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Setenta personas

Cuando hablamos de los recortes en la sanidad pública, hablamos con frecuencia de millones de euros, pero de lo que hablamos en realidad es de personas. Cuando don Baudilio, a. Bío Ruiz, va por ahí asegurando que los ajustes en el control de gastos (los tijeretazos que arrea) no afectan a la calidad del servicio asistencial... miente. Miente, dígase alto y claro. Miente como un bellaco, insulta a nuestra inteligencia y en el fondo, nos desprecia.

En el Boletín Oficial del Parlamento de Cataluña, IX Legislatura, núm. 226, Cuarto Período, del 17 de enero de 2011, en la página 42 (versión en catalán), se pregunta al Gobierno de la Generalidad de Cataluña por el número de intervenciones quirúrgicas hechas en cada hospital de la red hospitalaria de utilización pública entre enero y octubre de 2010 y 2011. La pregunta la hace el grupo parlamentario socialista y es el trámite 314-14828/09, registro 39320, admitido a trámite el 10 de enero de 2012. Pueden consultar el original en este enlace.

La respuesta de don Baudilio es breve, escueta. No dice cuántas operaciones se han hecho o dejado de hacer en cada hospital, sino que se limita a mencionar el total. Sin considerar los recortes de final de año (los más severos), se cuenta que se han operado 21.500 pacientes menos que el año pasado. En otras palabras, se han suprimido 70 operaciones diarias.

El asunto es bastante feo. Por una sencilla razón: se pretendía dejar de intervenir a un máximo de 16.000 personas en 2011, pero los recortes se les fueron de las manos.

En Tarragona es donde peor han caído los recortes. Se han dejado de operar a casi diez mil personas de la provincia por culpa de las tijeras. Durante los seis primeros meses de 2011, las listas de espera de una intervención quirúrgica se han incrementado más de un 23%, y la cifra podría haberse disparado en la segunda mitad del año. En junio, las listas de espera habían recuperado la magnitud de las de 2004, hemos retrocedido años en cobertura sanitaria... Setenta mil personas esperaban, este verano, una intervención quirúrgica que no llegaba, y la espera, en esas condiciones, se hace eterna.

Cuando hablamos de recortes, no hablamos de un partido o de otro, sino de estas personas.

Por eso mismo, me saca de quicio que no sé cuántos canales de la televisión autonómica se lleven por delante millones y millones de euros y que la gente todavía defienda la necesidad de este derroche; me sulfuro cuando el gerente de los hospitales públicos de una provincia insiste en un protocolo sobre qué idioma emplear con los enfermos cuando no hay dinero ni para pañales, literalmente; encuentro digno de escarnio público y linchamiento justificado que algunos parásitos copen cargos de responsabilidad en la sanidad pública con el evidente propósito de enriquecerse ellos y sus socios en un proceso de privatización encubierto; reclamo la dimisión del cretino que dijo, sólo tomar el cargo, que lo mejor que podrían hacer los catalanes ahora mismo es apuntarse a una mutua sanitaria privada (si pueden pagarla, naturalmente), porque no podían esperar nada bueno de la sanidad pública. Etcétera.

Son setenta personas más al día que se suman a la lista. Setenta personas.

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