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Sospecha fundada



Hace años, en la oficina, se anunció el embarazo de una compañera. Al poco, fueron embarazándose todas. En menos de un año, un tercio de las mujeres de la oficina habían quedado embarazadas. Los dos tercios restantes tenían el vientre seco o ya eran madres de niños todavía párvulos. Eso me hizo sospechar que el embarazo es contagioso.

Tan pronto expuse mi teoría, tan pronto me explicaron eso de la abejita y la flor y lo de papá y mamá. Dejando a un lado la consternación que me produjo descubrir los mecanismos hasta el momento ocultos de la reproducción sexual, la idea del contagio del embarazo se tambaleó. Si era cierto que así venían los niños, no podía hablarse de contagio. Fin.

Pero hoy he leído que otros personajes más listos que yo han indagado en la teoría del contagio del embarazo. La American Sociological Review ha publicado un estudio que viene a confirmar lo que sospechaba hace tiempo, que el embarazo se contagia. De forma diferente a como yo había previsto, pero se contagia.

Se titula Does Fertility Behavior Spread among Friends? y lo encontrarán en el número de junio de 2014, en el vol. 79, no. 3, páginas 412 a 431. Podría traducirse como ¿Se contagian las ganas de tener niños entre los amigos? Concluyen que sí, que se contagian. Categóricamente, además.

Las autoras son dos. Una, Nicoletta Balbo, es una becaria de postdoctorado en el Centro de Investigación de Dinámicas Sociales Carlo F. Dondena, en la Universidad de Bocconi, Milán. La otra, Nicola Barban, también es una becaria de postdoctorado, pero ésta en el Departamento de Sociología y en el Centro Interuniversitario de Teoría y Metodología de las Ciencias Sociales (ICS) de la Universidad de Groningen. Las dos han mostrado interés en estudiar las causas que favorecen la fertidilidad.

Tengo que notar que no hablan ni de medicina ni de bioquímica. Se limitan a la influencia del entorno (social). Resumiré su estudio diciendo que, con independencia de la raza, la religión, incluso del grado de compenetración con tu círculo de amistades o compañeros de trabajo, así que una queda preñada, comienzan a preñarse las demás. La edad influye, pues se perciben edades en las que es más urgente la necesidad de quedarse embarazada (la tesis del ahora o nunca). Si la embarazada próxima es de una edad parecida a la mujer por embarazar, las ganas de quedar embarazada aumentan exponencialmente. Curiosamente, las mujeres que viven solas tardan más en embarazarse que aquéllas que ya tienen pareja. Etcétera.

Así que dejan preñada a una de tus amigas, el mayor peligro de preñarse no sobreviene inmediatamente, sino a los pocos meses. Al año ya se ha alcanzado el máximo riesgo de embarazo, que persistirá en niveles significativamente altos doce meses más y más bajos, otros doce. Quedáis avisados.

¿Por qué? Tratándose de sociólogos, nos quedamos con las ganas de conocer el porqué, porque hablan de factores sociales, que no es decir mucho. Se esgrime el Principio de Vicente, que es hacer lo que hace la gente (de tu alrededor). No se apunta ningún mecanismo evolutivo ni ningún transmisor neuroquímico, ni siquiera un impulso psicológico-hormonal, sino que se da a entender que se obra por imitación. De entrada, se constata y ya está bien que se constate.

Ahora podré argumentar ante mis antiguos compañeros de oficina que el embarazo, efectivamente, se contagia. Yo tenía razón. ¿Cómo? ¿Por qué? Ni idea, pero ahí queda eso. Chincha y rabia, y os metéis la abejita y la flor por donde os quepa.

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