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El síndrome del viajero

Stendhal, el gran Stendhal, escribió Roma, Nápoles y Florencia, un libro de viajes que recomiendo con toda mi alma a los enamorados de Italia. También, a cualquier lector un poco avezado, porque Stendhal se deja ir y no relata sólo que estuvo aquí o allá, sino que colecciona anécdotas, inventa historias, relata paisajes (he dicho bien, relata), etcétera, con un estilo, un desparpajo y un interés que ya quisiera para mí.

El síndrome del viajero (Diario de Florencia) es un fragmento de este gran libro de viajes que publica Gadir, traducido por Elisabeth Falomir. Es un librito breve, muy bien editado. Leerlo es respirar un poco de aire fresco en estos tiempos que corren. Es una pequeña maravilla.

Es preciso señalar que Stendhal dedica pocas páginas a Florencia en Roma, Nápoles y Florencia. Pero esas pocas páginas han tenido una gran fortuna y ¿quién no ha oído hablar del síndrome de Stendhal? Para los que no sepan qué es, es una sobrecarga emocional producida por un exceso de belleza. El síndrome fue descrito por vez primera por una psiquiatra florentina, Graziella Margherini, y se inspiró en las emociones que Stendhal describe cuando visita la Santa Croce, en Florencia. De ahí su nombre, y su fama. Ciencia y arte de la mano, ya ven. El episodio se narra en este librito.

Léanlo y disfruten. Cuelgo un retrato de Stendhal por no tener a mano una imagen de la portada del libro que sea más grande que un sello de correos.

2 comentarios:

  1. Querido Luis,

    He sufrido dos veces en mi vida el síndrome de Stendhal, ante el Gran Cañón del Colorado y entrando en la Basílica de San Pedro.

    El antisíndrome de Stendhal, por otro lado, lo sentí contemplando La Gioconda, rodeado de demasiados turistas que se agolpaban luchando cámara en mano.

    ¿Los has experimentado tú alguna vez?

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  2. Curioso síndrome... Me atacó bien fuerte precisamente en Florencia. Creo que sentí algo parecido a lo que sintió Stendhal visitando la Santa Croce en el Neguev, ante un plato de fideos en el Trastevere, en la tumba de Atreo, en la Gran Pirámide... Breves ataques de melancolía.

    El que tú llamas antisíndrome (o síndrome del turista con camiseta de Lloret) también lo he sufrido. Muchos días a lo largo del año delante de la Sagrada Familia, por ejemplo, pero también en la cima del monte Sinaí, o una vez en la Capilla Sixtina, que me ha proporcionado los dos ataques, el de quedarme pasmado y el de tener ganas de echar a patadas a todo el mundo.

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