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A vueltas con las SICAV de los eurodiputados


El ministro que regula las SICAV es socio de una SICAV.
De ahí su buen humor.

Todo el mundo habla de las SICAV. Tanto que escriben sicav con minúsculas, como si no fuera un acrónimo, o dicen Sicav, como si fuera yo qué sé. Una SICAV es una sociedad de inversión de capital variable. Dicho que se entienda, es un grupo de personas que deciden poner cada una de ellas una parte del capital que se invierte en activos financieros cuyo valor está sujeto a variabilidad (acciones de empresas, hablando en plata). También existe la SICAF, que invierte en capitales fijos (bonos del Estado, por ejemplo). 

En estas sociedades, los capitalistas (los que invierten el capital) tienen el derecho a recuperarlo, si no lo han perdido. Pero ésta no es la gracia de estas sociedades. Mientras el dinero está invertido en una SICAV, no paga impuestos (es un patrimonio compartido). Cuando se retira, paga por las plusvalías o rendimientos del capital, es decir, por lo que uno ha ganado mientras tanto, y paga muy poco, entre el 1 y el 2% de esa ganancia (sin SICAV, pagaría un 30%). Las ganancias patrimoniales, lo que uno gana vendiendo las acciones o cobrando los dividendos que generan, también cotizan, pero poquito, entre el uno y el veintitantos por ciento (sin SICAV, pagaría un 30%).

Las SICAV son sociedades reguladas por la Comisión Nacional del Mercado de Valores y por la Dirección General del Tesoro y Política Financiera. Son legales. Hay que cumplir una serie de requisitos para crear una SICAV y mantenerla una vez creada: un número mínimo de socios (cien), un capital mínimo (casi dos millones y medio de euros), un máximo de valores invertidos en una sola sociedad (entre un 5 y un 10% del total, según el caso), un coeficiente de esto, de lo otro, de lo de más allá, etcétera, no pretendo aburrir y no es que entienda demasiado de este asunto.

Autorizar la figura de las SICAV puede tener una razón de ser (que tendría que discutirse por gente que sepa de lo que habla, que yo no sé demasiado). Pero ¿cuál es el problema de las SICAV? Que si uno tiene dinero, entra en una SICAV, y si entra en una SICAV, casi no paga impuestos ni por lo que tiene ni por lo que gana. Yo, que no tengo (tanto) dinero, no puedo entrar en una SICAV (no me dejan) y pago muchos más impuestos por el rendimiento de mi capital. Los ricos tienen instrumentos para pagar muy poco y los pobres no pueden evitar pagar mucho. C'est voilà!

Que los ricos paguen menos que los pobres por cada euro de renta financiera es un escándalo, pero otro de los grandes problemas de las SICAV es lo fácil que resulta hacer trampas con ellas. En más de una ocasión, la SICAV deja de ser un fondo de inversión colectivo para convertirse en un fondo de inversión de unos cuantos o de uno en particular. El resto de los socios son socios de mentirijillas, socios falsos. Algunos bancos le ofrecen a usted mariachis (curioso nombre), hasta noventa y nueve socios de papel, para que usted pueda montarse su propia SICAV siendo el centésimo (y en verdad, único) socio.

Ésta es la principal queja de los inspectores de Hacienda: las trampas que se hacen alrededor de las SICAV. ¡Son tan fáciles de hacer...!

Pero estos inspectores tienen las manos atadas para investigar esos tejemanejes. El 30 de julio de 2005, mientras se discutía la normativa que rige las SICAV, el grupo parlamentario de CiU presentó una propuesta que decía que la Agencia Tributaria (Hacienda) no podía investigar un posible fraude en una SICAV sin el consentimiento de la Comisión Nacional del Mercado de Valores. Es decir, que el permiso para una inspección podía eternizarse y mientras se pedía permiso para inspeccionar, la noticia podría llegar a oídos de los inversores y éstos, deprisa y corriendo... ¡Qué les voy a contar! Pueden imaginar el resto.

CiU envió a las Cortes Españolas esta propuesta después de una campaña de la Agencia Tributaria que había pillado a más de uno haciendo trampas con las SICAV. La burguesía catalana se mostró especialmente sensible a la enfermiza obsesión del Estado por cobrar impuestos y CiU, siempre tan dispuesta a ejercer de extrema derecha económica, salió en defensa del rico y agobio del pobre. Hay que añadir, sin embargo, que la propuesta de CiU fue aprobada por todos los partidos presentes en la cámara, excepto Izquierda Unida. Repito: por (casi) todos.

En las siguientes modificaciones de las leyes que regulan las SICAV, ha permanecido el espíritu convergente, que pretende alejar a los inspectores de Hacienda de estas sociedades colectivas. Si no, el dinero se va a otra parte, ha dicho el señor Montoro, ministro de las cosas de Hacienda, así, tal cual. 

Por lo tanto, al privilegio de pagar poco se suma la facilidad de no pagarlo todo, y esa doble medida de protección del ricachón frente a las ansias recaudatorias del Tesoro ha permanecido, se ha sostenido y defendido porque el Partido Popular es uña y carne con CiU en los asuntos de las SICAV (y porque el PSOE tampoco es contrario a las SICAV). Porque si no fuera por la cantidad de rayas colorás en un trapo amarillo, que unos dicen que han de ser dos y los otros, cuatro, ya ven qué tontería, uno sería incapaz de distinguir a unos de otros, populares de convergentes o viceversa, en función de su ideario financiero, privatizador y neoliberal. Son incluso lo mismo en función del dinero que ganaron sus familias durante el franquismo, y pueden imaginarse cómo.

Esta plaza de toros es en verdad el Parlamento Europeo.
Aquí torean a los ciudadanos... algunas veces.

Digo todo esto porque ahora ha saltado al cuadrilátero del debate nacional una SICAV de los eurodiputados, SICAV que se alimentaba de fondos públicos y que pretende ser un fondo de pensiones. En números redondos, el eurodiputado ponía unos 1.800 euros al mes de su paga y el Parlamento Europeo (con fondos públicos) otros 2.900. Las cifras son aproximadas, pero así durante los cinco años del mandato. La SICAV en cuestión tenía domicilio en Luxemburgo (a todos los efectos, un paraíso fiscal). El asunto es (o parece ser) completamente legal. Pero la noticia ha tenido efectos devastadores en la imagen que tenemos de nuestros políticos, que ejercen (o deberían ejercer) uno de los oficios más dignos que pueda ejercer un ciudadano y parece que ejerzan en verdad el mamoneo, el chanchullo y el latrocinio.

Ellos y ellas, populares y socialistas, socios de una misma SICAV.

El plan de pensiones con SICAV luxemburgués funcionó entre 1994 y 2009. Los eurodiputados que participaron en él, participaron voluntariamente. Se les ofreció y accedieron. Por cada euro que ponía el eurodiputado, el Parlamento Europeo ponía dos. En 2008, esta SICAV contaba con 1.113 socios: 478 diputados en activo (dos de cada tres eurodiputados), 493 pensionistas (incluyendo familiares de diputados fallecidos) y 142 socios más con pensiones diferidas. Comenzó 2008 con unos activos de 214 millones de euros, euro más o menos. El Parlamento Europeo se ha negado varias veces a publicar la lista de socios. Pero al final las cosas se acaban sabiendo.

La señora Díez, socia de la SICAV luxemburguesa, explicando que no quiso ser socia de una SICAV, que no supo que le habían hecho socia de una SICAV, que hizo lo que hacían todos y que nadie le dijo lo que estaba haciendo, que desconocía por qué desaparecían casi dos mil euros de su sueldo cada mes... y no se preocupó en preguntar adónde iban, ya puestos. En cualquier caso, aquello que no quise hacer, que no supe que estaba haciendo y al final hice, es legal, ¿eh? Pues, faltaría más, señora. 
Haber empezado por ahí. 

El escándalo ha sido mayúsculo en España (porque la crisis aprieta aquí más que en ninguna otra parte). Según quien dé la noticia, entre 39 y 60 eurodiputados españoles se han puesto las botas con esta SICAV. Gente de toda clase y condición, sin distingos ideológicos o políticos. Llama la atención que uno de los beneficiarios de este chollo... digo, de este plan de pensiones, sea el hoy ministro Montoro. Pero también está Rosa Díez, de UPyD, hoy enemiga acérrima de las SICAV en las Cortes Españolas. Hay diputados socialistas y populares, de todos los rincones de España.

No saluda. Está diciendo adiós a su acta de eurodiputado, pero todavía no se ha dado cuenta.

Sólo un eurodiputado español ha dimitido, Willy Meyer, de IU. En los tiempos que corren, su gesto merece consideración.

El resto de los diputados... Me avergüenzo de sus excusas, oídas en directo en un programa de radio. No sabía nada de esto... Me dieron unos papeles y los firmé... Si lo sé, no vengo (sic)... ¡Cómo iba a saber...! Era lo que hacía todo el mundo... Etc. Excusas de mal perder. Sería más honesto y más honrado decir la verdad, que si a uno le ofrecen un chollo así, no puede negarse a disfrutar de él. Si tienes envidia, te la comes con patatas.

Si no, si no se obra con transparencia y honestidad, la imagen de nuestros diputados no será la de unos sinvergüenzas, sino la de unos sinvergüenzas que, además, son idiotas y encima ¡nos mandan! ¡Dios nos libre! ¡Así va el país!

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