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A mi edad no voy a cambiar


Fotografía de la carta de S.S. Francisco al padre Enrique (ACI).

La Agencia Católica de Informaciones (ACI) ha entrevistado hace muy poco a don Enrique Martínez, presbítero de la diócesis argentina de La Rioja. Entre otras razones, porque don Enrique ha mantenido una breve correspondencia con el Santo Padre que es, hasta cierto punto, inédita.

Digo que es inédita porque ya lo fue que el papa Francisco se negara a irse a vivir al Palacio Apostólico, residencia oficial de los papas en el Vaticano desde principios del siglo XX; también lo digo porque el Santo Padre le explica el porqué a don Enrique por escrito de su propia mano y eso es extraordinario en sí mismo.

Las razones del papa Francisco son conocidas, pero se han puesto negro sobre blanco de manera franca y sencilla.

Escribe a don Enrique: Lo primero que pensé cuando vi las estancias papales fue que allí había sitio suficiente para alojar al menos a 300 personas. Más adelante, añade: Yo no quería venir aquí para vivir en el Palacio Apostólico, sino para trabajar y estar al lado de la gente.

Otra fotografía famosa (ACI). El papa Francisco tiene que aguantar pacientemente el sermón, como los demás, qué le vamos a hacer.

Todos sabemos que escogió para vivir la Casa de Santa Marta, una residencia que se emplea para alojar a las personas que pasan unos días en el Vaticano. El papa Francisco dice, de este alojamiento: Estoy a la vista de la gente y hago vida normal: misa pública a la mañana, como en el comedor con todos, etc. Esto me hace bien y evita que quede aislado. Tiene miedo de perder el contacto con la gente, insiste mucho en ello. Cuántos que no diré hacen todo lo contrario.

Quiero ser yo mismo y actuar igual que lo hacía en mi casa de Buenos Aires. Dice que no quiere cambiar de costumbres y hábitos. Emplea una cierta ironía para justificarse. A su edad, dice, sería ridículo querer cambiar sus hábitos y costumbres, y tan contento.

Es fácil que los periódicos se queden con la anécdota: ya soy mayor para cambiar. Es tan humano... Se habla mucho de la anécdota, de dónde vive o deja de vivir el papa Francisco, pero tanto da dónde porque, a fin de cuentas, qué importa, si viva donde viva el mundo girará lo mismo. Que viva aquí o allá no cambiará ni a mejor ni a peor lo que hace o deja de hacer la Iglesia. Pero ¡qué gesto!

Sin embargo, hay que notar algo, que quede constancia de ello. El núcleo de la carta que don Enrique leyó a sus feligreses de La Rioja, Argentina, no era la cuestión doméstica del Vaticano, sino las reflexiones alrededor de la justicia social.

Los periódicos pasan por encima de ello, como si no existiera o no tuviera más importancia. Pero el papa jesuita metía el dedo en la llaga de la pobreza en su breve carta. Y cómo está el patio que la preocupación del Santo Padre por los pobres dicha en voz alta sobresalta a más de uno, por la falta de costumbre. Tan mal está el patio, insisto, que decir que la pobreza es ahora mismo el principal problema al que nos enfrentamos y pedir más justicia social es también inédito y pone al personal de los nervios. A esto hemos llegado.

Los feligreses de La Rioja, Argentina, leída la carta por don Enrique, aplaudieron a rabiar. Por algo sería, digo yo.

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