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Según San Malaquías



Según las profecías de San Malaquías, éste, el nuevo, será el último papa, pues durante su reino acaecerá el Fin del Mundo, etcétera, etcétera. Más exactamente:

De Petrus Romanus dice el Lignum Vitae: In persecutione extrema Sanctae Romanae Ecclesiae sedebit Petrus Romanus, qui pascet oves in multis tribulationibus; quibus transactis, civitas septicollis diruetur, et Judex tremendus iudicabit populum suum. Finis.

Que se entienda, dice: Durante la última persecución de la Santa Romana Iglesia se sentará Pedro, el Romano, que apacentará el rebaño entre muchas tribulaciones; pasadas éstas, la Ciudad de las Siete Colinas [Roma] será destruida y el tremendo Juez juzgará a su pueblo. Fin.

¡Venga alegrías, hombre! Justo ahora, con lo bien que nos lo estábamos pasando. Pero ¿quién era este aguafiestas de Malaquías? ¿Qué predijo exactamente?

San Malaquías.

Malaquías de Armagh era en verdad Máel Máedóc Ua Morgair, pero mejor nos quedamos con Malaquías, que se pronuncia mejor. Era de familia noble y un santo, San Celso, le ordenó sacerdote. Corría el año 1119 en Irlanda y Malaquías inició una carrera político-eclesiástica llena de sustos e intrigas, porque la política irlandesa reunía a varios reyes que luchaban unos contra otros y la iglesia irlandesa corría descabezada y caótica en medio de semejante follón de saqueos, sobornos, crímenes y demás lindezas.

Malaquías era hábil y pronto ascendió a lo más alto de la Iglesia de Irlanda. Por ejemplo, compró el arzobispado de Armagh a uno que se había hecho pasar por el verdadero arzobispo. Así consiguió el cargo, con trampas y dinero, y se lo quedó para siempre.

Era un tipo fanático y eficiente. Con mano de hierro, puso orden entre los sacerdotes, plegándolos a sus órdenes y restableciendo la moral católica, eufemismo que significa que se cargó a todo el que intentó llevarle la contraria. Con la ayuda de la autoridad, persiguió las costumbres paganas. Es decir, impuso el control eclesiástico sobre los actos civiles. En 1139 abandonó Irlanda para llegarse a Roma. Regresó a Irlanda con el título de Primado de Irlanda y dos palios arzobispales, después de intrigar a destajo con las familias italianas.

Murió en 1148, en brazos de San Bernardo, camino de Roma por segunda vez. En 1199, lo hicieron santo, por lo bien que lo hizo poniendo orden entre los irlandeses. Dejó numerosísimas reliquias, que se enumeran en el volumen CLXXXV de la famosa Patrologiae Cursus Completus. Ya saben: un dedo, otro dedo, un mechón de los cabellos, un dedo más, etc. Pero en ningún momento se mencionan las llamadas profecías de San Malaquías en este catálogo.

La primera noticia que tenemos de las profecías de San Malaquías nos la da Arnoldo Wion, un monje benedictino belga. Publica en 1595 un libro titulado Lignum vitae, ornamentum, & decus Ecclesiae, algo así como El árbol de la vida, ornamento y gloria de la Iglesia. Era una colección de biografías de benedictinos que habían llegado a ser obispos. Uno de estos monjes era Malaquías.

Wion dice en el capítulo que dedica a Malaquías que éste escribió varios opúsculos, obras menores. Entonces (dice que) copia ciento doce lemas en latín, uno tras otro y sin numerar, una alegoría a todos los papas que gobernarían la Santa Madre Iglesia entre 1143 y el Fin de los Tiempos. Tales lemas son la profecía de San Malaquías.

Con el cuento de las profecías, el libro se vendió como rosquillas.

Lo primero que llama la atención es que las profecías incluyeran a los papas y antipapas de la época del Cisma de la Iglesia, en el siglo XV. Qué raro. Porque Santo Padre sólo hay uno, ¿verdad? ¿O se da por bueno que puedan haber dos o tres papas?

Lo segundo, que los lemas de los papas reinantes entre 1143 y 1595 son inequívocamente certeros y adecuados. Los lemas para los papas posteriores son de una vaguedad e imprecisión que quita el hipo. Es muy fácil predecir lo que ya ha pasado, pero muy difícil acertar el futuro.

Desde el primer día se sabe que esas profecías son un engañabobos, pero ha habido quien ha creído en ellas. Según los creyentes, San Malaquías escribió la profecía en Roma, hacia el 1140. El cuento prosigue diciendo que entregó esos lemas al papa y que el papa, muy agradecido, los dejó en manos del secretario que a su vez los guardó en los archivos, donde desaparecieron durante quinientos cincuenta años. Tan buen regalo no sería, con semejante destino.

Parte del Archivo Secreto del Vaticano.

Oh, los archivos secretos y misteriosos del Vaticano... Sólo que entonces todavía no era secretos ni del Vaticano, sino administrativos y lateranenses. Pues, allá encontró esos lemas el benedictino belga de marras, hacia 1590, cinco siglos y medio después, mientras buscaba material para sus biografías. Perdón, dice que los encontró, que nunca se han visto.

Los encontró o se los inventó. Se los inventó. Porque la colección de lemas fue una sutil maniobra propagandística y publicitaria que favorecía al adversario del que luego sería Clemente VIII. Ni sería la primera ni sería la última vez que se hicieron trampas por el estilo. Como ya he dicho, el candidato preferido del padre Wion perdió las elecciones. La primera vez que se puso a prueba la profecía de San Malaquías, falló. También falló la segunda vez, y la tercera, la cuarta, la quinta...

En resumen, ni San Malaquías escribió esos lemas ni éstos predicen nada. Que sean ciento doce lemas sólo quiere decir que el inventor de tantos lemas se cansó de ellos y se negó a escribir ciento veinte o cuatrocientos cincuenta y nueve, no hay más. Qué tontería, pero eso no impide que haya sido un luterano, Teodoro Grugero (Theodor Gruger), su más acérrimo defensor, en su Commentatio historica de successione Pontificum Romanorum, secundum vaticinia Malachiae, a dubiis Menestrerii, Carrieri, aliorumque vindicata, amén, vaya título. Un luterano dando por buena la profecía de un santo católico irlandés sobre quién reinará en Roma. Lo que hay que ver.

Es más divertido participar en la porra vaticana. ¿Quién será el nuevo? Se aceptan apuestas.

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