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Ochenta años de organismos igualmente capacitados

Sin demasiado entusiasmo, sin apenas mención alguna, se recuerda el octogésimo aniversario del derecho a votar de las mujeres en España. En efecto, hace ochenta años, el primero de octubre de 1931, la recién Segunda República Española aprobaba el modelo de sufragio universal por 161 votos a favor y 121 en contra. Desde ese momento, cualquier persona mayor de edad, con independencia de su sexo, obtenía la condición de ciudadano y podía ejercer su derecho al voto.

Nos adelantamos quince años a Francia, Italia o Bélgica, y seguimos la senda de los países escandinavos, centroeuropeos y anglosajones, que fueron otorgando el voto a la mujer poco a poco entre 1893 y 1920. Después vino Turquía, en 1934. Todavía falta mucho por recorrer, no crean ustedes.

En Europa, sin ir más lejos. En 1984, se concedió este derecho en Lietchenstein; hoy en día, en Suiza, no todas las mujeres tienen derecho al voto, aunque la posibilidad se recoge en sus leyes desde 1971. Ya saben: en no sé qué pueblo, los varones se reúnen en la plaza mayor una vez al año, votan y deciden no dejar votar a las mujeres, y se considera el despropósito como algo pintoresco. Qué bonito.

El algunos países árabes del Golfo Pérsico, las mujeres consiguieron el derecho a la ciudadanía después de la Primera Guerra del Golfo o bien pasado el año 2000. En los demás, donde residen la mayoría de mujeres árabes, no se contempla esta posibilidad. El problema es que, como en Qatar, no se vota, porque Qatar no es un país democrático, qué más da que se reconozca ese derecho si cuando uno pide votar acaba en el calabozo. Y digo Qatar por decir el país que les concedió el derecho en 1997, un país pionero en la zona.

España, pues, sorprendió a propios y extraños con la adopción del sufragio universal. Desgraciadamente, duró poco, porque vino el Caudillo y ya saben ustedes: era Caudillo por la Gracia de Dios y no con el permiso del personal. Por suerte, se murió (aunque tardó un poco en ello) y nos libramos de él. La Constitución Española de 1977 nos retornó el sufragio universal, que no distingue entre ciudadanos por razón de sexo, raza o religión... aunque hay quien no se ha enterado todavía.

El título que he escogido para celebrar este aniversario tan feliz es un tanto rocambolesco, pero no he podido resistir la tentación. En el debate por el sufragio universal, que fue un debate largo y encendido, se levanto don Roberto Novoa Santos, un diputado de la Federación Republicana Gallega, se puso las manos en el chaleco, pidió la vez y clamó, o más bien exclamó, preguntó, si los señores diputados creían en serio que las mujeres eran organismos igualmente capacitados que los varones. Don Roberto se sumó al número de los que pidieron limitar el derecho de una mujer a ser elegida para un cargo público, pero la expresión organismos igualmente capacitados se sumó a la colección de despropósitos verbales del personal y ha quedado para la posteridad.

Lo dicho, han pasado ochenta años desde entonces. Los setenta y cinco años se celebraron con la emisión de un sello y un matasellos por el servicio de Correos, pero los ochenta... Ni siquiera se han manifestado las feministas para celebrarlo o los machistas para darle la razón a don Roberto. Qué mal está el patio, que ya no nos importa la instauración por primera vez en España del sufragio universal. Apaga y vámonos.

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