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Alegoría de la República

Hoy celebramos el 81.º aniversario de la proclamación de la Segunda República Española. Así, pues, ¡Viva la República! Que viva.

Dicho esto, escribo silbando el himno de Riego y haciendo la digestión de unos magníficos garbanzos con bacalao que he cocinado para celebrar el evento. Es decir, que me tomo en serio la celebración, no piensen ustedes. Y ya puestos, anuncio mi regocijo en este sitio, para que no se diga.

Para ilustrar esta viñeta, he escogido una alegoría de la República que, como sabrán todos ustedes, es una señora, más bien señorita (pues no se casa con nadie, sino con la nación entera), de buen ver. En este caso es una República como Dios manda, de las que posa con un seno descubierto (es decir, que se le ve una de las tetas, dicho sea así para lectores poco dados al republicanismo).

Es curioso, pero mientras las alegorías de la Primera República Española era todas unas descocadas y mostraban lo que tenían que mostrar y más, si podían, las alegorías de la Segunda República Española eran bastante modositas. Me ha costado dar con una alegoría republicana de los años treinta que no se cubriera las mandingas y no visitiera no ya con decencia, sino con excesivo pudor. Es un asunto que merecería algunas líneas de reflexión seria y profunda, basada en eventos y documentos históricos, pero la digestión de los garbanzos me impide darles a ustedes la tabarra. Así que felicítense por ello.

Observen la bandera. Es la tricolor. La Primera República Española hacía ondear la rojigualda, que no es más que un rediseño, mejorado y simplificado en tiempos de Carlos III, de la bandera cuatribarrada que comparten catalanes, aragoneses, valencianos y mallorquines. Cuentan que la Segunda República Española añadió el morado porque era el color de los comuneros de Castilla, y bien estaba que todos los antiguos reinos de España aparecieran todos en el mismo trapo. Otros, sin embargo, niegan la responsabilidad de los comuneros y el asunto, en fin, también merecería una investigación que la digestión de los garbanzos dificulta seriamente.

El escudo de la bandera de la Segunda República Española es el mismo que el de la Primera República Española. En vez de la Corona Real, aparece una coroma almenada (que recuerda las almenas de un castillo), que simboliza la defensa de la ciudadanía (de la nación) ante los peligros de la tiranía. Qué bonito.

Cualquier República que se precie aparece tocada con un gorro frigio, comenzando por la República Francesa, que fue la que instauró el uniforme de las demás Repúblicas que la siguieron. El gorro frigio es, para entendernos, una barretina, y es un gorro típico del Mediterráneo. Simboliza la herencia de la Razón, que proviene de Grecia, y de ahí el gorro de Frigia. Por lo mismo, no es una camisa de dormir, sino una túnica, la que cubre a la bella República.

Esta República en concreto, vista camisa o túnica, se acaba de levantar de la cama y descubre la mitad de su pecho y un jamón de considerable belleza. Su piel, tersa, blanca y pura, y este dejarse ver, pero no tocar, no sé exactamente qué significa, y lo dejo a gusto del lector. Y ya puestos, aquí no hay garbanzo que valga, porque si he de escoger entre quedarme con un retrato de Carlos II el Iluminado y la señorita República, pues ¿qué quieren que les diga?

La Primera República Española aparecía con frecuencia acompañada de un gallo, lo que provocó el comentario de los monárquicos, que aseguraban que la República era más puta que las gallinas. Pero tal acusación ofende a la República, al gallo y a las gallinas y, de paso, a los franceses, que siguen mostrando el gallo en sus alegorías. El gallo simbolizaba el inicio de una nueva era, el quiquiriquí de un nuevo día, el estado de alerta ante la gran empresa que nos depara el futuro. Nada de gallinas, qué se han creído.

Para evitar el chiste, los republicanos de los años treinta cambiaron el gallo por un león y la mayor parte de las alegorías de la Segunda República Española aparecen acariciando la melena de un león que es capaz de merendarse de un bocado al primer imbécil que insinúe nada contra la moral de la señorita que sonríe a su lado. Representa la fuerza, el poder de la Ley, así, con mayúsculas. Eso me han dicho.

En casi todas las alegorías de la República Española, sea la primera o la segunda, se ven símbolos del progreso aquí o allá. En las alegorías de la Primera República Española pueden descubrirse máquinas de daguerrotipos, locomotoras, navíos propulsados por vapor, una montgolfiera, un telescopio (que simbolizaría la ciencia), etc. En las de la Segunda República Española no faltan locomotoras o navíos, pero también aparecen aeroplanos, automóviles, el telégrafo... Ambas Repúblicas tienen pasión por las chimeneas, que aparecen casi siempre en el paisaje de fondo, simbolizando el progreso industrial, la buena marcha de la economía (futura), la esperanza en el futuro. Supongo que una alegoría de la Tercera República Española incluiría líneas de alta tensión, aerogeneradores y placas solares fotovoltaicas, un satélite artificial y un computador... o un televisor, lo que comenzaría a preocuparme.

Hoy ya no se dan alegorías de casi nada y echando la vista atrás cómo echamos en falta tanto políticos que sepan leer y escribir como esa ilusión y esperanza en el futuro. Mientras contemplamos el retrato de la bella señorita descocada, nos preguntamos dónde se habrá escondido. Necesitaríamos creernos todo aquello que simboliza para echar p'alante, que diría don Manuel (Azaña).

A lo que íbamos, damas y caballeros y demás lectores: ¡Viva la República y la madre que la parió! Que viva. Y qué buena que está, ya puestos.

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