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Il Porcellino



En italiano, porcellino es algo así como cerdito, pero ¡cuidado! El Porcellino es en verdad ¡un jabalí! Un señor jabalí, de tomo y lomo, además.

Existe una superstición alrededor del Porcellino. Dicen que acariciar su morro trae suerte; otros dicen que acariciarlo garantiza el regreso a Florencia, lo que también es afortunado. Sea como sea, el morro del marrano está pulido de tanta caricia. Una de ellas, la mía, muy afectuosa.

La escultura original se conserva en los Uffizi. Es una copia de mármol romana de una escultura helenística. Es decir, estamos hablando de un marrano esculpido bastantes años antes de Cristo, que ha llegado hasta nosotros como copia de una copia. En 1560, Pío VI, papa, lo donó al primer Cosimo (Cosme), una vez que éste fue a visitarlo a Roma. Cosimo se lo trajo a Florencia y sirvió de adorno para su palacio. El siguiente Cosimo, Cosimo II, ordenó que se hiciera una copia en bronce del bicho, en 1620. Ferdinando II, veinte años después, ordenó transformarla en fuente y la instaló en el Mercato Nuovo, una loggia del siglo XVI. (El Mercato Vecchio... imaginen,)

Durante muchos años, la fuente tuvo una función eminentemente práctica, la de proporcionar agua a los comerciantes, y éstos devolvieron el favor llamándola Fontana del Porcellino. La fama de la fuente creció y creció, y el Mercato Nuovo ha llegado a conocerse como Mercato del Porcellino. Andersen, el de los cuentos, algo tuvo que ver con este asunto, pues visitando Florencia quedó encandilado con el puerco y los animalitos que corren a sus pies, también fundidos en bronce.

Hoy se exhibe una copia en la calle, pero el original de bronce puede verse en un museo, y la copia romana en piedra, también, como ya he dicho. No siempre ha estado donde está ahora: ha cambiado de lugar dos o tres veces los siglos XVIII y XIX. Además, se ha vuelto a fundir la base... Existen copias en ciudades amigas, en Europa y en el extranjero. Pero nada de todo eso ha podido con el cariño que le tienen los florentinos (incluso los turistas).

Ciao, Porcelino! Ci vediamo, presto!

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