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Oscar Niemeyer (1907-2012)



Hace un par de días, moría Oscar Niemeyer, arquitecto. La noticia se ha publicado en los periódicos; quizá por eso les suene el nombre. Ahora bien, a poco que se hayan interesado por la arquitectura contemporánea, sabrán que Niemeyer ha sido y sigue siendo uno de los arquitectos más notables e influyentes del siglo XX.

La iglesia de San Francisco de Asís en el lago Pampulha.

Saltó a la fama en 1943, cuando cumplió un encargo del alcalde Kubitschek (quédense con el nombre). Diseñó y construyó la Iglesia de San Francisco de Asís en el lago de Pampulha y provocó muchísima polémica. El obispo del lugar dijo que aquella iglesia no era apta para el culto, un tanto mosca por vérselas con un edificio tan sorprendente e innovador. Hoy, la iglesia es un museo de arte contemporáneo, pero sigue siendo un bellísimo ejemplo de lo que uno puede hacer con el hormigón, si uno se pone a ello.

Dicen que Le Corbusier había sido su maestro, pero luego le superó, salta a la vista. Construyeron los dos juntos la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, en 1952. Otro edificio impresionante.

Su fama mundial vino con Brasilia, la ciudad de Niemeyer. En 1956, el urbanista Lúcio Costa gana el concurso para diseñar la nueva capital de Brasil, Brasilia, en el centro del país. El presidente de Brasil, Kubitschek (¿se acuerdan de él?), llamó a Oscar Niemeyer para trabajar en el proyecto. Mientras Costa trabajaba de urbanista, Niemeyer se volcó a proyectar edificios impresionantes, docenas de edificios: viviendas, centros comerciales, oficinas, la residencia oficial (y la provisional, también) del Presidente de la República, la Cámara de los Diputados y el Senado Federal, la Catedral, la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores, del Tribunal Federal Supremo, de los demás ministerios... Un no acabar de maravillas sin cuento.

He aquí el prodigio: Costa y Niemeyer diseñaron, construyeron e inauguraron Brasilia en el plazo de cuatro años, durante el mandato presidencial de Kubitschek. El mundo quedó pasmado ante aquella explosión de arquitectura sin igual.


 

 
Brasilia. Docenas de edificios salen del estudio de Niemeyer.

Tres años más tarde, en 1963, ya conocía todos los honores posibles para un arquitecto. Le nombraron miembro honorario del Instituto Americano de Arquitectos (EE.UU.) y le otorgaron el Premio Lenin de la Paz (URSS). En tiempos de la Guerra Fría y la Crisis de los Misiles, no está nada mal.

Niemeyer se había afiliado al partido comunista de Brasil durante la Segunda Guerra Mundial. Viajó varias veces a la Unión Soviética y conoció el exilio en 1964 porque los militares golpistas brasileños no toleraban el comunismo. Regresó a Brasil en los años ochenta.


Trabajó hasta hace bien poco. Sus diseños todavía provocan pasmo y admiración. Desde luego, no dejan indiferente a nadie. Colecciona premios y galardones por docenas, bien merecidos los tenía.

Su idea de la arquitectura era utópica e idealista. Formas aparte, que quitan el hipo por su valentía y atrevimiento, y por su intrínseca belleza, pretendía que todo edificio fuera una excusa para pensar y aprender, un paso más hacia un futuro más humano y fraternal. No en vano, sus templos (iglesias y mezquitas) son soberbios, porque quiso expresar en ellos ese ideal niemeyerista.


Qué gran arquitecto.

Más información en http://www.niemeyer.org.br/.

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