Blancanieves, el príncipe, los enanitos, los pajaritos, los conejitos...
Tiene miga. Pablo Berger, director de cine de Bilbao, ha conseguido hacer realidad un proyecto asombroso: filmar la historia de Blancanieves. Si todo fuera eso... La película es muda, fotografiada en blanco y negro y su argumento no es exactamente el mismo que uno recordaba de cuando niño.
La Blancanieves de Berger: gótica, torera y muda.
En la película de Berger, Blancanieves no se llama Blancanieves, sino Carmen, y la madrastra, Encarna. En vez de espejito mágico, sirve una revista del corazón y la manzana será un tarro de pastillas. Los siete enanos son seis, y uno travestido, y no son mineros, sino un grupo de Enanos Toreros, porque Blancanieves-Carmen no vive en una idílica Edad Media, sino en la España de los años veinte y el asunto es taurino y folclórico, pues el príncipe será torero y tal.
Los seis, que no siete, Enanos Toreros.
La misma fruta prohibida que condenó a Eva.
El riesgo lo asumió la productora Arcadia Motion Pictures, afincada en Barcelona, responsable de algunas cintas dignas de elogio. Esta Blancanieves es cine mudo, repito, y la crítica la deja muy bien, aunque yo no la he visto y no puedo decir más. Recibió 18 nominaciones de los premios Goya y un Premio Especial del Jurado del Festival de Cine de San Sebastián, aparte de la Concha de Plata a la Mejor Actriz, y muchos otros premios.
Hablando de premios, el cachondeo está servido, porque ayer mismo Blancanieves ha ganado el Gaudí que otorga la Acadèmia de Cinema Català a la mejor película hablada en catalán. ¿Quieren que les repita? Es una película muda.
Mudito.
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