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Paisaje suburense a medio terminar.

Se ha hablado mucho de la especulación urbanística que hemos padecido los últimos años. En parte, porque ha sido una de las causantes de la gran crisis económica-financiera que tantas cosas se ha llevado por delante, la que ha endeudado a millones de familias hasta más allá de lo sostenible y la que ha procurado más casos de corrupción política. Lo sucedido en Sitges es un magnífico ejemplo de locura colectiva.

Ayer publicaron los periódicos un estudio de TINSA (una empresa de valoración de activos inmobiliarios, quien pone precio a su piso, dígase así) sobre el precio de la vivienda en las poblaciones costeras. Esas viviendas uno las asocia inmediatamente con el apartamento en la playa, el veraneo y esas cosas del buen vivir. Por eso se disparó la especulación urbanística en estas poblaciones, porque una parte importante del boom inmobiliario español se alimentó de capital extranjero. Una parte, especulativo y la otra, de turistas y jubilados que quieren morir en España. Dicho de otra manera, Alemania tiró la piedra y ahora esconde la mano.

Pero no nos olvidemos de la gente que también vive en esas ciudades y pueblecitos durante todo el año. Unos (pocos) se enriquecieron con tanta especulación y otros (muchos) se pillaron los dedos con las hipotecas o los alquileres de las casas de los pueblecitos que les vieron nacer. En Sitges, donde más.

Sitges, según TINSA, tenía el precio más caro de toda España en 2007: 4.786,90 euros el metro cuadrado. ¡Cuidado! ¡Precio medio! Porque señalaría con el dedo algunos áticos del Paseo Marítimo que sobrepasaron los 6.000 y los 7.000 euros por metro cuadrado de precio de venta, incluso alguno llegó a ir más allá, llegando a los 8.000 y 9.000. 

Los indígenas del lugar se maravillaban de semejante barbaridad. Sí, veían el mar desde la terraza, pero todos los borrachos del Carrer del Pecat pasaban por delante de su casa de madrugada, donde dejaban como recuerdo vómitos, meados y condones (¡cómo son los turistas, madre de Dios!). Además, cualquier excusa era buena para montarles enfrente un escenario donde organizar conciertos de pachanga, de sardanas, de rocanrol o bailes tiroleses. Ya saben: una Fiesta Mayor, Menor o Mediana, un Día del Orgullo Gay, la Marededeu d'Agost... 

Si esas casas no estaban bien aisladas del mundanal ruido, iban a convertirse en un suplicio. Pero aislarlas supone cerrarlas donde pega el sol todo el día, lo que implica un sistema de aire acondicionado potente y caro, y uno se monta una casa a orillas de la mar a 6.000 euros por metro cuadrado (los últimos) para respirar aire de lata en un entorno escrupulosamente aislado. Pues ¡qué broma!

Sitges sigue teniendo, según TINSA, el metro cuadrado más caro de toda España. Pero el precio ha caído. Si eran 4.786,90 euros en 2007, el año pasado eran 2.552,00 euros. Casi a mitad de precio. ¡Qué barbaridad! Estamos pagando el doble por una cosa que ahora vale la mitad. 

Dejo el dato expuesto. No sé ir más allá, a falta de más información. Sé que la deuda municipal de Sitges era de las que quitaba el hipo (algo inexplicable, con estos precios) y sospecho que más de uno hizo su agosto. También sé de muchos indígenas suburenses que tuvieron que irse a vivir a otra parte. En un reducido microcosmos, se dan casi todos los ingredientes que explican la Gran Crisis del 2008.

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