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La dependencia de Cataluña


(o cómo el Gobierno de los Mejores extorsiona a los más necesitados)

El responsable, el conseller Cleries, papando moscas en el Parlamento.

El Departamento de Bienestar y Familia de la Generalidad de Cataluña ha enviado a varias familias catalanas que se acogen a la Ley de Dependencia una carta en la que reclama que éstas devuelvan una importante cantidad de dinero que deben a la administración. Dice el Gobierno de la Generalidad de Cataluña que la familia de una persona dependiente no puede recibir una prestación para un cuidador personal si frecuenta un taller ocupacional.

Así, pues, como la familia recibe la prestación por cuidarlo en casa y el dependiente asiste a un taller, mientras ande por el taller no andará por casa, se argumenta, y habrá que devolver la prestación que se ha cobrado durante no sé cuánto tiempo por tenerlo en casa, ahí queda eso. Hay que de-vol-ver-la. Mucho morro, que os forráis con tantas ayuditas. Ya estáis aflojando la mosca. Las familias con personas dependientes a su cargo son acusadas de haber recibido indebidamente ayuda de más, como si hicieran trampas y quisieran lucrarse a costa de una desgracia.

En Cataluña es sabido que sólo roban los pobres y los necesitados y se obra en consecuencia.

Hay que ser malvado y miserable para joder al personal con semejante cuento, y no se me ocurre otra manera de decirlo sin ofender a Dios ni a los muertos.

Porque, atención, no es la primera vez que el Gobierno de los Mejores intenta joder al personal con esta excusa. El pasado verano, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) falló que un taller ocupacional no es una prestación (cito) de análoga naturaleza ni finalidad que la de una subvención por un cuidador familiar. El tribunal condenó a la Generalidad de Cataluña a pagar todas las ayudas a la familia a la que había intentado joder, que se querelló contra la administración cuando fue requerida a devolver lo que tanto le había costado que le pagaran. Una cosa es una ayuda en casa, otra cosa es un servicio fuera de casa; no son la misma cosa; es recomendable que se cubran las dos, dice el juez.

Puto caso le hace al juez y a la justicia, incluyendo la que no está escrita, el responsable de este asunto, que sigue adelante con la canallada y que tendrá nombre y apellidos, el hijo de puta, además de contar con el favor del conseller Cleries y en última instancia, del presidente Mas, porque quien calla, otorga, y éstos callan como putas. Esta jodienda tendría que ser portada en los periódicos. El daño humillante y lesivo que sufren estas familias tendría que ser motivo de escándalo y causa no de dimisiones, sino de ceses inmediatos, fulminantes y vergonzantes. Tendrían que rodar cabezas.

Pero aquí la responsabilidad es sinónimo de que otro la pague y la prensa está para sostener la chingada. ¿Quién se va a mover por unos cojitos, unos tontitos y unos abuelitos que se cagan encima? Allá se apañen, no me vengan con tonterías, que el patio está ahora pendiente de cuántas rayas colorás tendrá el trapo amarillo que quieren por bandera, asunto muy entretenido y de mucha enjundia. A las personas, que les den, pero sin ruido, por favor.

Por eso mismo, sin más salida que ésa, la Plataforma de Familias y Usuarios de la Ley de Dependencia en Cataluña tuvo que manifestarse en la plaza de Sant Jaume, frente al Palau de la Generalitat, este fin de semana. La extorsión del Gobierno de los Mejores (que no tiene base legal, repito) amenaza el bienestar de muchos discapacitados y pone en peligro su calidad de vida (de por sí bastante precaria). Están en su derecho de pedir justicia y una reparación. Tienen toda la razón del mundo y quien quiera quitársela, bastante cabrón será.

Apenas un centenar de personas se sumaron a la manifestación. Cien. Ni con la mejor voluntad del mundo llegaríamos al millón. ¡Y esta gente sí que merece que les demos nuestro apoyo! ¿Nadie está con ellos?

El ruido de banderas, denunciaron, sirve para ahogar nuestras quejas. Quejas que no llegaron a la primera página de los periódicos porque la prensa, ah, la prensa, mira hacia otro lado, pitas, pitas, hacia la mano que le da de comer. Pitas, pitas.

Qué vergüenza de país, por Dios, qué vergüenza.

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