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Mecenazgo y patrocinio de la Fiesta Mayor


¡Vaya con la economía! No hay un duro en ninguna parte. Los munícipes de la población, con Mortadelo a la cabeza, se devanan los sesos para ver de dónde sacan el dinero para sus cosas.

Así, la fiscalidad municipal es muy amiga de inventarse impuestos y tasas. Se da el caso de que en Sitges uno paga para que pasen los basureros a recoger la basura. Hasta aquí, normal. Pero también se paga por el derecho a generar basura, aunque uno no la genere. ¡Qué gran imaginación la de Mortadelo y compañía!

Esta inventiva recaudatoria es muy popular entre los indígenas del lugar. Todos la conocen.

¿No me creen? Vayan a un centro provisor de cerveza (una tasca) y mencionen el asunto de las basuras. Entonces verán surgir de lo más profundo de las gargantas indígenas expresiones como Aquest maleït fill de puta! (¡Bendito sea su nombre!), N'estic fins els collons! (¡No sabes cuánto me alegra!) o Són una trepa que només saben viure del cuentu! (¡No te cuento lo bien que nos ha ido!). Estas expresiones no son exclusivas de la blanca Subur, pues se ciñen al repertorio etnográfico-sentimental mediterráneo y pueden encontrarse algunas muy similares en Quíos, Grecia, por poner sólo un ejemplo.

No es un problema menor:
¿De dónde sacamos el dinero para pagar los bailes?

A lo que íbamos. La Fiesta Mayor de Sitges es un fenómeno antropológico, etnográfico y etílico de primer orden, y eso cuesta dinero. Tanto que se planteó en reunión discreto-secreta de los munícipes y las fuerzas vivas del lugar de dónde sacar el dinero para pagarla.

Lo primero que vino a la cabeza de los insignes prohombres de Sitges fue rotular con propaganda las camisetas de los bailarines de la procesión. Les parecerá una barbaridad, pero piensen que la institución religiosa más importante de Cataluña, el F.C. Barcelona, ha prostituido la bandera nacional catalana empleándola de camiseta y adornándola con propaganda de una dictadura árabe.

Si el Barça hace tal barbaridad y en vez de provocar escándalo, se forra vendiendo el engendro a 60 euros la camiseta made in China, ¿por qué el ball de bastons no puede llevar un anuncio de Nike en la camisa?

La geganta mora se propuso para anunciar crema desodorante.
No se aprobó la moción.

Fácil, porque el indígena suburense es un purista de narices, y si ve en la capa de los gegants un anuncio de McDonald's, monta un pollo considerable y asalta el Ayuntamiento a sangre y fuego. Se permiten muchas maldades a los munícipes, muchas, pero tocar la Fiesta Mayor... Eso ¡jamás! Se descartó la idea.

A otro se le ocurrió que els dimonis llevaran una hucha colgando. Así, uno se acercaría y le pediría al dimoni: ¿Me pone un petardo, por favor? La carta da derecho a escoger: 5 euros por una carretilla normalita; 10 euros por una carretilla especial; 15 euros por una carretilla king size; 50 euros por cargar la maza de Llúcifer toda ella.

En las capas, anuncios de licores y tabacos.
Añádase la tasa por petardo.

Pero los munícipes descartaron la idea. Los dimonis son personajes aficionados al vicio y al pecado, que gastan más de lo que tienen en alcohol, tabaco y mujeres, y la sisa de las huchas podría ser considerable. ¿Qué harían las colles de diables con esas huchas cargadas de tasas por petardo? ¡Que San Bartolomé nos asista!

¿Qué hicieron? Acudieron al alcohol. En el cartel que anuncia la Fiesta Mayor, el logotipo de Estrella Damm abulta más que el logotipo del Ayuntamiento de Sitges y ocupa el lugar de honor (a la derecha). En muchos carteles, Ron Bacardí aparece al pie del letrero. A nadie ha parecido importarle.

Turistas anglosajonas bajo un anuncio de la Fiesta Mayor.
Estrella Damm, Bacardí y la imagen psicodélica.

Otro intento de sacar cuartos al indígena fue, a título experimental, restringir el uso de un tramo del Paseo Marítimo, que se llenó de sillas y se ofreció para ver los fuegos de artificio de la noche del día 23 cómodamente sentado. El precio, cinco euros por silla. Que no falte el alcohol. Se ofrecía al público pagano la degustación de una copa de cava de garrafón después de la traca final.

Desconozco el éxito de la iniciativa, pero cabe preguntarse si se extenderá la zona de pago o si acabaremos pagando por ver la procesión cívico-religiosa. Todo puede ser. Mientras sirvan cava de garrafón, no habrá objeciones.

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