Larry Crowne es una comedia romántica, que es tanto como decir que es una porquería de película, predecible, sosa, cursi, insoportable. La protagonizan Tom Hanks y Julia Roberts, lo que demuestra, una vez más, que un nombre no garantiza la bondad de una película y que algunos actores, con tal de cobrar, se apuntan a un bodrio. A tal punto llegó el asunto que la Dirección General de Tráfico multó a Tripictures, la distribuidora de la película en España, con 30.000 euros, lo que no está nada mal.
Luego he sabido que la multa no tenía nada que ver con la insulsa comedia, sino con, citaré, la apología de conductas temerarias y de incumplimiento de las normas, que condena el artículo 52 de la Ley de Seguridad Vial. Por lo visto, la publicidad de la película retrata a los protagonistas subidos a una Vespa y sin casco. No sabemos si la cara de tontos que se les pone por corretear felices en la motopatineta y bien juntitos tiene que ver con la multa, aunque sospechamos que no fue una circunstancia atenuante.
Uno creería que esas cosas sólo pasan en Hollywood o en España, pero en Alemania, que es tan poco dada al humor fino, también ocurren cosas parecidas.
Don Uwe Hilsmann, un caballero alemán que vive afincado en Dormunt, ha denunciado a Su Santidad Benedicto Equis Uve Palito (Benito XVI), hoy monarca de la Ciudad del Vaticano y ayer Ratzinger y ciudadano alemán, por no respetar las normas de circulación... en público. Más concretamente, en su excursión al Estadio Olímpico de Berlín, ante setenta mil personas.
Se argumenta en los círculos católicos que el papamóvil (un Mercedes-Benz de la serie M adaptado) no circuló a más de cinco kilómetros por hora, pero el abogado del señor Hilsmann responde diciendo que, aún así, el cinturón era obligatorio.
Aquí hay gato encerrado, porque el abogado del señor Hilsmann se llama Johannes Sundermann, que, traducido literalmente, sería Juanito el Pecador. En la Ciudad del Vaticano, la coincidencia levanta rumores.
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