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El eufemismo, esa plaga


1984 y el poder de la palabra.

En la novela 1984, una caricatura feroz del estalinismo, ya se cuenta que el rasgo distintivo de una tiranía (de cualquier tiranía) es la deformación del lenguaje. Los nominalistas dicen que es el sustantivo el que describe el mundo, que el mundo se limita a lo descrito y que, por lo tanto, si cambiamos la palabra, cambia el mundo. Si no dicen esto, dicen algo parecido, no seamos picajosos, que ya ven por dónde voy.

De esa idea medieval surge lo políticamente correcto en los años sesenta, que es al buen hablar lo que una patada en los mismísimos al bienestar personal. Pero, tranquilos, que llueve sobre mojado, porque hemos pasado por una tiranía de casi cuarenta años (recuerden: las tiranías tienen afición a deformar el lenguaje) y por una ineptitud manifiesta en el hablar de nuestros líderes patrios en los últimos... ¿diez? ¿quince? ¿veinte o treinta años? Qué importa.

Desde Barcelona, uno se lleva las manos a la cabeza atendiendo al nivel del lenguaje político en español y en catalán. En Madrid, supongo, tienen mejor suerte, porque sólo sufren por una de las dos lenguas. Por lo que sé, lo mismo sucede a los vascos y gallegos que aman las lenguas que conocen; sufren por partida doble. El problema no está, pues, en las lenguas latinas (o de origen dogón, como el vascuence), sino en quien las emplea, que presume de mal hablar y peor decir.

Habrán oído hablar del eufemismo, palabro que viene del griego εὐφημισμός (eufimismos), que pasó por el latín (euphemismus) y que ahora se emplea en español y catalán (donde se llama eufemisme). Supongo que en vascuence y gallego se empleará una palabra parecida.

Según la RAE, el eufemismo es la Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante. Por ejemplo, en vez de decir que el niño se ha cagado en los pañales se dice que nos ha dejado un regalo. Bonito.

El problema es qué se considera duro o malsonante. Desgraciadamente, la verdad. La verdad es considerada peligrosa por nuestra clase política. Se considera que la honestidad es una peste, que andar por ahí diciendo lo que uno piensa o lo que ocurre es mala política. Pero no se puede mentir, decir mentira es duro y malsonante. Aquí se presenta la realidad desde una perspectiva adecuada, que dijo uno. El disimulo, eufemismo mediante, es preferido, y si es hortera en la forma y emplea palabas estrambóticas, mejor.

Hoy mismo, al azar, en dos periódicos, he pillado tres expresiones que merecen un rapapolvo, no tanto por lo que dicen (que también), sino por cómo lo dicen. Dos son en español y su autoras, del PP; la otra es en catalán y su autor es de CiU.

Vayamos a la expresión en catalán, que traduciré. Dice El derecho a decidir es el instrumento de radicalidad democrática que hemos escogido, y la dice el señor Rull, de CiU.

Derecho a decidir es un eufemismo que se emplea en Cataluña para no decir independencia o secesión. Podríamos discutir si existe un derecho a decidir qué, cuándo y cómo. Por ejemplo, yo tengo derecho a decidir el color de mis calzoncillos, pero no tengo el derecho a decidir el color de tus calzoncillos. Pero el señor Rull no habla de eso, sino de un proceso de secesión.

En catalán político contemporáneo, derecho a decidir es sinónimo de independencia y secesión y no se concibe que el derecho a decidir sea empleado para mantenerse en España y la Unión Europea, porque entonces no sería derecho a decidir, sino otra cosa. Eso se explica porque, en palabras del señor Mas, no puede reclamarse el derecho a decidir si va en contra de nuestro objetivo de país. La coletilla de país merecería otra entrada y la dejaremos para otro día.

En general, los políticos catalanes, de cualquier tendencia, hablan mucho del derecho a decidir, tanto en español como en catalán, pero si uno fuera un bielorruso recién llegado a Cataluña preguntaría inmediatamente ¿A decidir qué? Ergo, no se explican con precisión y emplean una retórica vaga y pomposa, cargada de eufemismos. ¡Claridad! Censuramos a Mas, que nunca, nunca, dice independencia, y felicitamos a Junqueras, que dice independencia... aunque lo censuramos porque cada vez dice más derecho a decidir.

Discurso de Mas sobre el derecho a decidir, ejemplo de eufemismo.
No dice independencia ni una sola vez.
Sólo concibe que existe el derecho a decidir si decide una cosa y no otra. 

La segunda parte de la expresión también tiene miga. Un instrumento de radicalidad democrática... Caramba. ¿Qué significa esto?

Poco más o menos que la Democracia está por encima de la Ley. La radicalidad democrática es eso. En puridad, sería un instrumento demagogo, pero podría decirse un instrumento populista, con cierta reserva. La palabra demagogia tiene mala fama, pero tiene un significado muy claro, pues la demagogia es el gobierno de la mayoría que no respeta los derechos de las minorías, porque los demagogos creen que nadie tiene derecho a contrariar la voluntad (de la mayoría) del pueblo.

Ahora podemos discutir hasta qué punto la voluntad de muchos puede o debe imponerse sobre los derechos individuales o de unos pocos, y sobre qué derechos en concreto puede o ha de imponerse, pero lo que ha dicho el señor Rull es que La demagogia es el instrumento que hemos escogido para conseguir la independencia. Que les guste o no lo que dice es harina de otro costal.

¡Vamos a por las señoras del PP! Éstas, tela.

Va la señora Cospedal y reconoce a regañadientes que negociaron con el señor Bárcenas un pacto de compensación. ¡Si esto no es un eufemismo, que me aspen!

La sombra del eufemismo planea sobre el caso Bárcenas y el reparto de sobres. Dejando a un lado la iniquidad política, produce bascas cómo se explica. Nadie dice las cosas por su nombre. Si los responsables del PP no se sienten responsables e insisten en mentir sobre este asunto, para no asumir su responsabilidad, tienen que acudir a palabras que despisten al personal. Así, no se repartían el botín, sino que se procedía al pago de compensaciones extraordinarias en metálico (que así se dijo). Etcétera.

No hay día que no demos con alguna expresión de ésas que ponen los pelos de punta. Por eso, negociar un pacto de compensación suena a tuvimos que pagarle para que callara, lo que no sé si es verdad, pero no me extrañaría nada que lo fuera.

El otro eufemismo del día es más sonado. La ministra de Empleo, doña Fátima Báñez, se ha cubierto de gloria en el Congreso de los Diputados. Sostenía que su ministerio trabaja para mejorar la situación laboral de los jóvenes españoles (se supone que es así, pues para eso cobra un sueldo público).

En vez de decir que el ministerio facilita la formación en el extranjero de nuestros jóvenes, algo razonable, va y dice que su ministerio trabaja para que los jóvenes que quieran buscar oportunidades fuera de España puedan hacerlo. ¿Qué quiere decir...? A eso se le llama movilidad exterior, ha añadido inmediatamente la ministra, para explicarse mejor. Véase.

 
La ministra Báñez dándole al eufemismo con una alegría en el cuerpo que echa para atrás. 

¡Movilidad exterior! Lo que estaba diciendo la ministra es que ponía las cosas fáciles a los jóvenes que querían largarse de España para buscar trabajo. Es decir, la línea de trabajo del Ministerio de Empleo es facilitar la emigración de nuestros jóvenes. ¡Dígalo claro, coño!

Los señores diputados tardaron en pillar el juego de palabras, porque movilidad exterior por emigración puede despistar un poco. Pero el posterior debate y bronca sirvió para comprobar que la señora Báñez no decía migración, inmigración o emigración ni muerta, sólo decía movilidad exterior y ésta, la capacidad de moverse por fuera, servía para definir cualquier movimiento migratorio. Brillante y estúpido eufemismo.

Visto lo visto, en España el lenguaje de los políticos es un regalo, por emplear un eufemismo. 

La tacita donde el nene deja su regalo a mamá y papá.


2 comentarios:

  1. excelente artículo.
    soy contrario al eufemismo no sólo en lo político, sino en el lenguaje en general.
    decir embarazada por gestante, o hacer el amor por copular...
    me temo q la rae no está d acuerdo en tu interpretación de demagogia, aunq coincido contigo en que la decisión de la mayoría no debe anular las libertades de las minorías (aunq sean minorías unitarias). el problema de esto, como d todo está en los detalles.
    un saludo.

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  2. Mi definición de demagogia es aristotélica, no académica, aunque la definición de "demagogia" de la RAE entra dentro de lo que se supone a una visión aristotélica de la corrupción de la democracia. Qué lío. En fin, que gracias por los elogios y también por las discrepancias, que siempre son más interesantes.

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