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Las Unidades de Distracción y las Patrullas Suicidas japonesas


Soldados japoneses de una sección de ametralladoras ligeras.

El Ejército Imperial del Japón tenía tras de sí una larga tradición feudal y era una organización conservadora y clasista. Marinos y aviadores, en cambio, valoraban la inteligencia y la formación académica y dedicaban mucho tiempo al estudio de los métodos y la tecnología de sus futuros enemigos occidentales. Los grandes almirantes japoneses hablaban casi todos inglés y habían vivido años en los EE.UU. o el Reino Unido. En el Ejército, no se daba nada parecido.

Tanque ligero japonés víctima de los americanos, en Filipinas.
Los carros nipones eran pocos y malos.

Cuando Japón entró en la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas aeronavales tuvieron una oportunidad, pero el Ejército, en cambio, no. El Alto Mando Imperial era más político que militar, y fanático. Los oficiales formados en nuevas tecnologías o conocedores de las tácticas del enemigo eran poquísimos. No había artillería pesada, los carros armados eran pocos y malos y las divisiones de infantería japonesas apenas tenían vehículos a motor. Etcétera. En parte, porque el Ejército despreció el progreso y las novedades.

El ejército japonés dependía de animales de carga para su logística.

Al principio, no importó demasiado. La Marina lo hizo muy bien, pero no podía ella sola con los aliados. Las cosas se torcieron y Japón pasó a defenderse de fuerzas numérica y tecnológicamente superiores. En 1944, la infantería nipona tuvo que plantar cara a los aliados en Birmania y las Filipinas, pero ¿cómo? ¿Con qué sustituir la falta de artillería o aviación?

Se les ocurrió infiltrar pequeños grupos de soldados en la retaguardia enemiga. Estos soldados actuarían como guerrilleros, atacando aeropuertos, almacenes de combustible, depósitos, cuarteles generales... El Alto Mando consideró prioritario el ataque a los convoyes de vehículos de suministro. Los japoneses creían que eran las formaciones enemigas más vulnerables.

Se crearon, pues, las llamadas Unidades de Distracción, que bien podrían haberse llamado de otra manera. Su misión, atacar violenta y rápidamente al enemigo, destruir vehículos y suministros... y sobrevivir al ataque. Es decir, atacar y salir corriendo, golpear y desaparecer, para volver al ataque en otro lugar y otra ocasión. Si el enemigo ofrecía resistencia, no había que sacrificar a la unidad, sino protegerla y retirarse.

Las Unidades de Distracción las creaban los generales sobre el campo de batalla, a discreción, con los medios y personal disponibles. Unas unidades llegaron a sumar tantos hombres como una compañía y contaron con apoyo de morteros y ametralladoras; otras apenas sumaban un puñado de hombres. Las bajas eran terribles; sólo uno de cada dos miembros de estas unidades sobrevivía a una incursión en territorio enemigo.

También se crearon las Patrullas Suicidas. A diferencia de las Unidades de Distracción y como pueden imaginar ustedes, las Patrullas Suicidas no tenían más intención que morir matando y prácticamente nadie sobrevivía a una Patrulla Suicida. Salían corriendo de la selva, bayoneta por delante, gritando ¡Banzai! ¡Banzai! y no dejaban de gritar hasta que no quedaba ni uno.

Soldados japoneses celebrando una victoria.
Los oficiales se distinguen claramente de la tropa.

¿Fueron efectivas las Unidades de Distracción y las Patrullas Suicidas? No. Se organizaron tarde y mal. En las Filipinas, los americanos contaban con la ayuda de los guerrilleros y una protección de los convoyes de suministro planificada y ejecutada con mucho esmero. Sorprendían a las Unidades de Distracción antes de que éstas pudieran hacer nada y las perseguían sin descanso. Las Patrullas Suicidas sólo consiguieron matarse estúpidamente.

Tácticas aparte, había una diferencia sustancial entre Unidades de Distracción y Patrullas Suicidas. El Alto Mando del Ejército Imperial ordenó, y consta por escrito, que los oficiales, suboficiales y soldados de buena familia no formaran parte de las Patrullas Suicidas. Las Patrullas Suicidas, seguían diciendo las instrucciones, estarían formadas por soldados rasos de familias pobres o irrelevantes liderados por algún soldado avezado en el combate. Todos serían hombres de los que se pudiera prescindir (sic). 

Infantería japonesa en las Filipinas, a principios de 1942.
Todavía era un ejército victorioso.

Existían prejuicios de clase para obrar así, pues suponían que la inteligencia necesaria para formar parte de una Unidad de Distracción sólo estaba al alcance de los mejores; los tontos e inútiles, mejor guardarlos para las Patrullas Suicidas. Las Unidades de Distracción solían estar formadas por un número inusualmente alto de oficiales y suboficiales, procedentes de familias que habían tenido recursos para proporcionarles una buena educación. La tropa, en cambio, no tuvo ninguna oportunidad de mostrar su inteligencia o habilidad y tomados todos por tontos, corrían al matadero. 

Oficiales y suboficiales japoneses. 
Hombres así formaban las Unidades de Distracción.

Dicho crudamente, mejor que mueran los pobres que los ricos. El Ejército Imperial no había hecho ningún esfuerzo para seleccionar y preparar a los hombres más capaces de su tropa, sino que había seguido fielmente la férrea estructura de clase japonesa. Ésa fue una de las razones por las que perdió la guerra.

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