien, de acuerdo, que las suprima, pero que también suprima las ayudas que recibe el campo catalán, que vive del subsidio lo mismo o más. O todos moros o todos cristianos.

1 comentario:

  1. ¡Bravo, bravo y bravo!

    Me quito el sombrero ante esta entrada.

    Un fuerte abrazo,

    Carlos

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