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¿Nadie vio lo que estaban haciendo? (El caso de las bandas asesinas)

A finales de 2009, el Ayuntamiento de Barcelona no quería perder la ocasión de gastar millones de euros del Fondo Estatal de Inversión Local. Es decir, se preguntaba en qué iban a gastar los millones del Plan Zapatero, para no quedarse sin ellos. Había prisa, mucha prisa, y la prisa es mala consejera.

A los munícipes se les ocurrió la muy loable y genial idea de hacer de Barcelona una ciudad más agradable para los discapacitados visuales, que es como llaman ahora a los ciegos y cegatos, perdonen ustedes. Pero no preguntaron a los afectados, sino que se lanzaron a la piscina sin saber nadar.

Se les ocurrió que unas muescas en el suelo de las paradas del autobús guiarían a los ciegos hasta las puertas del vehículo. Lo ideal, a decir de los propios ciegos, es que se utilicen unas baldosas hidráulicas (es decir, las de toda la vida) con un dibujo diferente. Pero el Ayuntamiento de Barcelona tenía otra idea en la cabeza. Nada de obras: se cortaba una banda de caucho a medida, se engancha sobre la acera, deprisa y corriendo, y andando. Naturalmente, contrataron a una empresa para hacerlo. Un trabajo fino, el de la banda de caucho: el ciego tropieza con la banda de caucho (nunca mejor dicho) y siguiéndola, llega hasta el autobús.

El plan municipal que se presentó al Fondo Estatal de Inversión Local pretendía instalar 1.800 bandas de caucho en las 2.135 paradas de autobús que tenía entonces. Acabó instalando sólo 1.500 de estas bandas. La empresa instaladora, por cierto, tuvo que volver a instalar el 12% de las bandas de caucho a poco de estrenarlas, dentro del período de garantía, porque, sencillamente, se despegaban. No habían acertado con la cola.

¡Y tanto que se despegaban! El despropósito comenzó a llevarse por delante, a fuerza de tropezones, a los sufridos usuarios del autobús de Barcelona y a un nutrido grupo de peatones. No tenían bastante con los ciclistas, que ahora se enfrentaban a las bandas asesinas (de caucho).

Las bandas asesinas estaban diseñadas a posta para provocar el tropezón del caminante. Además, se despegaban, arrancaban las baldosas sobre las que se habían enganchado... Los ciegos no se atrevían a acercarse a las paradas del autobús. En fin, un desastre. Tan mal fue el asunto que el Ayuntamiento de Barcelona tomó cartas en el asunto: se sacó las pulgas de encima y echó las culpas a la empresa contratada. Con ese cuento, no le devolvió el aval de 140.000 euros que la empresa había depositado al ganar el concurso y los munícipes responsables de semejante disparate pudieron eludir sus responsabilidades, echándole las culpas a otro. Pero siguieron las quejas.

Muchas protestas e ingresos en urgencias después, el Ayuntamiento de Barcelona ha tenido que reconocer su error. El Ayuntamiento de Barcelona arrancará las bandas de caucho y las sustituirá por las baldosas que pedían los ciegos. Se desconoce el coste de arrancar las bandas de caucho y reparar los daños que éstas han causado en la acera (que no son pocos), pero las nuevas baldosas para los ciegos costarán a los barceloneses 800.000 euros.

Eso no es nada: las bandas asesinas (de caucho) habían costado 3,7 millones de euros, aunque el Ayuntamiento de Barcelona sólo había aportado 1,3 millones.

Según la aritmética más elemental, cada banda de caucho nos costó, aproximadamente, 2.500 euros, 2.000 euros más de lo que nos hubiera costado poner las baldosas que pedían los ciegos el primer día.

No sabemos cuánto dinero ha supuesto el mantenimiento de las bandas de caucho, pero si el primer año se tuvieron que reponer el 12% de todas ellas, en los dos años en que han estado puestas se habrán tenido que reponer, a ojo, una cuarta parte, a 2.500 euros por parada de autobús... Tampoco sabemos cuánto dinero costaron los sueldos y las dietas de los jefazos que se reunieron tantas veces, pensaron tanto y decidieron, al fin, enganchar unas gomas con cola en el suelo, a precio de oro, en vez de hacer las cosas bien hechas.

Calculadora en mano, la broma de las bandas de caucho nos ha costado tanto dinero como atender en estos dos años de gilipollez y sufrimiento a más de 550 pacientes aquejados de una enfermedad grave, con intervención quirúrgica, tratamiento y medicación incluidos, en uno de los grandes hospitales de la sanidad pública catalana (sin recortes, a pleno rendimiento). Las bandas asesinas se llevaron gente por delante a base de tropezones, pero también privando de recursos a la sanidad.

Y yo me pregunto: ¿nadie vio lo que estaban haciendo?

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