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La alcachofa (en verdad, la piña)


Una alcachofa (un piña, perdón) en la Gran Vía, tocando al Paseo de Gràcia.

Muchas esculturas clásicas, y muchas más inspiradas en ellas, muestran una figura recostadas que sostiene lo que parece una alcachofa. He de añadir inmediatamente que no es una alcachofa, es una piña.

La piña es símbolo de muchas cosas en la antigüedad y los romanos apreciaban mucho los piñones. Sabían que los pinos entregaban sus piñas en invierno, alrededor del solsticio. En esa época, celebraban el nacimiento de un nuevo año (el día volvía a alargarse), un nuevo ciclo, una resurrección, y de ahí viene la Navidad y el asociar la piña al renacer. Porque de la piña, que parece un trozo de madera más muerto que vivo, salen los piñones, semillas de un nuevo árbol.

Así que la piña se convirtió bien pronto en símbolo de prosperidad y eternidad, en un símbolo del renacimiento y la resurrección. Las iglesias se adornaban con piñas, pero antes ya las llevaba en su báculo (el tirso) el dios Baco, que dicen que lo heredó de Osiris. La cuestión es que la piña de Baco se interpreta algunas veces como un símbolo fálico. Llegados a este punto, cuando todos los intérpretes de la simbología se han lanzado a ver quién la dice más gorda, surgen piñas por doquier que se interpretan como símbolos esotéricos y ocultistas, porque la piña sería algo así como el símbolo de un poder superior, una ligazón con otra dimensión, qué sé yo, que a la gente le encanta hablar por hablar y buscarle tres pies al gato.

La cuestión es, por si se lo han preguntado alguna vez, que esa señora tumbada con una alcachofa en la mano (perdón, una piña) es seguramente Proserpina (diosa de la fertilidad, de vida y muerte). Si es una escultura clásica, lo más seguro es que sea funeraria; si es más moderna, una copia de esa estatuaria.

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