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¡Afrancesado! ¡Jacobino! ¡Comecuras!


¿Laico? ¿Quién ha dicho laico?

España es un Estado laico, o tendría que serlo. Dicen aconfesional, pero habiendo laico es forzar el verbo. Es decir, las instituciones públicas españolas tendrían que ser neutrales en materia religiosa, que no es lo mismo que promover el ateísmo, como sostiene más de uno. Una es la cosa pública (la res publica), de todos, terrena y material, y otra, las creencias de cada cual. La Generalidad de Cataluña, que es un organismo del Estado según la Constitución, según el Estatuto de Autonomía de Cataluña y según todas las apariencias, también tiene que procurar no decantarse por una, otra o ninguna idea religiosa.

De este principio surge la separación entre la educación en valores cívicos (que ha de ser pública y universal) y la formación religiosa (a gusto de cada uno), que provoca una agria polémica acerca de una posible asignatura de Religión (católica) en la escuela. Se discute sobre su obligatoriedad y sobre su peso en el currículum académico, cuando correspondería a los padres la educación religiosa de los pequeños, con toda libertad, me parece a mí.

Fíjense que una cosa es la teoría de la laicidad y otra, la práctica. En la Fiesta Mayor se disfraza el alcalde con sus mejores galas y desfila en la procesión detrás del santo, como Dios manda. ¡Pobre de él que se niegue a hacerlo!

El señor Mas, en plena efervescencia nacional-católica el día de Sant Jordi.

Pero esto es una cosa y otra es que Presidencia incluya la eucaristía en la capilla del Palau de la Generalitat como un acto institucional del día de Sant Jordi, y que conste en las invitaciones y programas oficiales. La declaración cursi sobre el cultivo de la rosa el día de Sant Jordi se hizo justo después de la misa institucional, lo que quizá explique el tono monaguillesco del discurso.

Por si fuera poco, con dinero y fondos públicos, Presidencia promueve en Roma la causa de un cardenal favorable a las tésis nacionales convergentes en vez de preocuparse por uno que trabaje para la salvación de las ánimas. Como Franco hacía, solicitando cardenales afines al Régimen, ni más ni menos. Si eso era nefasto, esto no será mejor. Por lo tanto, me da que Presidencia anda metiéndose en camisas de once varas y donde no le llaman.

En éstas, el PSC ha presentado una propuesta de ley en el Parlamento de Cataluña que incluye el siguiente párrafo (traduciré), donde solicita que los actos institucionales [de la Generalidad de Cataluña] no incluyan actos litúrgicos de ninguna confesión o creencia religiosa, que las autoridades religiosas o representantes de las diferentes confesiones tengan el mismo trato protocolario que se dispensa a otros representantes de la sociedad civil, y por ende, que nunca presidan o copresidan el acto institucional.

A mí me parece muy correcto y sensato, pero se ha organizado una pelotera de padre y señor mío.

El señor Collboni, del PSC, afrancesado, jacobino y matacuras.

El señor Collboni, del PSC, considera que esta ley es necesaria porque el Gobierno de la Generalidad de Cataluña (i.e., CiU) practica, cito textualmente, un nacionalcatolicismo absolutamente vergonzoso, que ha sido superado por la historia. No se corta, el señor Collboni.

El señor Juliana, tradicionalista nacional-católico y posiblemente girondino.

La primera reacción contra el señor Collboni y la propuesta del PSC ha sido feroz y virulenta. Muy feroz y virulenta. El correveidile del parecer de CiU ha sido (cómo no, era previsible) el director adjunto de La Vanguardia, el señor don Enric Juliana, y la pugna no ha sido dialéctica, sino tuitera. ¡Qué pena! ¡Se perdieron las buenas formas de los oradores republicanos! Rara temporum felicitate, ubi sentire quae velis, et quae sentias dicere licet, que dijo Tácito, y dejamos que se pierda.

Hablando de repúblicas, lo que más censura el señor Juliana, ahora verán, es el afrancesamiento del PSC. ¡Con lo hermosa que es la Revolución y la República Francesa...! Liberté, Egalité, Fraternité ou Mort! Ay, qué pena que Cataluña no sea francesa. Perdimos la oportunidad de afrancesarnos en 1640, en 1688, en 1703 y en 1810 y nunca nos arrepentiremos lo suficiente.

Traduciré las principales intervenciones de la rabieta del señor Juliana.

¿Recuerdas cuando Montilla iba a misa de Sant Jordi y recordaba la raíz cristiana de Cataluña? ¿Os habéis afrancesado, ahora?, dice Juliana.

Nadie niega las raíces cristianas ni el origen de la festividad, sencillamente hablamos de respetar la aconfesionalidad de las instituciones, responde Collboni. No es lo mismo que altos dirigentes del PSC vayan a misa de Sant Jordi que el Gobierno [de la Generalidad de Cataluña] convoque oficialmente a asistir a actos religiosos.

Maximilien François Marie Isidore de Robespierre, ideólogo del PSC.

El señor Juliana se pica y replica: Forma parte de la tradición. Durante todo el mandato de P. Maragall com alcalde, un Santo Cristo --no muy grande-- presidía los plenarios. Luego ha añadido, estentóreo: El menosprecio de la tradición por parte del radical-socialismo (afrancesado) trajo el acento jacobino.

¡Caramba! ¿Radical-socialismo jacobino? ¿El PSC? ¡Vamos, hombre!

En pocas palabras, el señor Juliana ha dicho: ¡Que viene Robespierre! Anem amb compte, catalans, que ve el Francès! Carlins, catalans, a les armes! Contra els enemics de la Tradició, el Rei i la Vera Religió! ¡Por Dios, la Patria y el Rey! Porque, ya saben, la tradición nacional catalana en política comienza por un grupo de fanáticos y exaltados católicos que pedían el regreso de la Santa Inquisición y la muerte de los liberales. ¡Que no se pierda la tradición, pues, señor Juliana! ¡Viva el Tercio Virgen de Montserrat!

¿De quién es esta cara?

Ay, Señor, Señor... Cuando el Cristo tomó una moneda y preguntó de quién era la cara y le respondieron que era del César, ¿qué dijo? Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

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