Frente a frente.
El ministro Wert ha presentado estos días un borrador de anteproyecto de ley de reforma educativa. Es decir, que para tener una ley que se pueda discutir en las Cortes falta mucho. Pero como el ministro fue carne de tertulia y mantiene las formas bullangueras y polémicas sin recato y los de aquí y los de allá son felicísimos buscando excusas para distraer al personal de asuntos de tanta enjundia como el sistemático destrozo del Estado del Bienestar o la corrupción política, unos se han lanzado al cuello del ministro con la intención de pasear su cabeza en lo alto de una pica y otros, no menos entusiastas, han aprovechado para cargar contra cualquiera que utilice cualquier lengua que no sea el español para enseñar a los niños. Más que un debate serio, donde ambas partes exponen sus razones con normalidad y los datos con objetividad, buscando un acuerdo que resulta imprescindible, parece una pelea de perros rabiosos y descerebrados. ¡Con lo importante que es la educación!
Si me permiten un paréntesis, los defensores de la inmersión lingüística en Cataluña argumentan que un alumno catalán tiene un nivel de español tan alto como cualquier otro alumno español. Ergo, deducen, la inmersión lingüística no puede ser tan mala como dicen.
¡Falso! ¡Mentira! Lo que es cierto es que un alumno catalán tiene un nivel de español tan BAJO como cualquier otro alumno español. Lo peor del asunto es que su nivel de catalán será igualmente BAJO.
El nivel lingüístico de los alumnos de toda España, y Cataluña no es una excepción, es inusitadamente bajo en cualquier idioma, según los estándares europeos. Por lo tanto, con esto cerraré el paréntesis, el sistema de la inmersión lingüística se demuestra tan MALO como el que funciona en el resto de España. Estamos en la cola de Europa y curiosamente ése no es el debate.
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