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Delenda est corruptio?


Alfonso Capone, corruptor y evasor de impuestos.

En 1929, Herbert Hoover, presidente de los EE.UU., dijo que hasta aquí habíamos llegado. Llamó a Andrew Mellow, Secretario del Tesoro, y le dijo que había que acabar con Al Capone costara lo que costara. Chicago estaba toda ella corrupta de arriba abajo y los crímenes se sucedían con impunidad.

Como todavía no existía el FBI, la única manera que tenía el Gobierno de los EE.UU. de acabar con los delitos de Al Capone (considerando que Illinois estaba toda corrupta) era con agentes federales del Tesoro (una mezcla entre inspectores de Hacienda y agentes de aduanas con permiso de armas). El señor Mellow optó por atacar a Al Capone en dos frentes.

Una unidad del IRS (Bureau of Internal Revenue Service, lo que sería nuestra Agencia Tributaria), a las órdenes del agente Frank J. Wilson y supervisada por Elmer Irey, examinaría al detalle las cuentas de Al Capone, por ver si podían acusarlo de evadir impuestos.

Luego acudió al Bureau of Prohibition (una especie de Oficina Antidrogas antialcohólica) para que se echaran encima de destilerías, cervecerías, locales de venta y dispensación de licores, almacenes... y fastidiarle todo el negocio posible a Al Capone. Un grupo pequeño, selecto, nueve agentes federales (luego once) a las órdenes de Eliot Ness que pronto se conocerían como Los Intocables (The Untouchables).

Los Intocables, posando para la cámara después de una redada.

En seis meses, los Intocables habían hecho perder a Al Capone un millón de dólares de la época sólo en abrevaderos (locales de venta y consumo de alcohol). Eran tipos duros (varios habían sido boxeadores o jugadores de fútbol americano), inteligentes y especialmente conscientes de su trabajo. Incorruptibles.

Eliot Ness.

Los Intocables eran, aparte de Ness, Lyle Chapman, Barney Cloonan, Martin J. Lahart, Tom Friel, Bill Gardner, Mike King, Joe Leeson, Paul W. Robsky y Samuel M. Seager, a los que sumar Jim Seeley y Al Wolff. Un duodécimo miembro del grupo, Frank Basile, muerto en una de las redadas, era el chófer personal de Ness y tenía antecedentes penales. Pudo contratarlo porque Ness, como Wilson, del IRS, tenían carta blanca y libertad de acción.

Fue Wilson quien acabó realmente con Al Capone, denunciándolo por evasión de impuestos, mientras su imperio del crimen se deshacía acosado por los Intocables, que habían limitado muchísimo su libertad de acción y coacción.



El principio del fin de Al Capone: lo pillaron por no pagar a Hacienda.

Fue una cuestión de voluntad política. Se quiso acabar con Al Capone, se acabó con él. Se quiso limpiar Chicago, se limpió. No hicieron falta nuevas leyes, sólo actuar con firmeza y decisión. No se acabó con el crimen organizado, cierto, pero Chicago volvió a ser una ciudad normal para la gente normal.

Hoy vemos la fotografía de la Cumbre contra la Corrupción de Artur Mas, que da grima. Se pretende que luchen contra la corrupción política. Algunos han ido a la reunión a contrapelo, como los jueces y fiscales, que no pueden decirle que no al Presidente de la Generalidad de Cataluña.

Los invitados a la Cumbre contra la Corrupción de Artur Mas.

La gran medida que se le ha ocurrido al presidente es resucitar un pacto entre caballeros que firmaron los partidos políticos catalanes en 2001. Ese pacto decía que se iban a portar bien a partir de ese día. ¡Vamos, hombre...! Viendo el resultado de entonces, ¿qué hace pensar que ahora será diferente?

Sobre garantizar más medios para la justicia y los tribunales, o proponer una mayor independencia de éstos, silencio. Un silencio aterrador.

El convocante de la reunión, ése que quiere pasar por Kevin Costner, tiene entre las filas del partido que preside al menos dos diputados que han estado en contacto íntimo con la mafia rusa (Fernández Teixidor y Crespo); la sede del partido está embargada por los tribunales (caso Palau), su secretario general (Oriol Pujol) ha sido pillado in fraganti con el chanchullo de las ITV, donde también aparecen el conseller de Justicia (nada más y nada menos que de Justicia), Germà Gordó, y su secretario general, Colet Petit; el fundador de su partido y su familia... en fin, mejor no hablar de esa tropa; Pallerols, Pretòria, etcétera, etcétera, etcétera.

Pasado y presente de CiU. De izquierda a derecha.
Artur Mas, hijo de un evasor de impuestos con cuentas millonarias en paraísos fiscales. Presidente.
Josep Ma. Cullell, hoy asesor económico del Vaticano, que dimitió en 1994 porque se supo que había favorecido desde Política Territorial y Obras Públicas un negocio inmobiliario de su cuñado. Miembro del Consejo Nacional.
Jordi Pujol, protagonista del descalabro de Banca Catalana que, a valor de hoy, supera el de Bankia. Presidente de Honor.
Oriol Pujol, hijo de éste y protagonista del caso ITV. Secretario General.
Etc.

Naturalmente, son todos Intocables. Es decir, que a la mayoría de éstos, ni tocarlos. Tal es así que, a las preguntas de la prensa, el presidente es todo excusas. El no pediría la dimisión de un secretario general de su partido imputado por querer enriquecerse él y sus amigos con las tasas que pagamos los catalanes (existen sobrados indicios de que así ha sido), dice. Es un Intocable. ¡Ni que esté imputado!

Tengo que echarle una mano al presidente. Yo tampoco le pediría al fulano que dimitiera: yo lo cesaría inmediatamente. La dimisión es honorable y éste no es el caso, no puede serlo. Si el canalla no dimite, ¡que lo cesen! ¡Ya mismo! ¡Fuera!

¡Abajo las dimisiones! ¡Que cesen a alguien de una vez!

Los ciudadanos de a pie no vemos que quiera acabarse con nada. Se emplean palabras y fórmulas vacías de contenido: reforma estructural, pacto de Estado, regeneración democrática y refundación de las instituciones. Una mierda. No niego que una reforma legal pueda servir de ayuda, pero ¿saben qué hace falta, en serio? Aquí faltan un par de c... encima de la mesa para poner orden. Punto.

Material anticorrupción.

Verían ustedes qué daño provocaría un equipo de inspectores de Hacienda como el del IRS, con medios a su disposición y carta blanca, bien motivados y preparados. Verían ustedes qué daño provocaría una unidad especial de policía judicial, bien entrenada y seleccionada con cuidado, con medios y carta blanca.

No queremos nada más que eso.

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