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Expedición (más bien incursión) antropológica (Sitges 2013)



La vida es muy complicada y da muchas vueltas. Este año, el antropólogo aficionado y escéptico que pasaba largas temporadas en Sitges, una villa de la costa catalana que merece ser víctima de sesudos estudios sociológicos, etnográficos y parapsicológicos, ese antropólogo, decía, apenas será visto por los indígenas. El aprendiz de Malinowski... Se escribe así, ¿verdad?... Prosigo. El aprendiz de Malinowski este año prescindirá de las lecciones de su maestro y aterrizará entre los indígenas sin previo aviso.

Como saben los aficionados a lo étnico y folclórico, la villa de Sitges y los indígenas que la habitan rinden culto a San Bartolomé, santo mártir despellejado. Para celebrar su martirio, organizan una serie de actos llamados Festa Major en dialecto suburense, i.e., Fiesta Mayor. La Grossenfest será objeto de algunos apuntes de El cuaderno de Luis, que recogerán alguna observación particular de lo que acaece en estas fiestas rituales indígenas.

Sin embargo, como ya he dicho, un servidor de ustedes se pasa esta vez a Malinowski por el forro del pantalón. No porque crea que sus métodos son más o menos válidos, sino porque no puede aplicarlos como exige el manual del buen antropólogo. Tampoco pretendía ser un buen antropólogo: uno tiene su pundonor y por ahí no pasa.

Malinowski, en una beach party en La Atlántida, hace unos años.

Como ustedes saben, y si no lo saben, no importa, el método Malinowski consiste en convivir una larga temporada con los indígenas para ¿cómo decirlo? Si uno convive entre ellos el tiempo suficiente, creerá al fin comprenderlos e imaginará que puede pensar como ellos o saber qué piensan. Como es público y notorio, esto es FALSO. Qué sé yo qué piensan los demás.

Pero este año no podrá ser. La larga estancia entre los indígenas, que merece el nombre de expedición, se verá sustituida por una incursión. Quien esto escribe aterrizará entre los objetos de estudio con la juerga ya iniciada, participará en algunos rituales (un tanto descolocado) y luego, con suerte, si sobrevive, escapará de vuelta a la civilización antes de que concluyan los rituales públicos del pueblo indígena. Será un visto y no visto.

Esto tiene ventajas e inconvenientes. Pasarse a Malinowski por el forro será un inconveniente, porque provocará la murga de los antropólogos, que es murga notoria. Otro inconveniente será una escasa muestra gráfica de los actos públicos y no poder ver con estos, mis ojos, algunos actos notables de la Festa Major, como el concierto de chirimías del Cap de la Vila. Aunque, bien mirado, librarme del concierto de chirimías del Cap de la Vila podría ser considerado ventajoso. No sabría decirlo. Tendría que estudiarse si el estridente sonido de la chirimía afecta a la percepción neurosensorial a corto o largo plazo (yo creo que sí, que afecta, pero es un suponer).

Entre las ventajas se cuenta la que he bautizado como observación inocente (no participativa), que no es inocente como se imaginan, sino que es inocente porque se presenta ante los ojos de un observador que no se ha aclimatado á la Malinowski y ve las cosas tal como son (o tal como cree que son, mejor dicho), sin buscarle tres pies al gato, sin querer encajar un ball de gegants en una corriente freudiana sobre la importancia del tamaño del falo en el postestructuralismo relativista de la relación intergeneracional del sincretismo semántico de la etnografía semiótica, a modo de ejemplo, no se si me explico.

Así, el ball de gegants será una reunión de gentes pintorescas, indígenas, que se visten de manera extraña, se ponen ciegos de cerveza y pasan el rato levantando tótems de madera, cartón piedra y fibra de vidrio que pesan un huevo y medio y bailando con ellos encima calle arriba y abajo al ritmo de un tamboril y unas chirimías estridentes, mientras el personal da vivas muestras de jolgorio e intoxicación etílica. Se constata el hecho y las teorías se dejan para los demás, que uno ya tiene bastante con lo visto.

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