Hace un año, a un tiro de piedra de la costa de la isla de Giglio, en la Toscana, un crucero encalló en aguas someras. Era el Costa Concordia. Se rasgó la quilla, embarcó agua, zozobró, se hundió y allá sigue, escorado hacia estribor, reposando sobre el fondo. Murieron treinta y dos personas en el naufragio y tuvieron que ser evacuadas del buque cuatro mil ciento noventa y ocho, que no son pocas, con riesgo de sus vidas.
Ayer, la población de Porto Giglio celebró una misa en el primer aniversario de la tragedia. La presentadora de un canal de televisión ha dicho que la gente del pueblo había llenado la iglesia, y que se habían sumado a la misa muchos viajeros del Costa Concordia de hace un año. En su mayoría, supervivientes, añade la presentadora.
En su mayoría, supervivientes, de acuerdo, pero los demás, si no habían sido supervivientes... En fin, qué miedo.
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