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El adjetivo del socio

Pocas veces tiene un adjetivo tanta (o tan poca) transcendencia política. Me refiero, claro está, a los apuros que está pasando Convergència i Unió (CiU) para describir a su socio en el gobierno de la Comunidad Autónoma y del ayuntamiento de su capital, Barcelona, el (siempre vilipendiado) Partido Popular (PP), y conste que no digo de Cataluña (PPC) no porque no sea catalán, como pretenden algunos (de CiU, para marcar distancias), sino por no confundirlo con el Partido Comunista de Cataluña (PCC), y porque si digo Partido Popular, ya saben todos a quiénes me refiero y es mejor echar mano a la economía del lenguaje de vez en cuando, porque a la otra economía, la del dinero, no llega uno.

La cuestión es que los políticos convergentes y unionistas ya se han tenido que comer con patatas el sustantivo socio. Vox populi, vox Dei, decían los latinos, y no conozco a nadie que no crea en la sociedad CiU-PP, aunque luego unos la disfracen de una manera y otros, de otra. La palabra socio (una persona asociada con otra para algún fin) está ahí, estaba y estará, y resulta inevitable. Además, es la palabra correcta. En lenguaje chabacano, el PP vuelve a tener a CiU agarrada por los güevos, y perdonen ustedes, que las palabras no son mías, sino de un preclaro líder patrio que, en confianza, las dejó ir con resignación en una reunión de amigos en las que estaba presente. Se las prometían tan felices en Madrid y Barcelona y ahora... Qué cosas, la política.

Y ya es triste que la única alegría de la izquierda en Cataluña sea que la derecha carca, provinciana, clasista, racista, neoliberal extrema y cimentada alrededor de las familias de la Casa Nostra, tenga que unirse con la derecha que está a su izquierda, la del PP. Eso es algo que les da mucha rabia, mucha, porque sostienen en público que existen diferencias fundamentales entre unos y otros y viven la mar de bien, convergentes, unionistas y populares, explotando esas diferencias tan esenciales, porque proporcionan muchos votos.

Por eso, cuando surge una sociedad, aparece la urticaria en CiU, porque se ve bien a las claras que tales diferencias sustanciales son, en verdad, un quítame allá esas pajas. Esas diferencias consisten, básicamente, en el total de rayas colorás que tiene que haber en un trapo amarillo que se cuelga de los balcones. También, y ésta sí que es una diferencia más sustancial, en el origen familiar de los votantes principales, donde se aplican las leyes de Nuremberg para ver si uno vota o se siente representado por éstos o aquéllos.

Como en un patio de colegio, la izquierda catalana sólo tiene voz para ser acusica de algo que ya sabemos todos: CiU pacta con el PP, CiU pacta con el PP... gritan, señalando con el dedo, como si hubieran sorprendido a una pareja de novios in fraganti en el patio de la escuela. ¡Vaya descubrimiento! Otros que bajan de Arbeca, que dice un refrán catalán.

No quería yo hablar de los matrimonios políticos de conveniencia (y unión), sino de cómo han tirado del diccionario los convergentes y unionistas para decir que no han hecho lo que han hecho, para asegurar en el patio que no es verdad que sean novios, sino que estaban haciéndose el boca a boca. Porque el juego de palabras es más apasionante, divertido y ridículo que el juego político, que no tiene ningún secreto y ya se sabía.

La primera ocurrencia que han tenido en CiU para decir que no han hecho lo que han hecho es un viejo truco, el de los acuerdos puntuales. No sé qué les da a los políticos, de verdad que no lo sé, pero todos sus acuerdos son puntuales. Es decir, todos llegan a la hora prevista. Tanto se ha hablado de la puntualidad de los acuerdos entre CiU y PP que da la impresión que alguien ha impreso un horario que se sigue a rajatabla.

Pero una vez que ya no cuela llegar a tiempo a las reuniones y ya nadie cree en acuerdos puntuales, sino que se emplea la palabra socio con insistencia, hay que hacer algo para que los votantes convergentes y unionistas no se pongan nerviosos. Porque, a las estadísticas me remito, aunque piensen como votantes de derechas, digan las cosas que dice la derecha, hagan lo que hace la derecha, voten a un programa de derechas y encima sean conservadores, los votantes de CiU no se consideran a sí mismos de derechas, sino de... centro-izquierda, algo incomprensible, y cuando se ven asociados a otros como ellos, pero que no ocultan su preferencia por la derecha y preguntan por qué tú no, van y se ponen de los nervios.

Lo dicho, los políticos de CiU tiran de adjetivos; los del PP, también; todos tiran con adjetivos por no permitirse tirar con bala. Son las reglas del juego.

Los del PP dicen que ellos son los socios decisivos del gobierno, es decir, los que deciden o resuelven lo que tiene que hacer el gobierno. Los que mandan, dígase claramente, en Madrí y en Barcelona. Alguno dice que el PP es el socio imprescindible, el socio del que no se puede prescindir. Los políticos del PP sugieren con su semántica que los de CiU ya pueden cantar misa, que quienes mandan de verdad son ellos, aquí, allá o acullá.

Los socialistas, que quieren pescar en aguas revueltas, hablan de socios permanentes, de ésos que duran toda una vida, o de socios estables, que pueden ser tanto los socios que siguen como tales durante mucho tiempo o los socios que se mantienen así sin peligro de caer, cambiar o desaparecer. A falta de nada mejor, a los socialistas les gusta fastidiar a los convergentes y unionistas mostrando al público que en verdad son de derechas (peor, del PP) y súbditos de Madrí, y que no valen disimulos. Lo de Madrí y del PP es el argumento de prácticamente toda la oposición del parlamento catalán. De Madrí y del PP. Chincha y rabia, CiU.

Por eso los de CiU intentan evitar adjetivos de socio que sean sinónimos de permanencia, aquiescencia, consentimiento, armonía, conformidad, estar de acuerdo, incluso. Pues, ya me dirán qué socio puede ser el que no cumpla con todo esto, un socio de narices, digo yo, el que usted querría en su negocio, ¿no? Pero enredados ellos solitos en el arte de no llamar a las cosas por su nombre, tampoco les gusta que el PP sea el único socio estable posible. De hecho, no les gusta nada que el PP sea socio estable de CiU, y menos les gusta que sea el único socio posible. Por eso, no se les ha ocurrido nada mejor que asegurar que el PP es su socio responsable.

¿Socio responsable?

Responsable (se escribe igual en catalán, y significa lo mismo) viene del supino del verbo respondere, responder, que es responsum. Un socio responsable puede ser tres cosas... o las tres a la vez.

En primer lugar, el socio responsable es el que está obligado a responder de algo o de alguien. Es decir, que si le sale mal a CiU, la culpa es del PP y de Madrí, que no nos deja. Lo de siempre, ya les está bien.

Un socio responsable es también aquel socio que pone cuidado y atención en lo que hace o decide. En este caso, decir que el PP es un socio responsable es un piropo, que en verdad era un piropo que se echaba CiU sobre sí misma, porque lo más responsable que puede hacer el PP es, según los convergentes y unionistas, apoyar al Gobierno de los Mejores. Hay quien no piensa igual sobre los Mejores, pero ésa es otra historia.

Sin embargo, a CiU se le escapa que el socio responsable es el que tiene a su cargo la dirección y vigilancia de la sociedad. El que manda, vamos. El que dice qué hay que hacer y vigila que lo hagas. Lo contrario de lo que querían decir, en suma.

Eso pasa por no mirar en los diccionarios.

Socio responsable... ¡Lo que no inventen ellos...!

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