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La bruja Adelina



No me lo podía creer. Sigo sin creérmelo. Pero el caso está ahí, documentado.

Una vieja andorrana, Adelina por más señas, ejercía de bruja hasta hace poco. Ahora tiene alrededor de ochenta años y está un poco achuchada para andar lanzando hechizos y embrujos, pero en sus mejores tiempos recibía muchas visitas (y cobraba de todas ellas sus buenos dineros).

Su especialidad era la terapia del huevo. Tomaba un huevo recién salido de su gallinero (o del supermercado de la esquina), lo frotaba contra el cuello y la espalda del incauto que pagaba por ello y después de unos pases mágicos (frufrú, zas, catapún) lo rompía en un plato. Si el huevo salía oscuro, no era por la tinta que le había echado, sino porque se había llevado la energía negativa (sic) del tonto al que atendía. El suceso impresionaba al personal y le procuraba pingües beneficios. El pagano, libre de maleficios, salía de la consulta brujeril como nuevo y la cuenta corriente de la vieja bruja crecía y crecía.

Lo más tremendo del caso era que no le faltaban clientes de buena posición. Uno de ellos, un antiguo directivo de Banca Catalana imputado en el caso Pretoria, ha levantado la liebre de este asunto. Repito: me cuesta creer lo que cuenta, pero me resulta más y más verosímil cada minuto que pasa.

El fulano en cuestión tiene unos ahorrillos en Andorra. Más o menos, cuatro millones de euros obtenidos, según parece, de manera ilícita, como viene siendo costumbre en el país. Como ahora pasa por apuros económicos, el personaje quisiera poder acceder a tales dineros, pero los jueces del caso Pretoria tienen paralizada la cuenta del caballero y éste tiene que conformarse con lo puesto. Cuentan que ha comenzado a cantar lo que sabe por si así pueden liberar parte de sus dineros. Sabe mucho, según parece, y la mierda comienza a salpicar a todo quisque.

Es ahora, en medio de sus declaraciones, donde aparece la bruja Adelina. El tipo cuenta que acudía con frecuencia al pase del huevo de la bruja y que consultaba sus cosas con ella. Era una bruja genuina de las montañas (sic) y un día presumió de ella delante del entonces presidente de la Generalidad de Cataluña, don Jordi Pujol, que conocía de los años de Banca Catalana. El fulano asegura delante de la policía (que imagino desternillándose de risa mientras tanto) que don Jordi Pujol acudió a la bruja y quedó impresionado. Tan impresionado que cada vez acudía a ella con más frecuencia y le pagaba más dinero por sus pases de huevo y sus consejos y predicciones. Llegó a obsesionarse con ella, cuenta el soplón.

Frufrú, zas, catapún, venga el huevo, que te saco el mal de ojo.

¡Caramba! ¡Mecachis con la bruja! ¡Ahora me explico tantas cosas!

1 comentario:

  1. Manda carallo una bruixa gallega en Andorra asesorando al cacique catalan Jordi Pujol para tranquilizarle sobre sus atracos al contribuyente
    catalan y español.

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