Trabajar tocando a la funeraria tiene sus momentos. Imagínense cómo me quedó el cuerpo al contemplar este espectáculo a tocar de la oficina. Bajo la inclemente canícula, los operarios de la fábrica de ataúdes montaban la carroza en medio de la calle. Memento mori...
La fotografía la tomó mi amigo Ernest, compañero de oficina y penalidades, con una pequeña cámara digital, cosa que agradezco mucho.
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