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Eugénie Grandet



La colección Grandes Clásicos de Mondadori ha publicado, traducida por Joan Rimbau, Eugénie Grandet, de Honoré de Balzac. ¡Qué gran idea reposar en la lectura y refugiarse entre las páginas de un clásico!

¿Qué puedo decir yo de Balzac, si ya se ha dicho todo? Pues, nada. El tipo escribió Eugénie Grandet y tan contento. Los entendidos dicen que es una de sus mejores novelas y no seré yo quien diga que sí o que no. Lo que sí que diré es que leyéndola he disfrutado como un enano y he vuelto a las raíces de mi afición a los buenos libros. Porque esta novela, no sé las demás, pertenece al club de los buenos libros, quién va a dudarlo.

La joven Eugénie tiene la desgracia de ser hija única de un tacaño y riquísimo señor Grandet, que siente una afición por el oro que supera cualquier otra. Hombre de negocios y terrateniente, saca dineros de debajo de las piedras, que acumula cicateramente mientras raciona las comodidades de su hogar. Digo que raciona porque ahí no se gasta más de lo imprescindible; se come frugalmente, se viste uno discretamente, ilumina su casa con pocas luces y vigila con celo la despensa. 

La joven Eugénie también es bella, razonablemente bella, e inocente, y como es de suponer, muy codiciada por las familias del lugar. Si la hija de Grandet se casa con uno de los nuestros... Grandet se deja querer y se aprovecha de la situación, mientras Eugénie vive apartada del mundo. 

Cuando la chiquilla cumple veintitrés añitos sin haber conocido el amor, ay, aparece en casa del señor Grandet su primo, recién llegado de París, un petimetre elegante, a la moda, cínico e ingenioso, amante de la molicie, la lujuria, las comodidades y el lujo, y como no podía ser de otra manera, Eugénie se enamora de él. Chist, cuidado, hay que preguntarse qué hace el primo Grandet, por qué ya no está en París. Sólo el señor Grandet, padre, sabe por qué... y hasta aquí puedo leer.

¿Mi consejo? ¡Léanla! Caramba ¿a qué están esperando? Léanla.

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