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Hace ya cincuenta años


El box de Ford en Le Mans, 1966

Venga un ferrarista de verdad y átenlo a una silla (por razones de seguridad). Díganle en voz alta y clara ¡Ford GT40! y verán qué le ocurre. Pero hay que hacer honor a la verdad y decir que el Ford GT40 fue un automóvil fuera de serie y sigue siéndolo. Es un automóvil de carreras magnífico y bellísimo. Tuvo que serlo, porque se diseñó y construyó con un único fin: batir a Ferrari en las 24 horas de Le Mans.

Ferrari conoce una edad de oro entre 1955 y 1965, aproximadamente. Sus automóviles ganan muchos grandes premios y se fabrican entonces los deportivos más bonitos de la historia, a decir de muchos. Pero detrás de algo tan brillante y luminoso se alimenta una ruina. Ferrari S.p.a. pasaba por muchos problemas financieros. Las carreras de automóviles eran cada vez más caras y ya no había suficiente con la venta de deportivos para financiarlas. El jefe, Enzo Ferrari, comenzó a pensar en vender la fábrica a cambio de seguir al frente de la Scuderia Ferrari, el equipo de competición.

Otro personaje legendario del automovilismo, Henry Ford (hijo), quería que la Ford Motor Company fuera también referente en el mundo del automovilismo deportivo. En particular, se le había metido en la cabeza que Ford compitiera en las 24 horas de Le Mans, que eran entonces mucho más famosas e importantes que ahora. Quería ganar en Le Mans. Lee Iacoca, director general de Ford, le daba alas asegurando que Ford necesitaba ganar carreras de automóviles para vender más coches, por aquello de los nichos del mercado y el potencial de compra de la gente joven.

A Iacoca le llegaron rumores de venta de Ferrari. Ford gastó millones de dólares en el intento de comprar la empresa, casi lo consigue. Pero Henry no contó con la tozudería de Enzo que, al final, se negó a vender la empresa por 18 millones de dólares. Quizá fuera una maniobra para llamar la atención de los Agnelli, de FIAT, que serían los que finalmente se quedarían con Ferrari S.p.a.

Henry Ford (hijo) se tomó a pecho la negativa de Enzo Ferrari, se lo tomó como algo personal. ¿Quién se ha creído ése que es? Una fábrica que apenas construye mil automóviles al año ¿se cree con derecho a desafiar(me) a Ford (a mí)? A Enriquito le dió tal ataque de rabia y furia que decidió derrotar de una vez y para siempre a Ferrari en Le Mans. Empezaba 1963.

No lo iba a tener fácil. En los últimos años, Ferrari había ganado en 1958 y luego en 1960, 1961 y 1962 con Olivier Gendebien, Paul Frère (1960) y Phil Hill (1961 y 1962), con los Ferrari TR60, TR61 y 330 TRI/LM (Le Mans).

Ford había intentado que Lotus, Lola o Cooper trabajaran para él en contra de Ferrari, porque Ford tenía que partir casi desde cero para ponerse en Le Mans. Cooper se descartó en seguida. Lotus se negó a correr con el nombre de Lotus-Ford, porque Colin Chapman (otro grande del motor) se olía que la alianza con Ford sería el abrazo del oso. Con todo, Lotus y Ford mantenían una alianza deportiva de la que se beneficiaban ambos.

Así que hubo un acuerdo con Lola (una escudería técnicamente avanzadísima) y el primer Ford GT se entregó el 16 de marzo de 1963, en Inglaterra, ya hace cincuenta años. ¡Feliz cumpleaños!

El Lola Ford GT de 1963.

El Ferrari 250 P de 1963.

Era el Ford GT con el número de chásis 101. Pronto fue expuesto en Nueva York y se anunció que reventaría a los Ferrari que le pusieran por delante. Tenía un motor de 4,2 litros, el 4.2. L Fairlane con eje Colotti, la misma disposición que el Lola GT y el Lotus 29 monoplaza que fue segundo en la Indy 500 de 1963. Consiguieron que ese año, en Le Mans, corriera un Lola Ford GT, pero se le quemó el motor y la carrera se la llevaron Ludovico Scarfiotti y Lorenzo Bandini con un Ferrari 250 P. Primer fiasco de Ford.

El Ford GT de 1964.

El Ferrari 275 P de 1964.

Los Ford GT de verdad entraron de lleno en la lucha en 1964. Con algún problema aerodinámico, eso sí. A 280 km/h se les abría el capó, por ejemplo, y les costó Dios y ayuda resolver el problema. En Le Mans alcanzaron los 330 km/h de velocidad punta, pero uno rompió el cambio, el otro se dio contra una valla y el tercero se quedó sin motor. ¡Bravo! Ganó el Ferrari 275 P de Jean Guichet y Nino Vaccarella. Segundo fiasco.

El cabreo de Henry Ford (hijo) fue monumental y rodaron cabezas. El equipo deportivo pasó a manos de Carroll Shelby, otra leyenda del motor. Presupuesto ilimitado, lo que le pidiera el cuerpo. Llovieron los dólares sobre el equipo Ford. Shelby se hacía traer las piezas de recambio en avión, estuviera donde estuviera el equipo, y éste contaba con docenas de mecánicos, camiones, un servicio de restauración... De todo.

El Ford GT de 1965.

El Ferrari 250 LM de 1965.

El Ford GT40 se presentó en 1965 con aires de campeón. Perdió, otra vez, escandalosamente. Ganaron Jochen Rindt y Masten Gregory con el Ferrari 250 LM. No se murió Henry Ford (hijo) allá mismo porque... No se sabe por qué, pero se comió la boina de pura rabia. ¡Tercer fiasco!

Se aprende de las derrotas y se gana con tantísimo dinero como puso Ford. Para entonces, el Ford GT había crecido. Se llamaba GT40 (porque tenía una altura de 40 pulgadas a contar desde el suelo) y contaba con un motor de ocho cilindros en línea de 7 litros de cilindrada, que competía con motores mucho más pequeños, entre los V12 de tres litros de los Ferrari 250 y los V12 de cuatro litros de los 330.

El Ford GT de 1966. Bruce McLaren al volante. ¿Les suena el nombre?

Después de tantos esfuerzos, Ford ganó en Le Mans en 1966. Luego, en 1967, 1968 y 1969, hasta que vino Porsche en 1970 y puso fin al dominio de las distintas versiones del GT40. Aunque en el campeonato de resistencia no lo tuvieron fácil, porque el Ferrari 330 P4 les dio muchos disgustos; en Daytona, por ejemplo.

Ford GT40 en Le Mans, en 1969.

Ferrari ganó en Le Mans seis veces seguidas, de 1960 a 1965. Ford venció finalmente en Le Mans en 1966 y los tres años siguientes. Ford quiso comprar Ferrari S.p.a. por dieciocho millones de dólares y no lo consiguió. Luego invirtió cuarenta millones de dólares para vencer a Ferrari en Le Mans y le costó tres años conseguirlo. En los años sesenta, Ferrari no gastó más de tres millones de dólares en las carreras de resistencia, lo que da una idea del empecinamiento de Henry Ford (hijo) por amargarle el dulce a los italianos y lo que le costó conseguirlo. Quedaron para la historia un coche bellísimo y una pugna que no se da dos veces en la vida.

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